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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Más ganador, más transversal

Sergio Pascual

Cabeza de lista por Sevilla de Unidos Podemos —

Podemos concurre a unas elecciones generales que se han convertido en una verdadera segunda vuelta entre el proyecto continuista del PP, que sería apoyado con toda probabilidad por C´s y -según la propia Susana Díaz- por el PSOE, y el proyecto de cambio, transformador, que representa la unión de voluntades e identidades muy diferentes que convergen en la papeleta de Unidos Podemos. El reclamo ecologista otrora representado en la papeleta de Equo; el anhelo de una democracia de proximidad, evolución natural del enraizamiento de nuestras culturas en este diverso país plurinacional, en su declinación autónoma como EnMarea, EnComú o EselMoment, o tiñéndonos de verde y blanco en Andalucía; la defensa del Estado de Derecho y sus instituciones, encarnadas en Juan Pedro Yllanes, Vicky Rosell o Julio Rodríguez; o en Ada Colau, en lo que refiere a los derechos sociales; y también ahora lo mejor de la tradición política en defensa de los derechos de las trabajadoras y los trabajadores.

La polifonía que cada día más compone Podemos es representativa de los de abajo, del pueblo español, de la heterogénea amalgama que componemos gentes diversas con acentos corales, con creencias e ideologías diversas, con trayectorias culturales y políticas disímiles, pero con un compartido inmenso consenso social en la necesidad de recuperar nuestro país para su gente, acabar con los desahucios, recuperar los ahora escuálidos servicios públicos y auditar el enorme desfalco de las arcas públicas en sus distintas versiones, la corrupción rampante o la administración desleal de los recursos de todos para construir aeropuertos sin aviones.

Ese enorme consenso social que nos une y disuelve los símbolos y las tribus políticas y sociales que nos separaban palidece ante el más transversalizador de los paradigmas: la victoria.

La misma posibilidad de victoria que se hizo posible en el imaginario colectivo merced, entre otras razones -como el derrumbe de UCD- a las incorporaciones de Tierno Galván -y su Partido Socialista Popular- durante los procesos de Unidad Socialista del 78 o la de Francisco Fernández Ordóñez -y su Partido de Acción Democrática- a las puertas de su victoria en 1982.

Nada arrincona más las diferencias que la posibilidad cierta de victoria y es esto lo que ahora atisbamos los votantes del cambio. En esta segunda vuelta las condiciones están dadas para ganar.

Habrá quien tirando de individualismo metodológico trufado de conductismo trate de trivializar esta suerte de efecto bandwagon que se avecina en esta segunda vuelta, pero lo cierto es que la política además de razón y números es piel y corazón, porque estas son unas elecciones atípicas, elegimos más un gobierno que un parlamento -así lo ha querido la historia forzando una suerte de Presidenciales para deshacer el empate catastrófico del 20D-, y en este tipo de comicios la clave es la confianza, esa que piden los candidatos, confianza una y otra vez traicionada por los gobiernos del bipartidismo en España, y ya se sabe, la confianza no entiende de plasmas.