Coincidiendo con el 25 de noviembre, fecha que la ONU ha señalado como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, desde CCOO Construcción y Servicios queremos hacer un homenaje a nuestra afiliada, amiga y compañera Ana Gilda, asesinada en un contexto de violencia machista, para recordar y poner en justo lugar su valentía.
Para quien no conozca los hechos, la mañana del 17 de mayo de 2017, el que sería su asesino había intentado estrangular a su sobrina en la casa de aquella. Ana Gilda, sola, como están la inmensa mayoría de las mujeres frente a la violencia de los hombres, se interpuso para evitar la tragedia. Valiente y comprometida en su lucha a diario por los derechos laborales, también lo era como mujer, como ser humano a la hora de defender a otra persona de su agresor.
Esa misma mañana su sobrina fue a la comisaría para denunciar a su maltratador. Por la tarde, él buscó a Ana Gilda en el Hogar del Jubilado donde trabajaba, para vengarse clavándole un cuchillo letal. Ella murió, indefensa, en la calle a plena luz del día.
El asesinato de nuestra compañera no figurará oficialmente en las estadísticas de muerte por violencia de género al no existir relación sentimental alguna con su asesino. La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, en una interpretación estrecha de lo que supone este tipo de violencia, no contempla supuestos como los de Ana Gilda. Sin embargo, el sentido común y las evidencias señalan claramente los hechos como consecuencia de una sociedad machista en la que fallaron los mecanismos de prevención y protección para la parte más débil, la mujer, y como consecuencia lo pagó con su vida.
En lo que llevamos de año han tenido lugar 49 asesinatos de mujeres y otros 10 de menores, catalogados como homicidios machistas según la Ley Orgánica 1/2004. Pero además ha habido otras cinco víctimas indirectas, una muerte a consecuencia de una agresión sexual y 22 menores han quedado huérfanos. Asimismo, hace unas semanas desayunábamos con la noticia de que el sistema de seguimiento integral en los casos de Violencia de Género (Sistema VioGén), que puso en marcha la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior para velar por la protección de las mujeres en riesgo de maltrato y también para tener controlados a sus presuntos agresores, había alcanzado la insoportable cifra de 720 menores de edad, adolescentes en riesgo. Además, el mismo sistema alertaba de que 175 mujeres estaban en peligro alto de morir en manos de un criminal conocido por ellas.
Son cifras intolerables que nos deben hacer reflexionar sobre la imperiosa necesidad de articular medidas que respondan a la violencia de género como sociedad en conjunto. Unas estadísticas que nos deben hacer meditar y recapacitar sobre el tipo de sociedad en el que vivimos y la educación que deberíamos estar dando a nuestros hijos e hijas. No podemos seguir permitiendo que las mujeres se encuentren solas y desamparadas por las instituciones ante las amenazas, coacciones y agresiones machistas.
Los crímenes machistas encuentran sus raíces en la desigualdad de género y en los macro y micro machismos diarios. El Pacto de Estado contra la violencia de género no puede posponerse más y debe contar con los medios económicos y humanos necesarios para prevenir, combatir y eliminar este gravísimo problema social. Es imprescindible la concienciación de la sociedad en todos sus ámbitos, también en el mundo laboral, haciendo que el conjunto de empresas dispongan de planes de igualdad.
Por ello, un paso trascendental ha sido romper la barrera que la propia normativa imponía para extender los planes de igualdad al conjunto de las empresas. El requisito marcado por la Ley es que solo tienen obligación de negociar planes de igualdad las empresas que cuenten con más de 250 empleados, lo que deja fuera a la inmensa mayoría. Ahora hemos logrado bajar este requisito, y lo hemos conseguido en el Convenio General del Sector de la Construcción para todas las empresas a partir de 100 trabajadores. Un compromiso pionero que se debe extender, con trabajo sindical y toma de conciencia patronal, al conjunto de sectores productivos, sumando el granito de arena que a cada cual le corresponde para lograr una sociedad igualitaria de hombres y mujeres, acabando con todas la formas de violencia machista.