La responsabilidad del Presidente Rajoy en la cascada infinita de casos de corrupción le tenía que haber situado, hace tiempo, fuera de la política. Su negativa a asumir lo obvio y sus políticas antisociales, nos llevó a una parte de los diputados socialistas a votar no a su investidura, en medio de una crisis del PSOE. Aquel día tuvimos la oportunidad de patentizar nuestra censura a un personaje político indecente.
La corrupción estructural del PP, constatada de nuevo con las declaraciones que hemos escuchado en el juicio de la rama valenciana de la trama Gürtel, pide a gritos la dimisión de Rajoy por su responsabilidad política en las tramas que financiaban de manera ilegal e inmoral al PP. Y hubiera servido una Moción de Censura... si fuera posible y su previsible discurrir no favoreciera los intereses de una derecha bicéfala
La defensa de la democracia y sus valores así como la recuperación del prestigio de las instituciones y de los partidos convierte en una exigencia la renuncia de Rajoy. Es la catarsis que necesita España para hacer creíble la regeneración democrática. Lo mismo que abrir el diálogo en Cataluña requiere la renuncia de Puigdemont.
Sin embargo, en estos momentos no sería acertada una vía de atajo para que Pedro Sanchez y el PSOE lleguen al Gobierno a cualquier precio. Me explico: sin una mínima cohesión entre los firmantes y sin condiciones para pactar un programa de gobierno, no llegaría a cumplir sus objetivos una Moción de Censura.
Podemos insiste en la conveniencia de proponer una Censura al Presidente Rajoy, lo que requiere un candidato alternativo, un programa de gobierno y el apoyo de la mayoría absoluta del Congreso. Según Pablo Echenique la Moción sería posible pidiendo a Ciudadanos algo tan inédito y especulativo como que “una sus votos a Podemos y PSOE para desalojar a Rajoy”. Sinceramente, no hay en Podemos nadie que crea en esa quimera.
Albert Rivera, el traficante ideológico que se acostó socialdemócrata y se levantó liberal, no tiene necesidad de suicidarse de la mano del PSOE y Podemos, en contra de su estrategia de aportar estabilidad al Gobierno de Rajoy. No está por la labor de echar a Rajoy sino por quedarse con su cartera de votantes sin aparecer como desestabilizador.
La otra fórmula la propone Pablo Iglesias. Consiste en sumar el apoyo a Pedro Sánchez de tuerzas tan dispares como Podemos y las Mareas, los grupos que representan Puigdemont, Rufián y Tardá, además del PNV. ¿Alguien cree que estaríamos ante una suma coherente que permitiera dar pasos a un gobierno realmente estable?
Acaso la propuesta de Podemos busque también desgastar a Pedro Sanchez, aunque suponga un error que beneficiaría a las derechas. Pero a Iglesias le puede más su deseo de poner al PSOE en un aprieto. Sin embargo, en medio del conflicto de Estado que vivimos en Cataluña y con los partidos secesionistas aún empeñados en su aventura, los argumentos para no iniciar aventuras son de peso.
Con la mayoría de los medios atacando a diestro y siniestro a Pedro Sánchez, no vale improvisar una censura. Ello acabaría favoreciendo la posición de Rivera, victimizando a Rajoy y dando la impresión de que Pedro Sánchez está dispuesto a llegar a La Moncloa como sea y con quién sea. No se deben quemar las opciones del PSOE de ganar a las derechas. El problema, en condiciones normales, no reside en llegar a un acuerdo con Podemos. Pero hay que reconocer que hablar, como si fuera algo lógico, de avanzar en una Moción de Censura de la mano de los actuales independentistas es hoy una imprudencia.
Pareciera incluso que con el discurso de la presentación de una Moción, Podemos quisiera tapar su crisis de cohesión y liderazgo. En realidad, ya tuvo su gran oportunidad de echar a Rajoy en la votación de la investidura de Sánchez en 2016, pero optó por consolidar al responsable de la corrupción en el PP. Y lo hizo frente a un programa de investidura ambicioso en materia de regeneración democrática, con un 90% PSOE.
Gran parte de la ciudadanía está harta de la corrupción y de una recuperación que significa más desigualdad y precarización del empleo. Por tanto, el PSOE con el conjunto de la izquierda, hemos de reiterar la petición de dimisión a Rajoy, promover nuevas medidas de regeneración y preparar las elecciones municipales y generales.
Ahora toca al PSOE combinar con rigor la iniciativa propositiva en el Parlamento y en la calle, actuando como oposición de Estado, con la articulación participativa de una alternativa Socialdemócrata para ganar La Moncloa. Un programa coherente y creíble en lo fiscal, económico, social, territorial y democrático que permita transformar la realidad y construir la igualdad frente a las políticas neoliberales y nacionalistas de las derechas.
Al día de hoy, lo único cierto es que un PP con Rajoy no escapará en las urnas de un duro castigo por los casos de corrupción. El PP está roto, sin moral y con una grave crisis de liderazgo. Con Ciudadanos tomando la delantera tratarán de aguantar, aún sin presupuestos, para jugárselo todo en las elecciones municipales de 2019. Esa será la primera gran censura.