Madrid es una ciudad que camina mucho. Un 36% de los desplazamientos se hacen a pie y, además, tenemos un buen sistema de transporte público con el que realizamos otro 34% de los desplazamientos. Si a esto le sumamos que la bicicleta empieza a ser muy visible, podemos decir ya que mayoritariamente nos desplazamos de forma sostenible. Pero el reparto del espacio público es muy injusto ya que el vehículo privado, fundamentalmente el coche, con el que realizamos un 29% de los viajes, ocupa, sin embargo, un 80% de las calles.
Por otro lado, incumplimos la Directiva Europea de Calidad del Aire superando los niveles máximos autorizados para dióxido de nitrógeno y otros contaminantes como el ozono troposférico. Se estima que unas 3.000 personas mueren prematuramente en Madrid debido a las enfermedades respiratorias y cardiovasculares que causa la contaminación tanto química, como acústica, y cuyo origen está principalmente el tráfico motorizado. También debemos tener en cuenta el importante gasto social y sanitario que suponen estas enfermedades y que se estima en unos 6.000 millones anuales.
Recuperar el cielo limpio y luminoso de nuestra ciudad, liberarnos de la boina de gases contaminantes, mejorar la calidad del aire garantizando la salud de la población así como la calidad el espacio público, es el objetivo prioritario del Plan de Calidad del Aire y Cambio Climático que entrará en vigor próximamente.
Madrid no debe quedarse atrás en la apuesta por la modernidad en materia de movilidad y ello significa hacer un uso más racional del coche. Cuando hemos aplicado el Protocolo de actuación de alta contaminación por NO, la respuesta ha sido ejemplar. La ciudadanía entiende el grave problema de salud que supone la contaminación y la necesidad de afrontarlo. Pero más allá de las restricciones puntuales por picos de contaminación, debemos dirigirnos hacia un modelo de movilidad que reduzca de una vez las emisiones contaminantes.
Desde los años 60 del siglo pasado, todas las actuaciones sobre el espacio público han privilegiado el uso del coche, y han marcado las políticas públicas de movilidad. Las ciudades han perdido arbolado, bulevares, espacios de descanso y calidad de vida. Sin embargo, hoy nos encontramos con que el paradigma de las ciudades inteligentes es el acceso a los servicios de movilidad y la recuperación del espacio para las personas; y debemos dar una respuesta a las necesidades de movilidad de forma más inteligente, eficiente, limpia y solidaria.
Un ejemplo lo tenemos en la calle Alcalá, donde el nuevo carril bus desplaza a 90.000 personas cada hora en siete líneas de autobús, frente a 18.000 coches con una ocupación de 1,2 pasajeros cada uno en el otro carril. Está claro, reducir el uso del coche aumenta la eficiencia del autobús.
Otro ejemplo, la reforma de la Plaza de España y de la Gran Vía, que comenzará en el primer trimestre de 2018 transformará por completo el centro de la ciudad, eliminando el tráfico de paso y reequilibrando el espacio con la ampliación de las aceras y la pacificación de calles y plazas.
Si a esto sumamos, que la movilidad sostenible es clave para para mitigar los efectos del cambio climático, las olas de calor y fenómenos metereológicos extremos, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero. Estamos ante un reto en el que la contribución de las ciudades es determinante: impulso del transporte público y de la movilidad activa (caminar y pedalear) o la apuesta por la movilidad eléctrica en la renovación de las flotas y el parque de vehículos.
Madrid cuenta con una extensa red de transporte público, incluyendo metro, autobús y cercanías. Tenemos nuevos servicios de vehículos compartidos: carsharing, motos compartidas y BiciMAD, además del servicio del taxi y el modo más saludable de moverse: a pie y en bici. Actualmente, la visión del coche en propiedad en las ciudades está cambiando por el de la movilidad como servicio. El vehículo privado tiene altos costes en salud, emisiones y eficiencia energética, así como costes fijos individuales, que pueden dispararse hasta los 300€ mensuales. Resulta más eficaz y solidario recurrir a los distintos modos de transporte disponibles según las necesidades.
¿Cómo podemos facilitar la movilidad? Reduciendo las necesidades de movilidad: por ejemplo, el teletrabajo un día a la semana reduciría en un 20% la necesidad de movilidad “obligada”; el fomento del comercio y el ocio local de proximidad también favorece la reducción de la movilidad y el consumo energético que implica.
Este cambio de cultura en el modo de movemos por la ciudad permite ganar calidad de vida, reducir el estrés cotidiano y la exposición a la contaminación y ganar espacio para la vida. Pero los cambios generan resistencias y es preciso un tiempo de adaptación y un esfuerzo de diálogo y comunicación para que sean comprendidos y asumidos.
Hoy en día nadie entendería en Madrid que los coches volvieran a circular por el Parque del Retiro, o por las calles peatonalizadas en el centro o que se suprimieran los carriles bus. Sin embargo, estas actuaciones provocaron las mismas protestas e incomprensiones que hoy generan determinadas medidas encaminadas a reducir el uso del coche. Hay que tener valentía y apostar por la movilidad inteligente y la salud como están haciendo Nueva York, París, Hamburgo, Estocolmo, Pontevedra, Valencia y otras ciudades del mundo.
2018 será un año clave, con medidas valientes y ambiciosas que van a permitir mejorar la salud de toda la población y convertir una ciudad como Madrid en referente de movilidad sostenible y recuperación del espacio público. Estos cambios beneficiarán a todos y son imprescindibles para reducir nuestra huella ecológica y legar un planeta habitable a las generaciones futuras.