Buenos días confinados a todos.
Seguramente la mayoría de los que leáis esto no me conoceréis absolutamente de nada porque no soy ni un político, ni un youtuber, ni un personaje de televisión, ni un deportista, ni un delincuente mediático. Pertenezco a un gremio que importa poco a la gran población mundial. Me llamo Zapata y soy tenor de ópera.
Quiero compartir con los pocos que me conocéis, y con la gran legión que no sabe quién soy, la experiencia que viví ayer en el cierre del hospital de campaña que se instaló en Ifema debido a esta maldita pandemia.
Esto que voy a decir ahora es muy muy importante. Os rogaría que lo leyeseis con mucha atención, porque el no usar la comprensión lectora en estos momentos os conducirá, no sé por qué extraño motivo, a meterme dentro de una de las ideológicas cajas estancas que tenéis en el cerebro.
Allá voy. Lo que os voy a relatar justo después de este párrafo no tiene ningún tinte partidista, ya que la política, sus partidos y en muchos casos la ideología hace años que se convirtieron en una de mis mayores decepciones, y que además en la actualidad son sin duda una de mis mayores tristezas. Me siento golpeado cada instante por una terrible e irreconducible hipocresía que creo que es una sensación común para todos. Un día, una persona a la que quiero mucho me dijo que lo que los demás hicieran o pensaran le daba igual porque ella siempre, siempre, siempre estaba con los “suyos”. Bien, yo vivo en las antípodas de esta persona querida. Yo no tengo “míos”; los “míos” son todos. Si no habéis interiorizado este último párrafo, ¡volved al principio, por favor! Os lo ruego. ¡Releedlo hasta que el grabarlo a fuego os sirva para comprender sin prejuicios! Si no, NO SIGÁIS LEYENDO, porque ya tendréis vuestro propio juicio invadiendo vuestros intelectos, incluso antes de leer lo que os quiero relatar.
El vídeo que veis es la grabación de la despedida que ayer se le dio a los últimos cuatro pacientes del hospital de Ifema. El que canta ahí soy yo. ¿Por qué? Porque el pasado domingo mi amiga Mar Equiluz, gran regidora de ópera y teatro, y que al ser voluntaria en el SAMUR y Protección Civil llevaba en el hospital desde que se abrieron sus puertas, siendo entre otras cosas la persona que creó la biblioteca de Ifema, me llamó para pedirme “regalar” a esos últimos pacientes y a los sanitarios que se despedían de aquel oscuro, en todos los sentidos, lugar, un poco de música.
Me pidió que cantase Nessun Dorma. Mi pensamiento de cantante fue: jo, me encantaría, pero es que llevo 45 días sin cantar porque no me sale, no me apetece, no tengo ganas... Pero me pareció tan bonito poder llevar un pedazo de buena música, para mandar a tomar por culo el sufrimiento donde ha habido tanto, que le dije que sí. Le pregunté: ¿tendremos equipo de sonido? Respuesta: no. “¿Y puedo llevar un piano o algún instrumento?” Respuesta: no.
Bueno, es igual, pensé. A capella y mirando a los ojos a toda esa gente a la que le estoy, le estamos, tan agradecidos. Luego pensé: oye ¿y por qué no les regalo mi CD de tango que ya no se vende, y tengo las últimas copias conmigo? Pues allí que me planté con todos los que me quedaban, para poder darles una mínima parte de lo que ellos nos están dando a nosotros.
Esta es la intrahistoria.
La otra historia es que aquello se convirtió en un gran acto de cierre del hospital de campaña, y que cuando las imágenes mías cantando se hicieron públicas, despertaron de su letargo a toda esa gente que está en hibernación detrás de sus móviles hasta que algo no les gusta o no les parece bien y llama su atención para destrozarlo sin miramientos. Porque me he dado cuenta de que estos seres no se cuestionan nada. No tienen curiosidad. Poseen su propia verdad y solo se limitan a vomitar palabras llenas de “vendetta”.
También lo hacen los políticos de los otros “bandos” que olvidan a la voz de ya todas las enormes cagadas que ellos mismos han organizado durante este desastre. Porque cuando ellos la lían, lo hacen por apoyar ideales y al pueblo; cuando lo hacen los otros, es electoralismo vil. A esto le podéis cambiar las siglas en un sentido u otro porque el orden de los factores no altera la poca vergüenza y la falta de memoria. Si después de leer este último párrafo, ya me habéis colocado en un bando u otro, haced lo que os decía al principio. Leedlo más veces. Y si lo seguís pensando: dejad de leer porque lo que yo soy o pienso ya lo sabéis vosotros mucho mejor que yo.
Lo que yo pude vivir ayer en Ifema, fuera de distancias sociales o un mayor o menor número de personas, fue un acto lleno de cariño, ternura, amistad, agradecimiento y esperanza. Me han puesto a parir en redes por cantar sin mascarilla. Desde aquí os aclaro que con una mascarilla no se puede cantar. Llevé puesta desde que salí de mi casa en Illescas una mascarilla FFP2 y unos guantes que solo me quité para cantar, porque si no me la quito no se me escucha. Qué le vamos a hacer… no tengo el talento de Mari Carmen y sus muñecos.
Me han dicho que escupía a los enfermos y podía contagiarlos. Este comentario expresa la estupidez humana en grado sumo. A parte de llevar más de 45 días encerrado a cal y canto, es muy difícil contagiar a quien ya lo está, ¡idiotas del “pajarito”! El único que corría algún tipo de riesgo era yo y solo yo. Cuando acabé de cantar me limpié la cara, las manos y todas las superficies con las que había tocado algo con hidroalcohol, y para casa.
Otra cosa que he leído, y que no sé si es lo peor de todo, es que esto de ir cantar a “enfermitos” lo hacía un servidor para “chupar cámara”. Mirad, a los que me conocéis y sois amigos, no tengo que explicaros nada. Y a los que no os caigo bien, no me queréis o simplemente no me conocéis, por mucho que os jure y perjure que estas cosas se hacen DE CORAZÓN, vosotros tendréis ya hecho vuestro juicio previo. Nada que hacer.
Dicho esto, me gustaría haceros dos consideraciones.
1. Ningún cantante profesional de ópera de cierto fuste se pondría a cantar delante de los medios sin unas mínimas condiciones acústicas o ambientales, y mucho menos lo haría sin ningún tipo de acompañamiento armónico. Y encima menos aún en una situación de máxima e incontrolada emoción donde el mejor amigo del tenor es “el gallo”.
2. Se ve en las imágenes de las televisiones cómo, cuando acabo de cantar y veo a una de las señoras enfermas llorar, me voy instintivamente a abrazarla y mi amiga Mar, con buen criterio, me para. ¿Sabéis por qué me pasó eso? Porque está dentro de mí. Porque ese impulso es mucho más antiguo de lo que yo soy. Porque soy humano y amo a los humanos, y tras 45 días de encierro eso no ha variado. Ahora tendré que reeducar eso que muchos idiotas del pajarito consideraron una actitud intolerable. Lo conseguiré por mi bien y por el de los demás.
El resumen es: no me arrepiento de absolutamente nada. Lo volvería hacer mañana mismo. ¡Y lo que yo me llevé ayer en mi corazón y en mi memoria no me lo quita nadie!
Para terminar, deciros que cuando la gente se ríe de James Rhodes por alabar las cualidades de nuestro país, me entristece mucho. Porque yo pienso exactamente igual que él. Amo los cuatro costados de este país nuestro que está preñado de talento, de vida y de emoción. Yo que he viajado tanto, doy gracias a lo divino por haber nacido en el sur, en mi sur. Pero James probablemente no ha descubierto aún esa “cara B” de nuestro disco nacional, ¿o será mundial? No lo sé. A mí me importa mi tierra, lo siento.
Igual que amo con todo lo que fui, soy y seré la “cara A” de España, detesto, odio esa “cara B” en donde hace mucho tiempo que se mandaron las escalas de grises a tomar por saco. Donde eres de los “míos” o de los “otros”. Y ese país, el de las dos caras, son también nuestros políticos. “No nos representan”, dicen muchos. Y yo siempre les respondo: ¿tú crees que a Sánchez, Rajoy, Iglesias, Arrimadas, Torra, Aznar, etc. ¿los depositó una nave de alienígenas en el Paseo de la Castellana? Ellos somos nosotros, nosotros somos ellos. Si queremos que ellos cambien, los primeros que tenemos que cambiar somos nosotros y nuestra filosofía de colectividad y de pueblo.
Este es el final. Si aún me encuadráis en algún partido o ideología, este mensaje se autodestruirá al finalizar la chacona en re menor de Bach.
¡Mucha salud y que la música buena os acompañe siempre!