En mayo de 1999 Pontevedra eligió cambiar. En junio, peatonalizamos el Centro Histórico y otras calles céntricas. A los pocos días, la oposición (PP) llevó el tema a los juzgados. Siete años después, desestimaron la denuncia. Los conservadores entonces quisieron aprovechar el temor que muchos ciudadanos y comerciantes sentían al saber que iban peatonalizar su calle. Hoy ni se atreven a hablar del tema. Y comerciantes y vecinos fueron poco a poco comprobando los evidentes beneficios de la ciudad sostenible y hoy solicitan en todas partes peatonalizaciones y mecanismos para el calmado del tráfico.
Cierto que las peatonalizaciones avanzan en todo el mundo y son muchas las ciudades que dedican las calles principales a las compras, los turistas o el ocio. Pero quizá debieran pensar que la filosofía no consiste sólo en peatonalizar dos o tres calles del centro para que los consumidores compren mejor. La filosofía de la sostenibilidad obliga a extender por toda la ciudad –por toda la ciudad, no sólo en el centro presionado por turistas– un espacio público que sea continuidad del privado, sustituyendo las ciudades agresivas, ruidosas y contaminadas por otras más amables con la gente.
¿Cómo es esa ciudad de la que hablamos? En principio, debe ser accesible a todas y todos –incluídos los ancianos, los chavales, los que van en sillas de ruedas y los papis con carritos de bebés–. Además, en sus calles podrán jugar los niños, circular con seguridad las bicis, comunicarse los vecinos y vecinas o disfrutar del ocio cotidiano en buenas condiciones de habitabilidad.
Esa ciudad habrá reducido al mínimo los accidentes de tráfico, tendrá el aire limpio todos los días del año, ahorrará gran cantidad de combustible caro y nocivo, dedicará el 70% de su espacio a las personas y el 30% a los coches, niñas y niños irán caminando al cole sin peligro, la gente volverá a comprar a las tiendas urbanas, a las que va a pie. Y sobre todo, la gente adorará vivir en esa ciudad que tan bien le trata.
Para conseguir eso hay que hacer peatonalizaciones, y restringir el uso del coche privado, claro que sí. Pero sobre todo hay que poner en valor la idea de caminar, sobre la base de que cada persona puede andar durante media hora desde su domicilio, desde la boca de metro o desde la parada de autobús. Esa es la gran asignatura pendiente de la movilidad urbana: menos coches, menos sedentarismo, más salud, más actividad, más vida.
Desde hace un tiempo recorremos el mundo (mañana nos vamos a Shenzhen y Pekín a esto mismo) hablando de los beneficios de una movilidad sostenible. Les contamos que los tráficos a motor necesarios para que la ciudad funcione son mínimos y compatibles con la calidad urbana. Hay que eliminar sobre todo los tráficos de paso y los de extenuación (los que buscan aparcamiento, básicamente), favoreciendo sólo los tráficos de destino.
A veces nos dicen: “Habéis conseguido hacerlo en vuestra ciudad porque es pequeña”. Trampa. Miles de ciudades pequeñas no lo hacen –y deberían– y cientos de ciudades grandes podrían hacerlo por distritos, ya que la vida cotidiana de cada persona se desarrolla en uno, dos o tres distritos como máximo. Y sí, se puede.
Desde Pontevedra, con toda humildad y con los deberes hechos, animamos a construir ciudades más saludables. Cada una debe encontrar su camino, pero el hilo conductor está claro: domesticar el coche y 'desautoxicar' la ciudad.