Contra la impunidad franquista

“La venganza es inadmisible, la justicia necesaria”

Marcos Ana

¿Os imagináis un país en el que hubiera habido cientos de campos de concentración pero nadie los recordara?

¿Os imagináis un país en el que se hiciera juicios sumarísimos y fusilamientos diarios de aquellos que defendían los valores democráticos?

¿Os imagináis un país con más de 140.000 desaparecidos que no quiera buscarlos y humille a los familiares que persisten en la necesidad de saber dónde están enterrados sus seres queridos?

¿Os imagináis un país en el que hubiera habido una trama sistemática de robo de bebés y que después de muchos años, aún hoy, no se les garantice a esos hijos e hijas el derecho a conocer sus orígenes y miles de familias vivan con la incertidumbre de no saber si sus recién nacidos murieron o siguen vivos?

¿Os imagináis un país que niegue su propia Historia y niegue la posibilidad de juzgar los crímenes de lesa Humanidad en contra de los criterios defendidos por la ONU?

Pues dejad de imaginar y mirad a vuestro alrededor porque vivís en ese país. Por eso nosotras para construir un nuevo país queremos empezar por el principio. No podemos desarrollar una democracia plena sobre los cimientos de miles de fosas comunes. Es muy grave que aún hoy, en pleno siglo XXI, 40 años después de la muerte del dictador tengamos que defender lo obvio y nos encontremos tan solas y solos en el camino. No debería ser una cuestión de organizaciones de víctimas y represaliados. Ni siquiera debería ser una cuestión de partidos. Debería ser una cuestión de Estado que nos uniera a todas y todos en la defensa de los derechos humanos que han de ser garantizados en casa antes de poder enarbolar las banderas patrias para –supuestamente- defenderlos fuera.

Hace pocas semanas nos volvía a estremecer en televisión el relato de una mujer anciana que seguía reclamando el derecho a saber dónde estaban enterrados sus padres tras ser fusilados siendo ella una niña. Porque tras el la guerra vinieron 40 años de terror que nunca han sido juzgados ni condenados en nuestro país. El propio Paul Preston ha definido a esa parte de nuestra Historia como el “Holocausto español”.

¿Os imagináis que en Alemania se rindieran homenajes a la muerte de Hitler, se mantuvieran calles con los nombres de los asesinos de las SS o los representantes de los gobiernos se mofaran de los descendientes de las víctimas de los campos de concentración? Pues todo eso pasa en nuestro país.

La mayoría de los regímenes constitucionales de Europa fueron constituidos tras la II Guerra Mundial. El recuerdo de la pesadilla genocida inspiró toda la normativa jurídica y permitió el proceso de concesión de determinados derechos sociales, económicos y políticos. En ese contexto, el régimen constitucional español es una gravísima anomalía. La democracia española se constituyó formalmente sin renunciar al ADN franquista, heredando sus mecanismos viciados “atados y bien atados”.

Una democracia no debe temer a su Historia sino que debe ser consecuente con ella. Por eso queremos imaginar un país nuevo que colabore en la extradición de los torturadores franquistas y apoye la Querella Argentina. Un país nuevo en que no existan leyes que obstaculicen la persecución de los crímenes de lesa humanidad y permita juzgar al franquismo. Un país nuevo que apoye a quienes fueron víctimas de la trama sistematizada de robos de recién nacidos. Un país nuevo que garantice la localización de más de 140.000 desaparecidos y desaparecidas. Un país nuevo que restituya la dignidad pública de quienes lucharon por la democracia dejando de considerar “bandoleros” y “delincuentes” a la guerrilla que en las montañas luchó por intentar devolver la legitimidad a la democracia de la II República. Un país nuevo que como hizo Alemania, convierta en memoriales los lugares que fueron escenarios del terror para que todo lo que ocurrió se sepa y nunca más se repita la barbarie.

No contribuiremos a que se mantenga la cultura de la impunidad franquista en nuestro país. No permitiremos que se haga con nuestro silencio. No en nuestro nombre.