Un hombre de Estado, un gran español
Alfredo Pérez Rubalcaba era mi amigo. Y eso es una palabra que yo administro con mucho cuidado. Su último mensaje es de apenas 10 días: “Soy Alfredo, ¿cuándo cenamos juntos?”. Contesto: “Déjame terminar esta campaña electoral para echaros del Gobierno y nos vemos”. Mi último mensaje no lo leerá nunca: “Alfredo, ponte bien pronto, porque somos muchos los que te queremos bien”.
Alfredo fue el adversario político más temible que yo he conocido nunca. Él solo nos montó una operación político-mediática que nos costó las elecciones de 2004 que teníamos ganadas. Cuando llegué al Ministerio de Asuntos Exteriores, me ayudó de forma absolutamente transparente y leal. Porque Alfredo era sobre todo un hombre de Estado y un gran patriota. Un gran español.
Cuando los dos pasamos a la reserva, nos divertimos mucho haciendo debates a lo largo y ancho de España. Me maravilló siempre su inteligencia y su sentido del humor. Siempre me contaba que cuando en la calle alguien te paraba y te decía “Don Alfredo, cuánto te echamos de menos”, él respondía: “Muchísimas gracias, pero ¿a que usted no me ha votado nunca?”.
Alfredo yo no te voté nunca, pero créeme que te voy a echar mucho de menos. Que la paz sea contigo, amigo.