Te voy a contar un “secreto”. El cártel de privilegiados que realmente manda en España, sus altavoces mediáticos y sus delegados políticos (las menguantes gaviotas y las crecientes naranjas) te están intentando desmoralizar.
Al cártel le viene muy bien la precariedad laboral, la corrupción y el desguace y venta de los servicios públicos de nuestro país, pero no lo pueden decir. Por eso intentan convencerte de que los contratos de una semana y la factura de la luz subiendo mientras las eléctricas se forran “es lo que hay”. De que “no hay alternativa”, como decía Margaret Thatcher a finales del Siglo XX mientras aplastaba los derechos de la gente trabajadora.
Cuando el cártel está fuerte políticamente, este convencimiento se lleva a cabo con bota en el cuello, desposesión y represión al que se queje. Cuando el cártel está debilitado a nivel de apoyos públicos (y en España lo está), la brutalidad ya no basta y el convencimiento se hace de otras formas bastante más complejas.
La primera se le escapó al jefe del Banco Sabadell allá por 2014 cuando Podemos acababa de irrumpir en el panorama político y andaban preocupados de que en 2015 hubiera un presidente del Gobierno que rescatase familias en vez de rescatar bancos. Poco después de que Josep Oliu dijese que había que crear “una especie de Podemos de derechas”, se iniciaba la Operación Rivera: el lanzamiento estatal de un partido hasta ese momento fundamentalmente catalán mediante el piropo y masaje mediático a su cara más visible.
Es una estrategia habitual del cártel. Cuando ve sus privilegios en cuestión, fabrica supuestas “alternativas” que, en realidad, son más de lo mismo, pero con un envoltorio de marketing diferente. El nuevo neoliberalismo profident de Ciudadanos es un ejemplo claro. Se te ofrece algo que parece “un cambio”, que se te vende como un cambio no muy grande (para que la gente humilde no se asuste) y que -en realidad y debajo del envoltorio- es un cambio prácticamente nulo.
La otra pata de la estrategia es poner a toda la maquinaria del cártel a demonizar cualquier alternativa real y contarte no sólo que es el mal en la Tierra, sino que además no puede ganar. De esta manera, pretenden alejarte de cualquier cambio real que les arrebate poder y riqueza para democratizarlos hacia el 99% de la población y lo hacen (al menos) por dos vías: miedo a la alternativa real (virgencita, virgencita, que me quede como estoy) y desesperanza/voto útil hacia las “alternativas” de cartón-piedra.
Esto es de manual, es muy básico y fácil de explicar, y lo llevan intentando con gran intensidad en los últimos meses: “Podemos es independentista” (demonización), “Podemos se hunde” y “Pablo Iglesias está desaparecido” (no pueden ganar) y “Albert Rivera ganará las elecciones” (vota mejor esta otra cosa que no tiene riesgos y le gusta mucho a la gente).
Lo primero que tienes que pensar ante este intento de convencerte de que nunca vas a recuperar lo que perdiste en la crisis, de que la precariedad y el gobierno para los privilegiados es lo que hay, de que sólo puedes elegir el sabor del helado pero no puedes elegir un país más justo en el que nadie lo pase mal y en el que haya estabilidad y futuro, es que, si fuera tan obvio que “Podemos es independentista”, que “Podemos se hunde”, que “Pablo Iglesias está desaparecido” y que “Albert Rivera ganará las elecciones”... si fuera tan obvio que no hay alternativa, no se gastarían tantísimo dinero en intentar convencerte de ello.
Lo segundo que es importante recordar es que llevamos cuatro años viendo cómo funciona la artillería de los que mandan. Es muy evidente, es muy zafio y es siempre igual.
Por un lado, se machaca reputacionalmente a las personas que lideran los espacios de cambio con chorradas (la flor protegida que arrancó Carmena, la gomina de Santisteve, las cocacolas de Espinar), con tergiversaciones y manipulaciones (el piso de Espinar, el asistente de Echenique) o directamente con mentiras (la cuenta de Pablo Iglesias en Granadinas, la beca de Errejón).
Por otro lado, se amplifica cualquier diferencia interna al estatus de “guerra”, “purga”, “guerra civil” o “escisión” y se cuida, se dicen piropos y se da espacio a cualquier persona de la organización que, en un momento dado y por los motivos que sean, decida jugar a este juego. Lo sé porque a mí me cuidaron y me dieron espacio cuando me enfrenté a Pablo Iglesias en Vistalegre 1. En ese momento y muy a mi pesar, el cártel y sus altavoces me piropeaban y me querían mucho.
Finalmente, se dedican ríos de tinta y horas y horas de radio y televisión (con honrosas, pero aún minoritarias excepciones) a cualquiera de estas cosas mientras se minimiza y se oculta que el Tribunal de Cuentas no sepa de dónde vienen nada menos que un millón de euros de la financiación de Ciudadanos.
Mentir, manipular y difamar a las alternativas de cambio real; cuidar y masajear sin descanso a las “alternativas” de cartón-piedra que no van a tocar ni un ladrillo del chiringuito.
Es absolutamente cierto que la estrategia parece demasiado burda; casi un insulto a la inteligencia. La clave está en que el cártel y sus lacayos, además de pensar que tienes que matarte a trabajar para ellos toda la vida, también piensan que eres idiota.
Todo esto tiene motivos muy claros y canta por bulerías. Todo esto es así desde que nació Podemos y era esperable. Lo explicó muy bien Iñaki Gabilondo cuando dijo que “un partido que nace para luchar contra el sistema ha de contar con que el sistema se va a defender” y que “los medios de comunicación convencionales formamos parte del sistema por lo cual las principales líneas editoriales no le pueden ser favorables” (cámbiese “sistema” por “cártel” para ser más precisos y que se entienda la cosa mejor y sáquese de esta ecuación a los periodistas de a pie; Gabilondo se refiere, por supuesto, a los jefes y a los propietarios de la mayoría de los medios).
Que el árbitro está comprado es un hecho y -aunque no sea excusa porque (como dijo Pablo Iglesias hace unos días) tenemos la obligación de ganar pite quien pite- es bueno recordarlo en el contexto actual en el que están trabajando a toda máquina para desmoralizarte.
Es bueno recordarlo porque, a pesar de lo burdo de la estrategia, la ingente cantidad de dinero que se pone en ella puede conseguir algún efecto. El martilleo constante de mentiras y manipulaciones puede hacer mella en las bases de Podemos y en la gente que nos vota o se plantea votarnos porque los cañones son muchos y muy caros y porque, al fin y al cabo, somos humanos. Si a veces los dirigentes de Podemos (que tenemos más información de primera mano) nos preocupamos o dudamos ante una supuesta “noticia”, ¡cómo no te va a pasar a ti!
Por eso, cuando leas una “noticia” respecto de Podemos o de lo bien que les va a las nuevas marcas blancas del cártel que te baje la moral, dedica dos minutos a recordar todas las mentiras que se han publicado en los últimos cuatro años y piensa si la desmoralización no es justo lo que pretenden. No les regales tan fácilmente tu esperanza y tu estado de ánimo.
En segundo lugar, recuerda dónde estábamos hace cuatro años como país.
Un 17 de enero tal y como hoy, pero hace cuatro años, Pablo Iglesias, junto a un reducido grupo de intelectuales y activistas, lanzaba en un pequeño teatro de Madrid una hipótesis llamada Podemos.
En esa época teníamos un Rey que mataba elefantes mientras gran parte de su pueblo vivía la peor crisis económica de las últimas décadas, Rubalcaba era Secretario General del PSOE y ---tres años después del 15M--- el bipartidismo seguía pareciendo inexpugnable.
Yo, por aquel entonces, me dedicaba a mi labor como Científico del CSIC, y pasaba la mayor parte de mi tiempo entre los fundamentos de la Mecánica Cuántica y la simulación computacional de moléculas con interés biológico. Aquel 17 de enero de 2014 vi con gran expectación la presentación de Podemos por Internet e inmediatamente supe que no me perdonaría nunca si no echaba una mano.
Mis comienzos en el Círculo de Discapacidad y ayudando a organizar los trabajos en el Círculo de Zaragoza fueron un aprendizaje fundamental para una persona que, como yo, nunca había militado en serio en un movimiento político.
Fueron tiempos enormemente ilusionantes y nuestra moral era altísima. Pero las circunstancias eran objetivamente mucho peores. Primero por el contexto político que ya he mencionado. Resultaba inimaginable en aquella época que hubiera posibilidad de vencer al bipartidismo. Segundo, porque éramos completamente invisibilizados en los medios de comunicación. No existíamos para la opinión publicada (salvo honrosas excepciones, como el medio que publica este artículo). Tercero, porque no teníamos ni un duro.
Nuestras reuniones eran en centros cívicos o en otros espacios gratuitos, cuando no en la calle.
Aún recuerdo ese vídeo que hicimos para agradecer a la gente el pequeño crowdfunding que nos permitió adquirir una humilde furgoneta (vale la pena verlo) o la austera sesión de fotos que nos sirvió para hacer nuestro cartel de campaña de las elecciones europeas.
El “escenario” que utilizábamos en los eventos era, digamos, modesto y recuerdo perfectamente subir y bajar de él usando un palé de madera y la ayuda de dos o tres fornidos voluntarios porque no había ni dinero ni sitio en la anteriormente mencionada furgoneta para una rampa como dios manda.
No había ninguna certeza de que aquel 25 de mayo de 2014 se pudiera conseguir algo relevante, en los medios de comunicación prácticamente no existíamos, las mejores encuestas nos daban uno o, como mucho, dos eurodiputados y los millones de euros que según los voceros del cártel nos mandaban Maduro, Ahmadineyad y Putin no estaban por ninguna parte.
Y, sin embargo, nunca tuvimos dudas y nunca flaqueó nuestra moral… y aquel 25 de mayo de 2014 obtuvimos cinco eurodiputados y provocamos el mayor terremoto político de las últimas décadas.
Nunca nos desmoralizamos -y esto es lo más importante que te quiero transmitir en este cuarto cumpleaños de Podemos- porque la fuente de nuestra moral nunca fue lo que dijeran de nosotros las encuestas y los medios de comunicación o lo más o menos difícil que lo tuviéramos para conseguir cambiar las cosas.
Nuestra moral (o por lo menos la mía) provenía de saber nuestra causa justa, de confiar en la (más que comprobada) decencia e inteligencia de nuestro pueblo y de la responsabilidad (casi diría la obligación) de dar un paso adelante cuando sabes que millones de compatriotas lo están pasando mal o ven el futuro con preocupación mientras los ricos se hacen más ricos y una banda de ladrones gobierna para ellos desde las instituciones de todos. La responsabilidad (la obligación) de hacer algo cuando sabes que se podría construir un país más justo y mejor para la inmensa mayoría si tan sólo consiguiéramos echar a los mayordomos corruptos del cártel de las posiciones de poder político y situar en ellas a lo mejor de nuestra sociedad civil.
Estos motivos me empujaron a mí a dejar aparcada temporalmente mi profesión (y pasión) hace cuatro años y creo que siguen tan vigentes hoy como lo estaban en 2014.
Por todo ello, porque nunca deberías regalar tu esperanza a los que están lastrando el futuro de España y porque, en el fondo, a la gente trabajadora no nos queda otra que echarlos, por dignidad, por amor a nuestro país y por justicia, no permitas que los lacayos del poder te desmoralicen.
Cuatro años después, el cambio sigue siendo posible y la prueba es que se siguen gastando miles de millones de euros en propaganda para convencerte de que no lo es.