Todas las preguntas importan

7 de abril de 2021 23:14 h

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Fue en febrero del 2019. Ella tenía entonces 18 años. Era la madrugada de un domingo y al salir de un local situado en el centro de Sabadell un hombre la abordó por la espalda y según ha relatado ella en varias ocasiones, la estampó contra una pared y empezó a agredirla sexualmente. Después la llevó a una nave industrial, la metió en una habitación, la desnudó y de nada sirvió que la joven se resistiera. Primero la violó él. Después lo hicieron otros dos hombres. El primer atacante y violador no pudo ser identificado. En el caso de los otros dos, uno se sienta desde este martes en el banquillo mientras que el otro se encuentra en paradero desconocido tras huir aprovechando un permiso de libertad condicional.   

Ese domingo 3 de febrero la chica consiguió escapar en un descuido de los violadores y el mismo día presentó denuncia. Hubo nueve detenidos y cuatro de ellos han sido llevados a juicio. Uno por ser uno de los presuntos autores de la violación y otros tres por haber estado presentes y no haber hecho nada para evitarlo. La joven ha tenido que revivir y relatar esa noche en diversas ocasiones. Demasiadas. Primero ante los Mossos, que dos días después de la violación la hicieron volver a la nave abandonada donde vivían algunos de sus agresores. De hecho ese día, cuando acompañada de los agentes tuvo que regresar a la nave para relatar la violación que había sufrido solo unas horas antes, se encontró de cara con uno de ellos. Posteriormente le tocó reconstruir esa noche en las ruedas de reconocimiento, también ante el juez, y esta semana en la Audiencia de Barcelona. 

El impacto psíquico de tener que revivir una situación tan traumática solo puede describirlo una persona que haya pasado por ello. En un trabajo destinado a estudiar los principios éticos en la práctica pericial psiquiátrica, los forenses Jorge González Fernández y Encar Pardo Fernández resumen en un solo párrafo el daño psíquico al que se enfrenta una víctima cuando se ve obligada a revivir la violación en más de una ocasión hasta llegar al momento del juicio: “La necesidad por parte de jueces, fiscales y policías de obtener de la víctima una declaración, la también necesaria obtención de pruebas biológicas por parte de los médicos forenses, los necesarios reconocimientos médico-ginecológicos a los que debe ser sometida, incluso el cuestionamiento de su testimonio basado en la constitucional presunción de inocencia del victimario, conllevan nuevos impactos en su psiquismo que contribuyen al reforzamiento del estresor, con el agravante de que en ocasiones éste reaparece al cabo de varios años, cuando la víctima debe reexperimentar nuevamente el acontecimiento traumático al enfrentarse a un juicio oral que se ha visto diferido en el tiempo”.

La necesidad de demostrar que la violación existió y lograr así la máxima condena para los agresores puede convertir un interrogatorio en una nueva pesadilla para la víctima. Evitarlo no es fácil, pero es evidente que a la hora de plantear la declaración se debe tener en cuenta que se obliga a la persona a “reexperimentar” un episodio traumático. De ahí que sea pertinente el debate sobre las formas utilizadas en algunos momentos por el fiscal para preguntar a la joven que sufrió una violación grupal ese 3 de febrero de hace dos años en una nave ocupada de Sabadell. Tras el biombo está una víctima, no un atracador o un narcotraficante, aunque el objetivo final para la Fiscalía sea el de lograr la condena solicitada en todos los casos. En este debería ser obligatorio que las preguntas incómodas, que siempre las habrá y serán necesarias para demostrar la culpabilidad de los acusados, estén formuladas con la empatía que también es imprescindible en causas como esta. 

La fiscal de Sala Delegada de Violencia contra la Mujer, Pilar Martín, ha criticado que a su colega le faltase “sensibilidad y empatía” a la hora de plantear las preguntas a la víctima. “Choca un interrogatorio tan cortante”, resumía Inmaculada Montalbán, que fue presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial, en una entrevista en la Ser. Otros juristas han justificado que la dureza era necesaria porque el fin que se persigue es convencer al tribunal de que las peticiones de hasta 41 años de cárcel que ha solicitado la Fiscalía están justificadas. 

La pregunta que fiscales, abogados y jueces deberían hacerse es si es posible plantear un interrogatorio a una víctima de violación sin olvidar que es una víctima de violación. La respuesta, evidente, es que no debería olvidarse. Pero para hacerlo es necesario asesoramiento y una formación que no todos los fiscales, como no todos los policías, médicos o periodistas, tienen. No la tienen, pero es imprescindible para abordar casos como el de la joven de Sabadell. A veces es un ‘perdone que le insista pero es necesario para demostrar la culpabilidad de los acusados’, a veces es dejar que la víctima se tome el tiempo necesario para responder sin cortarle en las respuestas, a veces es no plantear preguntas que culpabilizan aunque no sea la intención al formularlas, a veces es pensar cómo se puede atenuar el dolor que inevitablemente se va a provocar al obligar a revivir una violación. 

Esa sensibilidad es la que le faltó al fiscal Eduardo Gutiérrez y no basta con decir al día siguiente que el relato de la joven es “verídico”. Es lógico que afirme eso y no podría ser de otra manera cuando está reclamando unas penas tan altas. La defensa de la joven ha calificado las preguntas del fiscal de “mal necesario”. Tal vez, aunque el mal puede intentar atenuarse. Su propósito, como el del fiscal, es lograr la máxima condena para los acusados. Pero requerir a la víctima si recuerda si los agresores eyacularon, cuando es algo que está documentado en los informes médicos, o cómo la agarraron, cuando en el parte del hospital ya constan lesiones compatibles con la fuerza contra la víctima empleada en una violación, es innecesario. Para evitar interpelaciones como estas es imprescindible la formación de género.