Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, está convocada una huelga laboral, estudiantil, de cuidados y de consumo. Bajo la consigna “si nosotras paramos, se para el mundo”, distintos colectivos feministas están haciendo un llamamiento generalizado con el fin de que todas las mujeres nos sumemos a este paro de actividades.
La huelga está contando con una gran difusión entre los medios de comunicación y ya son varias las mujeres del mundo de la cultura y la política quienes han mostrado su apoyo a esta iniciativa.
Visto así, pareciera que todas las mujeres que luchamos por nuestra igualdad de derechos formaremos parte, alegremente, de esta gran fiesta de reivindicación feminista. Que todas nosotras, hermanadas en la opresión, gritaremos bien alto el 8M que sin nosotras el mundo se para.
La realidad es muy distinta. La realidad es que en España miles de mujeres no podremos sumarnos a este paro aunque quisiéramos. Como mujeres migrantes/racializadas, subalternizadas por el racismo estructural, la convocatoria que nos hacen las feministas blancas nos parece una invitación surrealista proveniente de un mundo paralelo. Un mundo de derechos que no es el nuestro.
Nosotras somos las sin papeles. Somos las que trabajamos en el mercado informal. Somos las que no estamos en condiciones de poner en riesgo nuestros contratos basura porque, si los perdemos, nos quedaríamos nuevamente sin papeles y lo que sigue a eso es el CIE y la deportación. Somos las que no podemos delegar en nadie de nuestro entorno las labores de cuidado. Somos las que no paramos nunca porque no contamos con el privilegio de poder parar.
Feminismo hegemónico vs. feminismos
Por eso es necesario preguntarse ¿a qué idea de mundo y de feminismo responde esta llamada a la huelga del 8 de marzo?, ¿qué narrativa se perpetúa con la consigna de que todas las mujeres somos iguales en la opresión?
En primer lugar, la huelga como método de lucha surge de una cosmovisión eurocéntrica que desconoce otras formas de organización laboral basadas en los conceptos de comunidad y cooperativismo. El feminismo de la huelga es el feminismo que bebe de los postulados clásicos de la izquierda europea, que sitúa al patriarcado y al capitalismo como las principales fuerzas de opresión de las mujeres.
En segundo lugar, la narrativa del feminismo blanco/eurocéntrico es una narrativa con pretensión universalista que consolida la idea de que, dentro de nuestra diversidad, “las mujeres” somos una unidad condicionada por el género. La consecuencia directa de esto es una interpretación hegemónica tanto de las problemáticas que nos aquejan, como de las herramientas que deberíamos utilizar para combatirlas.
Esta narrativa invisibiliza el relato de las feministas latinoamericanas, negras, moras, gitanas, etc., y por tanto deja fuera, o relega a un tercer plano de su discurso, el principal eje de opresión que nos atraviesa como mujeres migrantes/racializadas: el racismo estructural. Racismo que, como dice Fanon, responde a una jerarquía global políticamente construida de superioridad e inferioridad, que hace que algunas personas habitemos siempre en una zona de “no ser” dentro de la estructura social.
Las mujeres blanco-europeas están por encima de nosotras con todos sus privilegios de mujeres no racializadas. No se trata aquí de organizar una jerarquía de opresiones, sino de tomar conciencia de que los privilegios fijan el espacio que habitamos en el mundo, y eso debe llevarnos a una reflexión crítica respecto a la forma en que determinados discursos y métodos de lucha continúan subalternizando a millones de mujeres en el mundo.
¿O acaso no se subalterniza todavía más a las mujeres que trabajan en el servicio doméstico y de cuidados cuando se les dice que, sin no pueden sumarse a la huelga del 8M, cuelguen sus delantales en los balcones porque “así sabremos que estás con nosotras”? El cartel con esta desafortunada frase es un claro ejemplo de cómo el feminismo blanco sigue mirándose el ombligo, incapaz de ver más allá de su horizonte.
Hacia un discurso contra-hegemónico
Es indispensable que se difunda y conozca el trabajo de las feministas antirracistas decoloniales gitanas/moras/negras/latinoamericanas, quienes están produciendo nuevas epistemologías y formas de hacer a partir de nuestras realidades y cosmovisiones. Es nuestro deber contribuir y ampliar este conocimiento. El racismo estructural tiene que comenzar a ser visto como lo que es, un sistema mayor de opresión que condiciona la vida de millones de personas en el mundo.
No vamos contra las feministas blancas. Vamos hacia una reivindicación de nuestros derechos desde lo que somos y tomando en cuenta todos los ejes de opresión que nos cruzan. Una alianza entre mujeres tiene que ser una alianza donde ni la narrativa ni las herramientas de lucha estén monopolizadas por el relato eurocéntrico y neo-colonial. Tiene que ser una alianza donde estén incluidas todas las visiones, todas las realidades.
Si no somos capaces de subvertir el discurso hegemónico, todos los 8M volverá a ocurrir lo que muy bien resume Yos, compañerx de lucha antirracista: “por una blanca que pare, diez migrantes trabajarán ese día”.