IA-pocalipsis

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Llevo enseñando e investigando en el campo de la inteligencia artificial desde hace casi cuatro décadas. Viví con ilusión los enormes avances y el sinfín de aplicaciones que se han producido en los últimos años. Les confieso incluso ese punto de presunción con el que contestaba a qué me dedico, cuando esa pregunta surgía en alguna conversación. Pero ahora voy a tener que callar o contar una milonga, porque los que nos dedicamos a la IA vamos camino de ser a la investigación, lo que Pedro Sánchez es a la política según algunos: el causante de todos los problemas que existen, y hasta de buena parte de los inventados. 

Tanto es así, que mi padre, con 92 años, pero con la cabeza en plenitud, me recomendó hace unos días que tuviese cuidado, que ahora los que nos dedicamos a esto de la IA estamos en el ojo del huracán. Peor que eso, pensé, ya que al menos en el centro del huracán suele haber calma, aunque alrededor todo salte por los aires. 

Precisamente por trabajar en este campo, soy consciente de que no todo lo que puede hacerse con la IA debe hacerse. También de que hay muchos posibles resultados imprevistos y no deseables del uso de la IA, sobre todo por la extraordinaria velocidad a la que todo se mueve alrededor de estas tecnologías. Pero también por investigar en este ámbito del conocimiento y del desarrollo tecnológico, sé que no estamos avanzando en el camino hacia una inteligencia artificial que se nos vaya a ir de las manos por ser más inteligente que nosotros. Los males que puedan venir, por ahora, y por muchísimo tiempo, seguro, son y serán aquellos derivados de nuestra torpeza, de nuestra indolencia, de nuestra codicia, o directamente de nuestra maldad, pero no por la intención de una IA, pobrecita mía, a la que le preocupamos tanto como a una lavadora la ropa que metemos en su interior. 

Por eso asisto un tanto perplejo a las cartas abiertas y a los comunicados firmados por gente tan solvente como: Bill Gates, que no necesita presentación; Russell y Norvig, autores del libro de texto más utilizado en la historia de la IA; Hinton y Bengio, reconocidos con el Premio Turing, considerado el premio Nobel de las ciencias de la computación; y muchísimos más. Personas situadas en muchos casos, y por méritos propios, en la élite de la investigación, el desarrollo y la aplicación de la IA. Por eso me sorprende todavía más este tipo de cartas, manifiestos y, sobre todo, de mensajes apocalípticos.  

Claro que tenemos que ocuparnos, y hasta preocuparnos, por un desarrollo y uso adecuados de la IA. No hacerlo sería de insensatos, aunque ejemplos de insensatez haya muchos en nuestra historia, especialmente en la reciente. Pero me temo que este tipo de mensajes pueden hacer bueno el refrán de que a río revuelto, ganancia de pescadores. Ganan quienes se pasan por el forro estas alarmas o las llamadas a la cautela; ganan quienes sacan tajada de proponer soluciones, marcos éticos y hasta propuestas de regulación poco pensadas, cuando no improvisadas, pero que cobran, y mucho, por ello; ganan quienes, con intereses muy particulares, caminan de puntillas y sin hacer ruido entre el ruido que causan estos mensajes. 

El último de ellos, una única frase, me pareció especialmente llamativo: “Mitigar el riesgo de extinción de la IA debería ser una prioridad mundial, junto con otros riesgos a escala social como las pandemias y la guerra nuclear.” No llega ni a la treintena de palabras. Un tuit, vaya. El problema de ser tan parco es que solo se tira la piedra, pero se esconden muchas manos, no se aclaran todas las intenciones y, sobre todo, no se dan soluciones. 

Dándole vueltas a la frase y a quién podría haberla escrito, me pasó por la cabeza pedirle a ChatGPT que me diese también una frase corta sobre los riesgos de la IA, y en un tono algo apocalíptico. Esto es lo que me respondió: “La IA plantea un riesgo global similar al cambio climático o las armas nucleares, lo que insta a la humanidad a abordar su desarrollo con cautela y previsión.” 

¡A ver si va a resultar que quienes escribieron este nuevo manifiesto usaron el cañón del arma para escribir con su humo un mensaje de paz!