El pasado noviembre dirigí la misión de observación electoral de las midterm norteamericanas de la Asamblea Parlamentaria de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE). El país afrontaba un envite electoral todavía en shock por el asalto al Capitolio de enero de 2021, por el final de la era Trump marcada por la polarización y el populismo galopante y el ecuador del primer mandato del presidente Biden.
Coinciden esas midterm y las actuales elecciones generales del 23-J en el estado de ánimo de ambos países, que me parecen al menos comparables. Me atrevo con el paralelismo, aunque los tempos son diferentes. Desde el asalto al Capitolio a las elecciones de medio mandato norteamericanas habían pasado meses, pero buena parte de las entidades, think tanks y entes tanto público como privados con los que mantuvimos reuniones expresaban el temor ante unas elecciones “implosionadas” por la fuerte polarización, la escalada verbal en el país e incluso las amenazas tanto a candidatos como a agentes electorales.
Esas elecciones estaban enmarcadas meses después de una toma de una de las instituciones que simbolizan la fuerza de la democracia americana. Ante un ambiente preelectoral casi en estado de shock, la respuesta ante ese final del trumpismo -resumido en la imagen de un hombre-bisonte medio desnudo tratando de tomar por la fuerza las instituciones que tanto se había encargado de atacar desde dentro del presidente Trump- fue la de un país que votó por menos polarización, menor nivel de violencia verbal de los candidatos y por una rebaja de ese trumpismo de hechos alternativos que tanto erosiona a las democracias del planeta.
Así lo recogimos en el informe de la Asamblea Parlamentaria de la OSCE y al que se puede acceder en la página web de la institución. Hubo una reacción pausada al griterío, al negacionismo, a los hechos alternativos, a las fake news e incluso a los candidatos que utilizaron el tono más agresivo y soez. Moderación ante ese mar de fondo populista que está para quedarse al menos todavía por un tiempo. Nadie se atrevería a decir que el populismo perdió ese día la guerra, pero sin duda las midterm fueron una derrota para los seguidores del trumpismo.
¿Hay un paralelismo con el momento electoral que vamos a vivir el 23-J en España? Sin duda. Es evidente que las elecciones municipales, insulares y autonómicas han dejado un halo de triunfo del populismo que ha desembocado en el esplendor máximo de un cierto discurso trumpista que bascula del PP a Vox indistintamente. Una publicación tan prestigiosa como Político se pregunta qué ha pasado en nuestro país para pasar de los avances en derechos a la regresión conservadora que algunos ya auguran y que tuve un primer impacto en mayo.
El relato ultraconservador en realidad es un vaso comunicante entre los dos partidos (tanto atacan a los colectivos LGTBIQ como hablan de divorcio duro) y tiene mucho de los hechos alternativos del trumpismo. Básicamente se ha llegado a las elecciones autonómicas con dos grandes preceptos. Se niegan los datos y los retos de país, por un lado, se narra que hay un poder ilegítimo, que va contra el sistema porque parte de la coalición quiere acabar con una santísima unidad que, por cierto, en esta legislatura ha ido en la senda de una nueva normalidad territorial que no se veía en años.
Por supuesto que la problemática territorial no está cerrada, pero ha habido un país más cohesionado socialmente y por cierto menos disgregado territorialmente, y que además ha contado con partidos que han demostrado con su voto que somos una democracia más madura de lo que algunos describen. Y que cuando viajas se reconoce como un elemento que demuestra que hacemos bien las cosas. Mucho más de lo que dicen los Feijóo de turno en Bruselas.
Y ahí es donde llega un paralelismo que veremos si se cumple en las próximas elecciones. No hay el mismo lapso de tiempo entre el asalto al Capitolio y las midterms norteamericanas que el tiempo que oscila entre el 28-M y el 23-J. Sin embargo, muchos percibimos, y somos cada vez más, que hemos entrado en un país en estado de shock y ebullición permanente por el trumpismo recalcitrante que ejercen constantemente los líderes de las dos formaciones hermanas amplificado en redes y en medios mainstream siguiendo la estela de Fox News y que aspiran a gobernar juntas como hacen ya en varias comunidades autónomas. Su hoja de ruta desde el 28M ya genera anticuerpos. Y además no hay que engañarse, Trump y su modelo populista señala con el dedo acusador y deslegitimador el camino que hace bien visible el bosque al que se enfrenta el país. Que nadie tape con un dedo lo que está detrás de este ejercicio que están haciendo hace meses los partidos de la oposición. No hay debate sobre datos, no hay un proyecto alternativo de país, ni una alternativa territorial clara, ni un modelo alternativo a nivel de política europea. Después de rebajar impuestos y derogar el sanchismo, el relato se difumina.
En cambio hay un claro elemento que lo vertebra: una espiral permanente del descrédito al otro, en este caso de la coalición de gobierno del presidente Sánchez. Ante esta espiral que invisibiliza la realidad, el peor enemigo de este tipo de storytelling, no nos dejemos engañar por soflamas, el bosque es lo que se vivió en Estados Unidos antes de las midterm. El populismo funciona contra unos datos que son más que positivos, y una legitimidad que han dado las urnas. Y desde las Fox de turno se juega a esa espiral del ruido que en realidad es un sonido vacío de contenido pero que satura y carbura a partes iguales por la sociedad de nuestro país. No es la sociedad que lleva el ruido a la calle, es el mainstream que exporta el ruido a una calle que es mucho mejor de los que este ruido nos hace creer.
El 23-J jugamos a convertir el país en una olla a presión trumpista en la que vamos a caber pocos ciudadanos y ciudadanas o, por el contrario, seguir con un modelo menos volcánico, basado en un proyecto de país que ha dado frutos en empleo, pensiones, crecimiento, fondos europeos, cohesión social y territorial y presencia en la UE y en el mundo.
O eso, con una realidad compleja por una guerra que hace que la clase media se pregunte cuál es su rol en el presente y en el futuro, o el modelo trumpista que acabó con un hombre bisonte haciéndose selfies en el Capitolio y que luego en las midterm fue enmendado. Nos jugamos acabar con hombres-bisonte de protagonistas de la historia o seguir avanzando como país.