El lanzamiento de la Oferta Pública de Adquisición de Acciones (OPA) por parte del BBVA al Banco Sabadell abre una guerra entre grandes bancos por la captación de cuota de mercado en el sector bancario español. La oferta consiste en ofrecer una acción nueva por cada 4,83 del Banco Sabadell sobre el 100% de las acciones, equivalente a la oferta que ya ofreció el BBVA al Sabadell de manera amistosa y que Banco Sabadell rechazó, y que está valorada en unos 12.200 millones de euros. De conseguir más del 50% de aceptación de los accionistas, el BBVA podría comprar el Banco de Sabadell, reduciendo el número de bancos existentes actualmente en el sistema bancario español e incrementando de nuevo su grado de concentración.
Se trata de una operación de adquisición hostil entre el tercero y el cuarto banco más grandes del Estado español que ni el Gobierno español, a través de su Ministerio de Economía, Comercio y Empresa, ni la Comisión Nacional del Mercado de Valores ven con buenos ojos. La operación, de aprobarse, se llevaría adelante durante el 2025 y supondría la creación del segundo banco más grande de España, con 671 mil millones de euros de activos totales, por detrás del Santander (757 mil millones), pero por delante de CaixaBank (500 mil millones). Entre las tres primeras entidades (Santander, fusión BBVA-Sabadell y CaixaBank) sumarían 1,92 billones de euros de activos totales, lo que representa el 64% del total del sistema bancario español.
En toda la historia del sector bancario español solo se ha producido una OPA hostil, precisamente la que protagonizó el Banco de Bilbao (actual BBVA) sobre Banesto en 1987, cuando este último entró en crisis durante la década de los ochenta del siglo XX; operación que fue abortada por la Bolsa de Madrid. Por tanto, se trata de operaciones muy poco habituales y que en este caso se suma a una primera propuesta de fusión en 2020 que también rechazó Banco Sabadell. Por otra parte, una parte importante de analistas financieros especializados en el sector bancario ven complicado que la operación pueda tener éxito por las características de la misma: por tratarse de un simple canje de acciones de una y otra entidad, cuya prima sería de apenas el 18%, y porque el capital del Sabadell está atomizado entre fondos de inversión que no ven suficientemente atractiva la operación.
Se trata, por tanto, de una operación que difícilmente puede alcanzarse y que sin embargo podría generar inestabilidad en el sistema. En todo caso, habrá que esperar a la reacción del Banco Central Europeo, dado que estos dos bancos, por su dimensión, dependen directamente de éste.
Además, de prosperar la OPA o de producirse finalmente la fusión entre los dos bancos, bien a través de la adquisición de acciones o bien a través de otro tipo de operaciones (fusión pura o absorción), las consecuencias de ésta no serían precisamente positivas desde el punto de vista social y territorial. Así, en primer lugar, las diferencias en el modelo de negocio de ambos bancos podría provocar efectos negativos en la cohesión territorial, especialmente en Cataluña y en la Comunidad Valenciana. El modelo de negocio de Banco Sabadell es un modelo de banca de empresa arraigada en el territorio, basado principalmente en la financiación de pequeñas y medianas empresas catalanas. Lo mismo sucedía con la CAM, entidad que fue absorbida por Banco Sabadell, y que también mantenía un modelo de arraigo al territorio en la Comunidad Valenciana. BBVA, por el contrario, presenta un modelo de negocio basado en la internacionalización y en una clientela más generalizada a la que ofrece sus servicios como depositantes. La adquisición por parte de BBVA podría suponer un perjuicio importante para empresas micro y de pequeña y mediana dimensión, que podrían ver cómo el acceso al crédito podría hacerse más difícil, repercutiendo así en la exclusión financiera en el ámbito empresarial.
Por otra parte, las fusiones bancarias provocan efectos negativos tanto en el empleo como en la oferta de servicios a la sociedad. Así, la duplicidad de oficinas que se produciría con la fusión obligaría al cierre de una parte de las mismas, lo que a su vez obligaría a realizar reestructuraciones de plantilla con los consiguientes despidos. Esto llevaría a destrucción de empleo en un sector donde ya se han dado fuertes procesos de cambio en las plantillas mediante jubilaciones anticipadas y despido de trabajadores, precisamente como consecuencia de las fusiones que se han producido en momentos anteriores, sobre todo a raíz de la crisis financiera del 2008. Otro efecto negativo es el que se produce como consecuencia de la reducción del número de entidades y, por tanto, del aumento de la concentración del sector; más si tenemos en cuenta que se trata de un sector ya altamente concentrado, precisamente también por todas las fusiones que se han ido produciendo en otros momentos del tiempo. Las fusiones producen una reducción en la oferta bancaria que se traduce en mayor poder de negociación de los bancos sobre sus clientes, lo que lleva a abusos de poder (aumento de las comisiones, estafas, …) y a exclusión financiera o mayores dificultades para acceder en condiciones adecuadas a productos y servicios financieros.
Por último, las fusiones bancarias aumentan el riesgo sistémico del sector, derivado del incremento del tamaño de estas entidades. Así, los bancos se convierten en bancos demasiado grandes para dejarlos caer, lo que en situaciones de crisis bancarias obliga a las Administraciones a inyectar dinero público en forma de ayudas para proteger los intereses de los clientes, lo que incrementa la deuda pública del Estado.
En definitiva, se puede concluir que la OPA hostil lanzada por BBVA sobre Banco Sabadell no ha sido una decisión apropiada, tanto por cuestiones técnicas y formales como por las consecuencias sociales que esta operación puede provocar en momentos de elevada incertidumbre, no solo en el sector bancario, si no en el conjunto de la economía.