En España el café sabe muy mal. Era algo que sabían los baristas y los grandes aficionados al café desde hace años, pero no el público en general. Gracias al artículo de ConsumoClaro de hace solo unos días, muchísimos más españoles saben que una de las razones principales por las que el café sabe muy mal es que los bares suelen servir café torrefacto.
Pero lo que no sabe tanta gente es que el responsable último de que los españoles bebamos este café quemado, el culpable de que suframos cada vez que lo bebemos en un bar cualquiera, tiene nombre y apellidos. Una figura poco conocida que enseguida querrás incluir en la lista de villanos, pero que quizá también deberías apuntar a la de los héroes.
Una solución para un problema grandísimo
Como os contaba recientemente, parece que el origen del café torrefacto se sitúa en Cuba (aunque hay quien señala a México). Los mineros cubanos añadían azúcar a los granos de café para protegerlos de la humedad y las temperaturas de la mina y mantenerlo en buen estado durante toda la estancia en la oscuridad. De esta práctica minera se enteró el extremeño José-Gómez Tejedor, nuestro protagonista, fundador de la tostadora y distribuidora de café La Estrella, empresa que sigue viva hoy día y de la que Nestlé es propietaria.
Gómez-Tejedor fue el primer productor comercial de café torrefacto. Tostó café torrefacto por primera vez en 1867, en la fábrica de Cafés La Estrella en Badajoz. Unas décadas después, el 21 de diciembre de 1901, obtuvo la patente de invención del café torrefacto, que le atribuía la exclusividad en la producción del café torrefacto durante veinte años.
Este café supuso, en aquella época, una revolución, pues solucionaba el principal problema que tenía la industria en aquel momento: el café se ponía malo muy pronto tras el tueste y el transporte de mercancías no estaba tan desarrollado como ahora, por lo que era difícil que llegara a lugares relativamente distantes de
una fábrica tostadora.
El azúcar que se añadía al grano durante el tueste lo protegía –a pesar de que, como sabemos, sacrifica parte del sabor– y le proporcionaba una vida útil de unos 4-6 meses, suficiente para distribuir a mayor escala.
El empujón de la posguerra
En una España destrozada y arruinada por la Guerra Civil, el café era un bien escaso (a pesar de que Brasil nos regalase 600 toneladas), caro y limitado por el racionamiento. Tal era la situación que surgieron sucedáneos del café, algunos incluso legalmente autorizados, producidos a partir de achicoria, malta, cebada, maíz, algarrobas o bellotas torrefactas.
El café de Gomez-Tejedor encajaba perfectamente en esos tiempos de escasez: la torrefación permitía utilizar menos cantidad de granos para producir más tazas de café, por lo que el precio de cada taza se abarataba. De cada 100 kilos de café torrefacto, 15 o 20 kilos realmente eran azúcar, un producto mucho más barato que el café. En estas circunstancias el torrefacto se popularizó por toda España: mejor una taza de torrefacto que una taza de “café” de maíz, ¿no?
Gómez-Tejedor, un pionero de la publicidad
La innovación del cafetero no se remonta solo a temas de alimentación, sino que el extremeño fue también un genio de la publicidad. En 1907 inventó lo que el Centro de Documentación Publicitaria llama el “billete-anuncio”: consiguió el patrocinio del Banco de España para imprimir billetes de pesetas (de curso no legal) en las que se recomendaba su café torrefacto. En la época surgieron numerosas imitaciones de billetes no oficiales con mensajes publicitarios, pero fue Gómez-Tejedor el primero (quizá único) que consiguió hacerlo bajo colaboración oficial del Banco de España.
Al mismo tiempo, Gómez-Tejedor creó postales de su marca cafetera que ahora son objetos de coleccionismo. Unos años más tarde, en 1930, Cafés La Estrella fue nombrada proveedora oficial de la Casa Real Española, por lo que este era el café que Alfonso XIII servía a sus invitados en reuniones de alto nivel. ¡Café torrefacto para las personalidades más altas del país! En esta misma década Gómez-Tejedor fue asimismo pionero en publicidad radiofónica, emitiendo canciones publicitarias en Radio España, unas canciones que calaron bastante en la sociedad de la época, como esta que reproducimos aquí abajo. Con la llegada de la televisión, en los 60, la empresa también fue de las primeras en hacer lo propio en el nuevo formato audiovisual.
Héroe o villano
Podríamos tratar a Gómez-Tejedor de villano, por ser el responsable último de que toda España beba café de la peor calidad. Pero creo que debemos tomarlo por héroe: primero revolucionó la industria resolviendo el problema de la conservación, y luego, aunque por casualidad, hizo que el café fuese un poco más accesible en unos años duros para los españoles. Por el camino, además, fue un genio y pionero de la publicidad en España.
El café torrefacto es simplemente un café adecuado a otras épocas. Épocas pasadas en las que la conservación y distribución del café eran un problema o en las que, por la situación sociopolítica, el café era caro y escaso. Hoy, la conservación y la accesibilidad al café no son un problema: hay café natural en todos los supermercados, y café recién tostado de los mejores orígenes en cafeterías especializadas de las grandes capitales del país. Así que reconozcamos que Gómez-Tejedor era un genio, difundamos su figura, poco conocida, pero dejemos atrás de una vez por todas su café torrefacto.
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CORRECCIÓN: La primera versión de este artículo daba a entender que los billetes del Banco de España con publicidad del café torrefacto de La Estrella eran de curso legal, algo que ha sido corregido.