Hay razones ideológicas o de principios que empujan a irse de la red X tras el funcionamiento manipulador de sus algoritmos y la toma de partido de Elon Musk y su red en favor del ultraliberal Trump. Sus negocios en sectores como el espacial, automóvil, inteligencia artificial y energético estarán ahora mucho más protegidos y más desregulados. Y la democracia más amenazada.
Pero creo que, en este oportuno debate que alimenta con rigor el movimiento +Democracia, la opción a tomar depende de lo que cada cual busca cuando abre una cuenta en una red social. Las motivaciones son muy diferentes. Lo mismo que para decidir migrar a otra plataforma digital o resistir.
En todo caso, el debate hay que extenderlo a la manipulación y bulos que discurren también por TikTok, Instagram, YouTube, Facebook, Telegram, WhatsApp, etc. En todas esas plataformas se dan incumplimientos habituales de la regulación de la Unión Europea sin que hasta el momento los mecanismos de control y denuncia estén dando resultado.
Si renunciamos a comunicar opiniones en X, si dejamos de formular denuncias en territorios difíciles, si abandonamos a quienes se quedan en X por pereza o porque les compensa, vamos a desconectar de muchas personas y a volar vínculos que ha llevado años construir.
Una salida masiva dejaría sin opciones a millones de personas que buscan en X mensajes no contaminados por ideas ultras o por noticias falsas. No podemos olvidar el foco de referencia que, con millones de seguidores, tienen algunos medios de comunicación, periodistas, organizaciones, intelectuales, políticos, expertos, agentes sociales o ciudadanos comprometidos que hacen, en las redes, aportaciones de gran interés para la defensa de una sociedad democrática. Sería desconcertante si desaparecieran de X en un escenario global de avance del populismo y del fascismo.
Apostar por migrar a otra red con quienes piensan parecido nos evitaría sobresaltos y nos sentiríamos muy cómodos. Cierto. Pero estaríamos en una burbuja, ajenos a la realidad del planeta. ¿Se trata de eso, conscientes de que ellos utilizan las redes como herramienta clave para eliminar la democracia?
Es muy posible que la salida de cuentas progresistas y demócratas, “gente molesta”, es lo que busca Musk. Estas bajas no le suponen ningún perjuicio económico a un multimillonario que ha incorporado millones de norteamericanos trumpistas a X tras su apoyo al Tío Trump. Más le podría preocupar el papel que va a jugar y el espacio que ocupará la red Truth Social que pertenece a Trump y a la que puede dar primicias informativas.
Seguir en X, hasta el límite de lo soportable, supone un ejercicio de resistencia que debemos hacer. Lo anterior se complementa con abrir otra ventana en Bluesky o Mastodon para fomentar hilos de conversación. Por cierto, ante la pluralidad de redes con vocación social y ética digital, dentro de un modelo alternativo a las pertenecientes a las corporaciones del capitalismo digital, corremos el riesgo de desperdigarnos en esta migración. Ahora bien, quienes elegimos seguir para ejercer de “activistas por la democracia” tenemos que estar organizados y con una estrategia.
La defensa de los valores democráticos no ganará con la salida de X. Tampoco servirá para que desaparezcan los contenidos ilegales, la desinformación y los bulos en las plataformas digitales. Se precisa una mejor regulación de la Unión Europea, mayor control por los Estados y formación digital, en especial para los adolescentes. Así como posts y vídeos con formatos audaces y narrativas que enganchen (todo en abierto) por parte de los medios de comunicación tradicionales que apuestan por la democracia. La misma democracia que exige un comportamiento más inteligente de los políticos demócratas en la vida parlamentaria.
Por tanto, debemos pedir al Gobierno y a la Comisión Europea, en defensa de la democracia, que actúen con decisión en la aplicación del Reglamento de Servicios Digitales (DSA) de la UE y que promuevan dar carácter normativo al actual Código de Conducta sobre la desinformación y los bulos, así como responsabilizar a las plataformas por la difusión de contenidos ilícitos y discursos de odio. Son cuestiones trascendentales no recogidas o concretadas en dicho Reglamento.
Ante los incumplimientos normativos por parte de los gigantes tecnológicos –esa autocracia tecnológica–, habrá que plantear una reforma del Reglamento por “insuficiente” y pasar a tipificar los supuestos de ilicitud en materia de desinformación y bulos (cuestión delicada) sin lesionar el derecho a la libertad de expresión, en consonancia con los principios del Estado de Derecho.
Sí hay una tarea urgente por hacer. Se trata de reclamar al Gobierno que formalice las competencias a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) para que realice la función de Coordinador que le ha delegado, de acuerdo con lo señalado en la DSA. Tendría que supervisar su aplicación en el Estado y denunciar ante Bruselas el incumplimiento de las obligaciones que corresponden a las grandes plataformas digitales. Ha pasado un año y la CNMC no ha empezado a realizar esa labor. No sería admisible que España no hubiera elevado a la Comisión Europea denuncias formales para sancionar a las plataformas ante la gravedad de los bulos difundidos en diversas redes, con ocasión de la DANA, y visionados por millones de personas.