¿En qué nos estamos equivocando?
La pregunta es reiterada: “Si en Madrid llevamos las mascarillas y la pandemia se descontrola ¿qué estamos haciendo mal?”. Una parte importante de los contagios en Madrid se producen en los barrios más humildes, donde el hacinamiento en las viviendas y la imposibilidad de salir de la ciudad por vacaciones se ceban con la desigualdad. Pero también, entre los no estamos limitados por las terribles restricciones de la pobreza, parece que estemos relajándonos en privado, respetando las medidas higiénicas, y el eventual aislamiento individual, solamente cuando nos exponemos al escrutinio de desconocidos o a ser multados.
¿Será que padecemos de algún tipo de defecto intrínseco? Francamente, no. Es más bien el politiqueo, la política reducida a la confrontación mediática de intereses partidistas, produciendo dos cortocircuitos: uno en la ejecución de la estrategia epidemiológica de la Comunidad para evitar un nuevo confinamiento general, y otro en la construcción del compromiso colectivo con las medidas individuales.
Pensemos en los cuatro meses (hasta la firma de los Pactos de Cibeles, luego bautizados Acuerdos de la Villa, que propuso Más Madrid) en los que José Luis Martínez Almeida cosechó el entusiasmo por no politiquear abiertamente, y en cómo se va diluyendo esta imagen por su apoyo, ahora consolidado como portavoz del PP, a Isabel Díaz Ayuso y a Pablo Casado, ninguno de los cuales ha demostrado capacidad de diálogo alguna.
Nos enfrentamos a un problema de Salud Pública. La Salud Pública es política, pero nunca es politiquera. Antepone lo colectivo a lo individual, el medio plazo a lo inmediato, el relato del tsunami al lenguaje belicista. Se centra, en detrimento de lo “hospitalocéntrico”, en la Atención Primaria, en la Medicina Preventiva y en la Salubridad.
Sin embargo, el gobierno madrileño para resolver la contradicción entre su ideología neoliberal y la Salud Pública, se ha instalado en soslayarla con propaganda. Desoye contratar rastreadores o reforzar Atención Primaria, pero construye un hospital innecesario. Plantea un cribado en los nuevos focos o exigen PCR en Barajas, pero sin el menor rigor científico. O confronta con el Gobierno de España negando sus propias competencias. Estos elementos además de dificultar la labor de la Administración, irrumpen en la agenda mediática generando confusión y desconfianza en las medidas a seguir en la población.
Igual pasa en las competencias municipales, en forma de colas del hambre, de movilidad insostenible, de contaminación, de suciedad viaria… Gracias a la oposición, el Ayuntamiento ha ido ofreciendo colaboraciones a la Comunidad que han sido o bien rechazadas, como con los rastreadores, o bien desatendidas, como con las residencias o colegios. El Ayuntamiento, lejos cuidar del pueblo de Madrid, ha callado, protegiendo la lógica del Partido Popular contraria a la Salud Pública y que ahora, con las nuevas funciones políticas del alcalde, pretende vestir de voluntad de pacto nacional.
En términos económicos las viejas soluciones neoliberales de los conservadores, bajadas de impuestos y reducción del gasto público, son contrarias tanto a la contención de la enfermedad como a la recuperación en este contexto. La pandemia rompe por el eje al neoliberalismo individualista, y bien es cierto que el Gobierno de España, quizás contentado en mostrarse como la alternativa al avance de los conservadores más radicales, no está luchando todo lo enérgicamente que debiera contra las causas profundas del crecimiento de la ultra derecha.
Solamente con paciencia, con cuidado, con colectivo, con fortalecimiento e inversión en los servicios públicos, luchando comprometidamente contra la desigualdad y en favor del medio ambiente, desde la moderación y el consenso, podremos evitar volver a abrir en falso los negocios, los colegios, los centros de ocio… atender la angustia inmediata sale mucho más caro que hacer las cosas bien, pero para ello es imprescindible que la mayoría de los grupos políticos interioricemos de una vez por todas que la quiebra de la Salud Pública es la placa tectónica que alza el tsunami de las olas de la pandemia.
Mientras esto no ocurra, estaremos condenados a añadir al sacrificio que ya vivimos, dosis definitivamente insoportables de desesperación y tensión social y económica, que pueden poner en riesgo a la sociedad y a la democracia en su conjunto.
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