Más de la mitad de las personas que habitan nuestra tierra no llegan a fin de mes y una de cada tres se encuentra bajo el umbral de la pobreza y la exclusión social. Esos son los indicadores que barajamos desde que empezó la crisis y todo parece indicar que no van mejorar.
De nada nos ha servido que la inestabilidad política en el Norte de África haya desviado a millones de turistas hacia el Archipiélago durante este mismo periodo. El hecho de que ahora recibamos seis millones de visitantes más que en 2011 no ha ayudado a que descienda el desempleo y, lo poco que este ha bajado ha sido a costa de un aumento escandaloso de la precariedad. Se puede afirmar que hay alguien que se ha llenado los bolsillos de una manera obscena mientras esta tierra se ahogaba entre la falta de trabajo, las jornadas laborales delirantes y los salarios de miseria.
La vieja política derrotada en pasado 26 de mayo en Canarias no es suficiente para que nuestra tierra vuelva a encarar la vereda del progreso después de tanto tiempo de mala gestión de quienes actuaron como delegados de esas élites insolidarias y explotadoras.
La arquitectura medular del Estado determina que para transformar Canarias y acabar el sufrimiento social que provoca nuestro modelo económico, tan injusto, es indispensable que los poderes legislativo y ejecutivo se pongan de acuerdo. Solo así se puede elevar el Salario Mínimo hasta alcanzar los estándares que ya rigen en el resto de países de la Unión Europea, combatir con recursos efectivos la precariedad y la explotación laboral e implantar una Renta Mínima de Inserción que devuelva la dignidad a tanta gente en nuestro país que ha sido excluida de casi todo.
Sin embargo, conseguir que Canarias esté en la agenda de un gobierno que, como decía con picardía Alonso Quesada, siempre hemos visto a través del Atlántico no es una tarea fácil. Nuestras Islas han carecido de importancia en él durante demasiado tiempo. Ese nacionalismo que por la mañana ondea la tricolor y por la tarde apoya con firmeza el 155, ha dejado en la estacada a nuestro pueblo. Esa “voz canaria en Madrid” que vendieron como antídoto a todos los males lejos de representar a la mayoría social del Archipiélago lo que ha hecho es condenarla. Incluso en los momentos en los que sus escaños valían oro, de lo único que se ha preocupado es de aplicar medidas como elevar, sin revisar, el descuento de residente o las subvenciones para carreteras. De la desigualdad que inflama nuestros pueblos y barrios, del desempleo o del incumplimiento de los derechos laborales de las cientos de miles de canarias y canarios que mantienen vivo el sector servicios ni hablar.
Además las dos formaciones políticas responsables de semejante destrozo han tomado la decisión, por otra parte coherente con sus intereses, de concurrir juntas en este 10N: Acorán los cría y ellos se juntan. Ahora bien, el matrimonio CC-NC, por mucho que en términos electoralistas pretenda venderse como la “ansiada” unificación del nacionalismo canario en realidad lo único que confirma es el descrédito ideológico de ambas. La ralea Oramas-Quevedo además de extender la falta de escrúpulos a la que nos tiene acostumbrados el partido de Fernando Clavijo a todo el espectro nacionalista, certifica la renuncia expresa de los de Román Rodríguez a sus propuestas de progreso social y soberanismo en materias fundamentales como el sector agroalimentario y el energético.
Esta es la razón por la que cambiaron las instituciones del Archipiélago y ahora, que hemos vuelto a verle las orejas al lobo, está claro que tampoco los necesitamos en Madrid. El papel que el falso nacionalismo ha cumplido en el Congreso como gangochero de los grandes poderes económicos lo puede ejercer igual el Partido Popular que Ciudadanos para mantener a salvo sus privilegios pues todos hablan el mismo idioma. El papel del Partido Socialista en este escenario, ya se sabe, depende de cómo duerma por las noches. Mientras que con Vox apuntalando a las derechas, lo raro sería que no volviera a las Islas el Mando Económico, con Gobernador Civil y todo.
El tiempo se acaba y en nuestra tierra, como siempre, lo que nos jugamos es mucho. Llegó la hora de acabar con el sufrimiento social de nuestra gente. A nuestro pueblo le ha costado sudor, lágrimas y muchas privaciones estos veintiséis años de desgobierno aquí y en Madrid. No permitamos que el Procés, la momia de Franco o la amenaza de una nueva crisis-estafa sirvan de excusas para que regresen a Moncloa quienes quieren volver a aplicar recortes sociales de carácter masivo a servicios públicos fundamentales y a nuestras libertades.
Canarias no los necesita si puede formar un gobierno contigo.