Por favor, no entrevisten, no conversen, no escriban sobre la familia ni sobre las bondades de los integrantes de 'la manada'; y no lo hagan, en aras de un imperativo ético, en aras de la reparación, del reconocimiento y de la memoria de las mujeres agredidas.
Ciertamente las mujeres somos un pueblo sometido pero no les estamos sugiriendo cambiar la historia, sino como cubrirla; les estamos apuntando que feminicen al sujeto ético, que intenten, por una vez, que la ética no esté al servicio del mercado capitalista ; les estamos pidiendo que no den pábulo a la humillación de las mujeres violadas y violentadas, les estamos diciendo que no todo vale, que nunca más podrán protestar contra el machismo si defienden los mecanismos que hacen posible el poder y las estructuras patriarcales.
Quizás sería un éxito de audiencia y de un consumo morboso; ustedes probablemente alegarían libertad de expresión pero, como saben, la libertad de expresión puede ser políticamente correcta pero no es neutra: que los depredadores se lucren con su crimen normaliza la violencia contra las mujeres y lanza un mensaje de humillación, ignominia y vergüenza hacia las víctimas.
No pretendemos acallar disidencias pero ustedes contribuyen a la representación social de las violencias. Ni siquiera les pedimos una mirada feminista sobre el derecho a la verdad y a la memoria, sólo que no denigren a la joven de Madrid ni a tantas mujeres violadas y violentadas que forman parte de nuestra memoria colectiva.
Las redes están llamando a un boicot preventivo ante eventuales entrevistas con los depredadores, quizás esto sea disuasorio para ustedes, quizás es el único lenguaje que entienden, porque les boicotearemos a ustedes y a sus anunciantes, pero me gustaría plantearles una opción ética, no capitalista: no les entrevisten, no conversen con sus familias ni con sus vecinos, no publiquen, no den voz ni paguen a nadie que normalice la afrenta de la violencia contra las mujeres.
Las palabras expresan lo conveniente y lo dañino, lo justo y lo injusto; les animo a conquistar el lenguaje de la verdad, el lenguaje de las mujeres, la fuerza del espíritu de las mujeres que se ha manifestado durante milenios, a que hagan público un espacio nuevo y sostenible espacio, otro impulso, otra energía que permita transformarnos en una sociedad más igualitaria.
El silencio invisibiliza los efectos de la violencia y la impunidad de los agresores, pero preferimos que no los convoquen, que no creen contextos de violencia y humillación, que no ultrajen a las víctimas, ni a la joven de Madrid ni a tantas mujeres que forman parte de la memoria colectiva, no jueguen a la banalidad del mal, no acompasen el concepto de in-justicia. Muchas mujeres no se los perdonaremos. Y no estamos solas.