Si existe alguna certeza en relación al resultado de la próxima Asamblea Ciudadana de Podemos es que nuestro segundo congreso dejará en el seno de la organización una mayoría, más o menos mayoritaria, y varias minorías. Esto será así con independencia de que las candidaturas encabezadas por Pablo Iglesias e Íñigo Errejón decidan no competir porque, tal y como aprendimos en el primer Vistalegre, la pluralidad y las diferencias no desaparecen por el hecho de que los compañeros y compañeras concurran bajo el paraguas de una única lista ni porque exista un candidato de consenso a la secretaría general. El principal reto de Podemos no puede ser superar las diferencias entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, entre otras cosas porque en una organización democrática las diferencias políticas entre compañeros y compañeras son siempre fuente de riqueza y no de problemas. Es opinión de muchas personas en Podemos que todo lo que desplace a un segundo plano los debates sobre cómo llevar a cabo los cambios políticos, económicos, institucionales y culturales que el 15M comenzó a exigir en 2011 y que han seguido reclamando desde entonces millones de personas en España es, como poco, un error que roza la irresponsabilidad. Podemos es la herramienta política más bella y poderosa que las grandes mayorías sociales de nuestro país hemos sido capaces de construir para transformar la enorme crisis económica, social, institucional y cultural que se desató en 2008, en una oportunidad histórica para la fundación de un nuevo país. Es obligación de todas y todos cuidar esa herramienta, porque Podemos es de todas y de todos.
En el próximo Vistalegre tendremos que decidir democráticamente cuál debería ser la agenda que queremos para España y cuáles serán nuestras propuestas para afrontarla. A nuestro juicio, la preparación para el proceso de cambio constitucional que se viene, la transformación del modelo productivo español y la lucha contra el machismo debieran conformar la columna vertebral del debate congresual. Pero existe un nivel cero, un punto anterior que debemos resolver y que condiciona todo lo demás: las reglas democráticas con las que Podemos se va a organizar y con las que trabajará cotidianamente. Los acuerdos del primer Vistalegre construyeron una estructura asombrosamente ágil, capaz de moverse a gran velocidad en escenarios muy complejos. Entonces lo definimos como máquina de guerra electoral. Sin embargo, ese Podemos tuvo una organización laxa, con atribuciones competenciales imprecisas, a menudo centralistas, disfuncionales y confusas, sin reglas claras sobre dónde y de qué manera se tomaban las decisiones y qué ocurría cuando los dirigentes o los órganos las ignoraban. Poner fin a la laxitud organizativa y competencial en Podemos es la tarea inaplazable que debiera presidir todas las negociaciones en curso entre los principales competidores en esta Asamblea. Porque si no se produce un acuerdo sobre la reglas, de nada servirán los procesos electorales o las negociaciones que definan quiénes serán mayoría y quienes minorías dentro de la organización. Es imprescindible que en estos debates precongresuales, el mayor número de compañeros y compañeras nos pongamos de acuerdo sobre qué decisiones corresponden a los círculos, a los consejos ciudadanos, a las ejecutivas y a las secretarías generales. Es imprescindible que nos pongamos de acuerdo sobre cómo y cuándo vamos a decidir el tipo de relación organizativa que queremos tener con nuestros aliados. Que acordemos qué órgano y en qué momento va a decidir el espacio político y jurídico desde el que queremos ganar los gobiernos municipales y autonómicos en 2019. Es imprescindible que decidamos los aspectos que deben ser votados en cada uno de los órganos de Podemos y qué mayorías –simples, absolutas, cualificadas- son necesarias para sacar adelante las principales decisiones a adoptar en cada uno de ellos. Es imprescindible que definamos un sistema electoral común a todos los procesos electorales internos y clarifiquemos cuáles son los órganos y los tiempos en los que pueden ser modificados. Es imprescindible también un consenso sobre la estructura organizativa interna, sobre los objetivos que guiarán la conformación de las nuevas áreas y secretarías de Podemos. Deberíamos ponernos de acuerdo sobre cuál debería ser el uso que los responsables políticos y cargos orgánicos de Podemos hacen de los medios de comunicación y de las redes sociales como Twitter. Es urgente, en definitiva, que acordemos el alcance efectivo de las decisiones orgánicas, cuáles son sus límites y qué hará la organización si una dirigente o un órgano decide ignorarlas o contravenirlas.
Desde el Colectivo Mayo-2011 queremos ayudar a construir acuerdos políticos y organizativos entre todas las personas que formamos esta organización y estamos tratando de hacer todo lo que está en nuestra mano para facilitarlos. Pero si en el correr de los días no fuera posible alcanzar esos grandes acuerdos políticos, promoveremos al menos la formación de acuerdos sobre las reglas del juego, sobre qué órganos y con qué reglas se tomarán las decisiones dentro de la organización después de Vistalegre, sobre qué instancias se ocuparán de qué cosas, sobre qué mayorías harán falta para tomar qué decisiones. Y estamos convencidas y convencidos de que para que Vistalegre sea el éxito que todas y todos queremos es casi necesario que seamos capaces de ponernos de acuerdo en el ‘cómo se hacen las cosas’ antes de que las inscritas y los inscritos decidan quiénes conformarán las próximas mayorías y minorías dentro de la organización. Sólo así, con ese acuerdo previo a Vistalegre, podremos tener la certeza de que, decidamos lo que decidamos con nuestros votos, el Podemos de Marzo 2017 será capaz de transformar, cooperativa y funcionalmente, la diversidad de análisis y propuestas en motores para la multiplicación de las fuerzas para el cambio.
Carolina Bescansa y Nacho Álvarez son miembros del Consejo de Coordinación Estatal de Podemos, promotores del Colectivo Mayo-2011, Pensando Vistalegre.