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Hay que hablar con urgencia sobre los peligros de un segundo mandato de Trump

28 de enero de 2024 23:16 h

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Con la victoria de Trump en New Hampshire, las líneas de batalla están trazadas para noviembre. A menos que suceda algo muy extraño, estamos ante una revancha entre Joe Biden y Donald Trump.

Ya es hora de acabar con cualquier ilusión residual sobre la viabilidad de un candidato republicano moderado o lo que traería un segundo mandato de Trump.

Ahora la pregunta no es quién se postula, sino si la democracia estadounidense perdurará.

Para decirlo sin rodeos, no lo hará si Trump resulta elegido.

Ya nos ha dicho, muchas veces y en términos muy claros, lo que hará en un segundo mandato: enjuiciará con todo el poder del gobierno a quienes percibe como enemigos. Llamará a los militares para sofocar la protesta ciudadana. Nunca volverá a permitir unas elecciones justas.

“Doce años más” ya no es sólo una broma para complacer a los fieles estridentes y con gorras rojas.

“Los estudiosos serios del fascismo ahora dicen que la 'palabra F' es merecida”, me dijo en una entrevista el miércoles Jeff Shariet, profesor de Dartmouth y autor de 'The Undertow: Scenes from a Slow Civil War' ('La resaca: Escenas de una guerra civil lenta').

¿Realmente quieren los estadounidenses vivir en una nación fascista o autoritaria? Algunos pueden creer que todo saldrá bien y que la pérdida de libertad puede dañar a otros, pero no a ellos, pero la mayoría de nosotros no queremos eso. O no lo haríamos si fuéramos plenamente conscientes de las consecuencias.

Hablé con Sharlet sobre las acciones que la prensa convencional y los ciudadanos comunes y corrientes pueden tomar ahora que sabemos lo que sabemos.

Él cree que las redacciones, grandes y pequeñas, necesitan educar a su personal sobre los peligros del fascismo.

“Es necesario que haya una pausa”, dijo, en la cobertura como de costumbre, y un ajuste de cuentas interno. Sharlet sugiere que los líderes de los medios traigan a académicos, por ejemplo, Timothy Snyder, de Yale, quien escribió 'On Tyranny' ('Sobre la tiranía'), para que lideren las discusiones en la sala de redacción, basándose en un precedente histórico claro. Ruth Ben-Ghiat, autora of 'Strongmen: Mussolini to the Present' ('Hombres fuertes: de Musolini al presente') sería otra excelente elección.

Después de que The New York Times escribiera que la victoria de Trump en New Hampshire “plantea preguntas” sobre el camino a seguir por su rival republicana Nikki Halley, Sharlet se burló señalando que tales cuestiones están resueltas desde hace algún tiempo, “pero una prensa construida para las carreras de caballos sigue promocionando un camino que nunca existió, cuando debería estar reequipándose para cubrir un fascismo que muta rápidamente”.

¿Es realmente posible tal reestructuración? Por supuesto que es.

El hecho de que muchas redacciones tengan ahora equipos o reporteros sobre democracia sugiere que entienden el problema hasta cierto punto. Pero necesitan actuar con mucha más urgencia al respecto.

Ese tipo de cambio requiere un liderazgo claro desde arriba.

The New York Times –ahora más influyente que nunca, mientras otras organizaciones de noticias se reducen y desaparecen– debería dar ejemplo. Su principal editor, Joseph Kahn, con su pasado como extranjero corresponsal en China, está muy bien posicionado para tomar la iniciativa.

Como lo expresó tan memorablemente el profesor Jay Rosen de la Universidad de Nueva York, la cobertura debe reorientarse: “No las probabilidades, sino lo que está en juego”. Por supuesto, vemos historias sobre lo que “está en juego”, incluso en la portada del Times, pero es indiscutible que la cobertura de las carreras de caballos todavía domina. Hacia qué exactamente estamos corriendo es una pregunta que vale la pena plantear en la cobertura política diaria.

¿Y qué pasa con los ciudadanos comunes y corrientes?

Quizás lo más importante es que deben dejar de desconectarse. No deberían darse por vencidos ni decidir despreocuparse por la política o el futuro del país. “La gente necesita prestar atención al agotamiento que siente y saber que es un síntoma de aquiescencia y adaptación”, me dijo Sharlet.

Como me dijo Ben-Ghiat en mi podcast American Crisis, ese agotamiento es parte del manual del hombre fuerte. Trump crea caos y nos cansamos de él. Cansados del incesante flujo de malas noticias, las terribles advertencias y la ansiedad, nos retiramos a nuestra vida personal o a nuestras burbujas políticas.

Más consejos de Sharlet para los ciudadanos: formar un “club de lectura aburrido” y leer, por ejemplo, 'Proyecto 2025' de la Heritage Foundation, el impactante (y de casi 1.000 páginas) plan de derecha para desmantelar el gobierno federal e instalar aliados políticos después de una elección de Trump.

Como escribió Associated Press: “Los conservadores de la era Trump quieren destripar al 'Estado administrativo' de dentro, despidiendo a los empleados federales que creen que obstaculizan la agenda del presidente y reemplazarlos con funcionarios con ideas afines y más deseosos de cumplir con el enfoque de gobierno del nuevo ejecutivo”.

Ni los periodistas políticos ni los ciudadanos comunes y corrientes necesitan convertirse en auténticos estudiosos del autoritarismo durante los próximos nueve meses. Pero no entender y no actuar en consecuencia –ya sea por tedio o porque “siempre lo hemos hecho de esta manera”– es peligroso. Ahora, con la claridad de las primarias de New Hampshire detrás de nosotros, es hora de tomar las cosas en serio.