Estos días resuenan en mi cabeza y en mi corazón los recuerdos que tengo del proceso autonomista. Yo entonces era un niño, pero tengo grabado a fuego la imagen de mi madre atando al palo de una escoba una sábana en forma de bandera de Andalucía y a mi padre canturreando ‘La murga del currelante’ de Carlos Cano, compuesta en 1977. La letra de la canción, a modo de resumen, decía “María, coge la rienda la Autonomía, que los paraos quieren currelo” y que “se acabe el paro y haiga trabajo, escuela gratis, medicina y hospital”.
Cuando mi padre tarareaba la canción de Carlos Cano, lo que estaba diciendo es que la autonomía tenía que servirle al pueblo, que la autonomía era sobre todo una lucha por la igualdad, por ser autónomos para que los andaluces fuéramos como los que más y no para que fuéramos como los que menos. Aquello sirvió.
Donde había sanatorios, hoy hay centros de salud; donde había caminos, hoy hay carreteras; donde había analfabetismo, hoy hay gente formada y escuelas públicas; donde había emigración, hoy hay universidades públicas; donde había subdesarrollo, hoy hay una Andalucía que mira al mundo de tú a tú y con orgullo. Se ha conseguido mucho gracias a la Autonomía, demasiado para la derecha que hoy trabaja contra todo lo conquistado.
Las banderas son importantes en tanto en cuanto significaban la defensa de la igualdad. La conciencia de pueblo de los andaluces, entonces y ahora, es la conciencia de que éramos desiguales, de que nos tratan peor que a otros territorios y de que tenemos una economía colonizada que exporta mucho porque nuestras materias primas se transforman fuera, dejando a otros el valor añadido que genera lo que producimos con nuestro esfuerzo. Por eso cuando salimos a la calle, a defender la sanidad o educación públicas, abundan las banderas de Andalucía entre los manifestantes.
Mi madre no amarró la bandera de Andalucía al palo de una escoba, para ponerla en el balcón y defender el sí en la campaña del referéndum del 28F de 1981, para perdonarle los impuestos al 1% de millonarios y pagarle las clases particulares a las familias que cobran más de 60.000 euros. Mi padre no canturreaba ‘La murga del currelante’ para que el lobby de la sanidad privada multiplicara por cuatro sus beneficios.
El pueblo andaluz no se echó las calles y llenó las urnas para que los fondos europeos dedicados al fomento de las energías renovables fueran destinados a multinacionales como Endesa o Iberdrola que tienen a barrios enteros de Andalucía a oscuras, mientras baten récords de beneficios. Carlos Cano no compuso el himno popular del proceso autonomista para que las riendas de la autonomía sirvieran para que la Junta de Andalucía recurriera ante el Tribunal Constitucional el impuesto estatal a las grandes fortunas.
El 28F significa igualdad, libertad, sanidad y educación públicas, servicios sociales, tejido productivo propio, transformación de las materias primas que se producen en nuestra tierra, becas, subida del salario mínimo, vivienda como derecho, independencia de las mujeres, defensa de los pequeños y medianos empresarios frente a las grandes multinacionales que destruyen nuestros sectores productivos, protección del medio ambiente y también la inclusión de la salud mental como un parte fundamental de la salud pública.
Nuestros mayores no pusieron la bandera en el balcón porque pensaran que Andalucía tenía que diferenciarse de España, sino para igualarse a los niveles de desarrollo del resto de España y Europa. 43 años después del 28F, en el que la derecha dijo no a Andalucía, tenemos a los herederos de quienes nos negaron ser como los que más usando a su antojo los símbolos y las instituciones en las que nunca creyeron para darle la vuelta al espíritu del 4D de 1977 y del 28F de 1980.
La Autonomía de Andalucía no fue obra de un grupo de cuatro políticos en un despacho, sino un proyecto del pueblo, de los de abajo, de quienes como mi madre o mi padre ataron la bandera de Andalucía a un palo de escoba para defender otra Andalucía diferente a la de la emigración, el atraso, el colonialismo económico y la dependencia con el exterior.
Detrás de la retórica andalucista del PP lo que se esconde es la intención de subvertir el significado del 28F y del 4D. El proyecto neoliberal del PP andaluz no es otra cosa que la ruptura de los consensos que nos dimos los andaluces votando el 28F de 1981 y que están incluidos en el Estatuto de Autonomía. El proyecto de Moreno Bonilla, con sonrisa, buen rollo y amabilidad, es un proceso contra todo el proceso autonomista, pero vampirizando los símbolos, la bandera y las instituciones. Con la inestimable ayuda de Canal Sur y de la propaganda institucional.
Quieren hacernos creer que la Autonomía andaluza se conquistó para rebajarles los impuestos a los millonarios y no para que éstos pagaran los impuestos que deben pagar para tener una sanidad pública y de calidad, carreteras dignas, educación, derechos y un modelo productivo que nos libere de ser la mano de obra barata y pobre de España y del resto de Europa.
Si Blas Infante levantara la cabeza y viera que su ‘Ideal andaluz’ está siendo utilizado por la derecha para aumentar la desigualdad, destrozar la sanidad pública, degradar las escuelas y perdonarle los impuestos al 1% de millonarios, no tendría ninguna duda en recordarle a Moreno Bonilla que el andalucismo no va de banderas, sino de derechos; que el andalucismo no fue nunca de la burguesía, sino del pueblo; que el andalucismo es el patrimonio de quienes ataron la bandera a un palo de escoba y no de quienes usan esta tierra como si fuera una mina a cielo abierto: a la que vienen, extraen sus riquezas con mano de obra de barata, se las llevan para que las transformen fuera y unas pocas empresas se enriquezcan a nuestra costa.