Razones y matices sobre nuestra adhesión al manifiesto
Desde la CUP-Crida Constituent siempre hemos mantenido una posición muy clara y sin ambajes en relación a la naturaleza y razón de ser del proyecto de Construcción Europea. Para nosotros, ese proyecto responde desde su momento fundacional, con el Tratado de Roma de 1957, a la clara voluntad de los grandes intereses económicos (productivos y financieros) de construir un espacio a su medida, desde donde garantizar su reproducción ampliada.
No tenemos duda alguna que los grandes hitos de la integración europea –la entrada en vigor del Mercado Único en 1993, la entrada en circulación del euro en 2002, la ampliación hacia el Este, y actualmente las negociaciones de tratados de comercio e inversión como el CETA o el TTIP– responden a la cristalización de las concretas demandas que diferentes grupos de poder han ido diseñando de manera progresiva durante las últimas décadas y que han contado, para su implementación, con la capacidad de acción e influencia de poderosos grupos de presión sobre las diferentes estructuras institucionales europeas. Hay en Bruselas en la actualidad, aproximadamente, unos 30.000 'lobbistas'. Uno por cada político que se dedica al ámbito de la legislación. El 70% de ellos se dedica a asesorar directamente a favor de los intereses empresariales, con millones de euros a su disposición y acceso privilegiado a los cargos políticos.
Para nosotros, a estas alturas de concreción del proyecto europeo neoliberal, ya no hay duda que las instituciones Europeas, desde el Banco Central hasta la Comisión, no son nada más que las marionetas ejecutoras de la normativa de turno, adecuada siempre para asegurar la consolidación de este espacio a medida, diseñado 'pret-a-porter', para el capital. El Parlamento europeo emerge en ese entramado como una gran torre de Babel donde toneladas de documentos y normativas, que se acumulan en los despachos de centenares de eurodiputados y miles de burócratas, actúan como el opaco celofán de la farsa democrática con la que pretende envolverse la Construcción Europea.
La eclosión de la crisis en agosto de 2007, y el conjunto de políticas concretas de gestión que se derivan, evidencian cual es el resultado de casi seis décadas de proyecto europeo. El paisaje desolado deja unas periferias con su tejido productivo devastado, sociedades altamente desiguales y niveles obscenos de precariedad laboral y vital, fruto de un modelo de desarrollo y crecimiento que ha primado, con su política económica y sobretodo monetaria, la consolidación de una Europa Central productora y competitiva, apoyada sobre unas periferias importadoras que han visto como se incrementaba progresivamente su nivel de endeudamiento. Las implacables e inhumanas políticas de gestión de la crisis se han convertido en una medicina que, lejos de recuperar a sociedades enfermadas, las condena a vivir en la inanición. Quién hizo al enfermo quiera ahora vender el hospital, con una receta austericida aplicada sin piedad por la Troika, e impuesta también por los diferentes gobiernos estatales. Una receta que se ha convertido en un mecanismo muy eficaz de extracción, succión y transfusión de los recursos de las clases populares, y del conjunto de las sociedades afectadas, para orientarlos a engrosar las cuentas y beneficios del conglomerado del capital internacionalizado.
Para la CUP-CC resulta evidente que la construcción de una Europa que responda a las necesidades de los diferentes pueblos que forman parte de ella y que, al mismo tiempo, sea un polo de solidaridad respeto a los pueblos que la rodean, y los del resto del mundo, se ha de construir a partir de una arquitectura institucional radicalmente antagónica a la actual. Siempre lo hemos dicho y ahora y hoy nos reafirmamos: solo fuera del euro y de la Unión Europea puede haber soberanía para los pueblos. Al mismo tiempo, empero, somos conscientes del gigante reto que supone para nosotros, como pueblo y como proyecto de unidad popular, construir una alternativa concreta, real y plausible a ese monstruo devorador de pueblos, de derechos sociales, de esperanzas y de vidas que Es la actual UE. Hoy por hoy, esa alternativa es todavía débil. Pero es nuestro compromiso poner nuestro grano de arena para contribuir, con el resto de pueblos de Europa, del Mediterráneo y del mundo, a hacer posible esta alternativa. Es por ello que, desde la CUP-CC saludamos con complicidad y satisfacción la aparición de la propuesta Un Plan B para Europa, y la apoyamos con la firma del manifiesto de algunos de nuestros militantes, con la esperanza que esta posibilidad de coordinación de todas las voces críticas con el consolidado proyecto neoliberal de construcción europea sea un espacio de profundización y mejora de las reflexiones críticas y las prácticas resistentes y transformadoras
Apoyamos la iniciativa a pesar de estar completamente seguros y convencidas de la imposibilidad de reformar, tal y como propone el manifiesto y en un sentido democrático y de justicia social y ambiental, el conjunto de las Instituciones Europeas. Desde los Països Catalans, y como pueblo que sufre la doble negación del acceso a la plena soberanía política, económica y popular –por el hecho de estar sometido a dos estados, el español y el francés, que nos niegan el derecho a la libre autodeterminación; y también por el hecho de estar integrados, a través de ambos estados, en el el euro y la UE– reivindicamos el derecho a nuestra independencia, conscientes de que ésta, por sí sola, no garantizará el acceso a la plena soberanía sino somos capaces de construir, con el resto de pueblos de Europa y de ambos lados del Mediterráneo, una alternativa a ese proyecto capitalista que representa la Unión Europea.
Por ello, conscientes de nuestro lugar periférico en el seno de la Unión Europea de los estados y los mercados, del fraude y de la exclusión social, esperamos poder compartir, en red, con el resto de personas y organizaciones firmantes del manifiesto Un Plan B para Europa, nuestras reflexiones, matices y proyectos, desde la certeza del paso que significa el manifiesto, que nos acerca a un escenario para nosotros absolutamente imprescindible, irrenunciable y ya ineludible. Un escenario donde, desde el conjunto de las clases populares de los diferentes pueblos de Europa y el Mediterráneo, será necesario levantar una nueva arquitectura institucional y política fundada sobre la solidaridad y el respeto a la autodeterminación de los pueblos que, ahora sí, posibilite el despliegue de un modelo de desarrollo económico y social basado en la justícia social, el respeto a los equilibrios ecológicos y la solidaridad con el resto de pueblos del mundo.