Estimado Presidente: Me permito escribirte esta carta segura de coincidir con el sentimiento y percepción de muchos conciudadanos, votantes y abstencionistas, en este arriesgado ejercicio de la política democrática. Advierto que no hablo como militante, ni siquiera como votante. Hablo como pueblo.
Es mucho lo que nos jugamos en este 2019 entrante y eres tú, sin duda, uno de los actores definitivos como capitán de la nave que todas deseamos llegue a buen puerto. A un buen puerto con el rearme ético que necesitamos para vadear los voraces acantilados de Escila y Caribdis en los que, o bien las corrientes nos lanzan contra las rocas, o bien somos engullidos por un feroz torbellino que nos sumerge en las profundidades. El osado Ulises supo mantener el rumbo bandeando de babor a estribor, rozando inevitablemente el peligro e interpelando a los dioses del mar y a su protectora, Atenea. Sólo perdió seis hombres en lugar de perecer con toda la tripulación.
Nuestro héroe ya había eludido antes el dulce canto de las sirenas taponando con cera los oídos de la tripulación y atándose él mismo al mástil, desesperado por no poder sumergirse en las aguas prometedoras de calma y felicidad. Tú ya superaste esa prueba rearmándote frente a una Ejecutiva que no quería el cambio, sino la dulce tranquilidad de la inercia nominalista de una socialdemocracia de izquierdas y prácticamente en contubernio con el neoliberalismo rampante. Apelaste a los militantes y ganaste la partida. Unos militantes que te protegieron de la dulce tentación del continuismo. Ellos son tu tripulación y no el Ibex 35. No lo olvides. Ellos y ellas se habían conjurado para no soltarte del mástil en la gran prueba. Son los mismos que se han quedado en su casa antes de votar el continuismo en Andalucía o de ceder ante el canto de algunas sirenas. No olvides tampoco que uno de los mayores escollos es pensar que todo depende de la economía, pues como dice Pablo Simón en su último libro, El príncipe moderno, “no sólo es la economía, estúpido”. Si te alías con la industria farmacéutica para salir de un bache, por ejemplo, mal iríamos.
El primer grito de victoria lo recuerdo muy bien porque todas aplaudimos frente a la televisión cuando vimos en directo tu triunfo en la moción de censura. La emoción que nos embargó a toda la ciudadanía progresista fue indescriptible. Parecía un milagro habernos librado de un tan oneroso gobierno del PP. Y luego, cuando nombraste el Consejo de Ministras y Ministros con once mujeres en el Ejecutivo y todos tan profesionales, tan preparados y con experiencia política y de gobierno fue realmente una de las mayores alegrías políticas que nos ha deparado este pasado 2018. Denotaba, no sólo una sensibilidad feminista, sino una inteligencia política cierta.
Ahora nos toca pasar entre las fauces de Escila y Caribdis. No pierdas el rumbo. La santa alianza de las derechas te tiene que impulsar, sobre todo, hacia adelante sin dejar caer a la tripulación en la travesía. Aquella alianza histórica entre Rusia, Prusia y Austria no tenía otro objetivo que el de mantener el statu quo del absolutismo en Europa después de la derrota de Napoleón en Waterloo. Las fuerzas de la modernidad habían sido vencidas y ellos se confabularon para la regresión. No hagas concesiones en ese sentido, Presidente, y dirige la nave hacia el futuro, un futuro en el que nos aguardan también grandes peligros tecnológicos y biocientíficos entre los que vadear sin ceder un ápice a la deshumanización que auguran, aunque sí aprovechando las enormes posibilidades que nos abren para una vida mejor.
Frente a la caza y los toros, la investigación; frente al ladrillo como imperio, la vivienda digna; frente a la España cañí, la tradición humanista de nuestro acervo histórico; frente a la ñoñería de los ‘capillitas’, la creatividad del librepensamiento y del arte; frente a la xenofobia, la riqueza de las tres culturas; frente a la destrucción de la naturaleza, la ecología profunda; frente a un franquismo trasnochado, la memoria histórica; frente a la homofobia, el orgullo de las diferencias; frente a la corrupción política, la regeneración; frente a la deseducación competitiva, nuestra Institución Libre de Enseñanza; frente a la cultura macho de los trogloditas políticos, el feminismo liberador. Aquí tienes toda una carta de navegación. No te escores hacia las aguas turbulentas ni encalles en los amenazantes farallones de la costa pensando que ahí está la solución. Revive las emocionantes y valientes aventuras de nuestros antiguos navegantes, los mejores del mundo.
Te digo todo esto porque ellos van a enarbolar la bandera de la patria para aporrearnos con ella. Una patria descafeinada de turrones y belenes o bronca de toros, mujeres y vino. Las fuerzas progresistas tenemos un acervo mucho más interesante y cabal que todas esas banalidades que esgrimen como españoles. La patria como entelequia no existe, en todo caso, la matria, porque la primera es el mapa, y la segunda, el territorio. Yuval Noah Harari mantiene una interesante tesis en sus obras Sapiens y Homo Deus, respecto a que nuestra especie es la única capaz de creer en realidades inexistentes que arrastran a millones de personas durante mucho tiempo, como religiones, ideologías e incluso supercherías. En un momento dado esas cosas pueden ayudar, pero sin olvidar que se trata de relatos que tal vez nos sirvan en una etapa histórica o personal, pero que jamás deberían convertirse en creencias inamovibles. Lo que nos tiene que guiar es la realidad presente, las necesidades reales de la gente, la aspiración a ser personas cada vez más sabias, más justas y más libres. Desde luego, más humanas. Lo digo porque algunos se quejan de que das bandazos, que espero no sean más que rectificaciones necesarias a golpe de timón según el estado de la mar. Eso es navegar. El viaje a Ítaca es lo que tiene.
Sin embargo, hace falta señalar el puerto hacia el que precisamente navegamos, los peligros, corrientes y tormentas que podemos encontrar. Y, con ello, un potente relato que nos impulse a alcanzarlo. Otros dirigentes socialistas anteriores nos han querido encandilar con el concepto de una ‘modernización’ repleta de AVES, autopistas, fibras ópticas o turismo global, pero sin pasar por la Modernidad. España fue uno de los pocos países europeos que no pasó por ella, tras el fracaso de La Pepa, y nunca es tarde si la dicha es buena. Podría ser un buen relato, pero tienes que interpelarnos, porque se trata de una navegación colectiva en la que no somos simples pasajeros. Somos tu tripulación.
Sinceramente.