La portada de mañana
Acceder
16 grandes ciudades no están en el sistema VioGén
El Gobierno estudia excluir a los ultraderechistas de la acusación popular
OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

La visita de Izquierda Unida a Asad y el colapso del internacionalismo europeo

  • Se debate sobre Siria sin los sirios en conferencias de paz, encuentros internacionales y análisis sobre el país. La ciudadanía siria también ha desaparecido del discurso de esa parte de la izquierda que se autodenomina “anti-imperialista”

El 11 de julio de 2016 se supo que Javier Couso Permuy, de Izquierda Unida, había viajado a Damasco para reunirse con el dictador sirio Bashar al-Asad. Con él acudieron también Tatjana Ždanoka, eurodiputada letona del Grupo de Los Verdes/Alianza Libre Europea, y Yana Toom, del Partido del Centro de Estonia. Los tres lo anunciaron orgullosos en Twitter, resaltando la narrativa de Asad de “la lucha contra el terror”. Poco después, aviones del ejército de Asad, apoyados por la aviación rusa, bombardeaban distintos barrios de Alepo dejando decenas de víctimas civiles -buena parte de ellos niños-, en una ciudad que en los últimos días se ha convertido en una ratonera para la población que aún no ha podido huir.

La visita de estos diputados de partidos de izquierdas se suma a la de otros delegados europeos, la mayoría de partidos de derecha o extrema derecha como ‘Les Republicains’ de Francia, que en su visita a Damasco aprovecharon para hacerse selfies con el grupo de extrema derecha 'SOS Chrétiens d'Orient', o los miembros del Frente Nacional francés que ha declarado repetidamente su apoyo al régimen de Asad.

Las estimaciones más recientes de la ONU sitúan la cifra de personas ahogadas en el Mediterráneo en más de 2.500, buena parte de ellos hombres, mujeres y niños sirios que huyen de un conflicto tan devastador que la propia ONU dejó de contabilizar los muertos en 2014. Al mismo tiempo que la Unión Europea anunciaba que usaría buques de guerra de la OTAN para evitar que los migrantes salieran de Turquía y se adentraran en las preciadas costas de la fortaleza europea, los delegados europeos se dirigían a Damasco para reunirse con los responsables de las matanzas de las que la mayoría de los refugiados huyen.

Siria sin los sirios

La visita de los diputados europeos no es una sorpresa para los sirios, acostumbrados a la polarización en torno a su país, a los discursos reaccionarios que el conflicto ha desatado en Occidente, y a que el futuro de su país se dirima sin ellos.

Se debate sobre Siria sin los sirios en conferencias de paz, encuentros internacionales y análisis sobre el país. La ciudadanía siria también ha desaparecido del discurso de esa parte de la izquierda que se autodenomina “anti-imperialista” mientras se alinea con los intereses imperialistas de potencias como Rusia e Irán. Basta ojear cualquier artículo sobre el país escrito por alguno de esos analistas y comprobar la ausencia de referencias a activistas e intelectuales sirios en el texto. Este rechazo a hablar con los sirios y las sirias es la razón de que esta izquierda campista haya estado, en palabras de la académica palestina Lama Abu Odeh, “cavando hondo bajo las líneas de pensamiento familiares, rebuscando qué decir, rumiando dentro de viejos cajones políticos, forcejeando con posiciones por mucho tiempo mantenidas para volverlas a abrazar; exprimiendo afiliaciones y adoradas patrias políticas, sean cuales sean, sólo para encontrarse sin nada que decir; sólo para hallar su lengua trabada, su cara de piedra, boquiabierta”. Esta izquierda ha perdido el rumbo de tal manera que algunos incluso han imaginado a Alepo como Guernica, y a esta izquierda vitoreando a Luftwaffe.

En este contexto, no sorprende que Couso se refiera a la la necesidad del régimen sirio de “luchar contra el terrorismo”, un término que desde Damasco se usa para describir a cualquiera que se oponga a la dictadura, mientras no cesan los barriles de dinamita sobre la población civil. Tampoco sorprenden las menciones de Izquierda Unida a la injerencia turca, qatarí o saudí en la región, y la omisión de la rusa y la iraní; las menciones a las milicias sectarias suníes, y el silencio en torno a las chiíes, que pasan por los vulnerables refugiados afganos enviados por Irán hasta las iraquíes y libanesas. Tampoco sorprende ya que Couso se reúna con el Gran Mufti de Siria, que hace un año llamó a la aniquilación de todos aquellos que se opusieran al régimen en Alepo. El mufti, después de todo, acude a las iglesias en Navidad en Siria, y ese ha sido el mantra repetido desde estos partidos de izquierda para justificar sus reuniones con él.

¿Qué clase de paz se busca cuando se ignora la persecución de pacifistas y defensores de derechos humanos?

¿Le preocupa a estos diputados que cualquiera que se oponga al régimen sirio sea etiquetado de “simpatizante de Al Qaeda”, incluyendo aquellos de origen árabe-cristiano como yo mismo, Joey Ayoub? ¿Les importa que revolucionarias sirias cristianas como Marcel Shehwaro, la hija de un sacerdote, hayan sufrido la persecución tanto de grupos extremistas como Daesh como del régimen de Asad durante años? ¿Mostraron su solidaridad con Shehwaro cuando decidió celebrar la Navidad como un acto de resistencia, pese a estar en el punto de mira de ISIS? No, esta izquierda solo recuerda a los árabes cristianos cuando encajan en su narrativa.

En este contexto de solidaridad selectiva, escuchamos a Couso hablar de “la paz” mientras se reúne con el régimen sirio e ignora al resto de actores, incluidos los comités de coordinación locales que trabajan sobre el terreno. ¿Qué clase de paz se busca, se pregunta uno, cuando se ignora la persecución de defensores de derechos humanos como Bassel Khartabil, el famoso desarrollador de código abierto palestino-sirio que lleva en las cárceles de Asad desde 2012? A Khartabil, a quien el régimen hizo desaparecer en octubre de 2015 y cuyo paradero es desconocido, se le consideraba una figura clave para el futuro de Siria, y es precisamente esta forma de pensamiento libre y activismo pacífico la que tanto el régimen sirio como grupos como Daesh han convertido en su principal objetivo. ¿Qué le dice esta izquierda a la mujer de Bassel, Noura Ghazi, que le envió un mensaje en San Valentín de 2015: “Tengo miedo, Bassel. Temo por este país que está siendo masacrado, dividido, ensangrentado, destruido… Ah, Bassel. Temo que nuestro sueño de ser la generación que traería la libertad al país se convierta en la pesadilla de observar su destrucción. Bassel, tengo mucho miedo”. ¿Puede esta izquierda mirar a Noura a los ojos y decirle que sostiene el legado internacionalista y lucha por todos los pueblos oprimidos estén donde estén?

Como explica el filósofo Santiago Alba Rico: “el daño real que [Couso y otros] hacen es a la izquierda y al internacionalismo en general”. Y sólo hace falta ver las reacciones a los comentarios de Alba Rico para darse cuenta de la convergencia de esta izquierda con la extrema derecha europea, esta 'alianza de rojos y pardos'.

Pero quizás la sentencia de muerte más atronadora al internacionalismo europeo viene cuando figuras conocidas de la izquierda siria son sentenciadas, torturadas y/o asesinadas por el régimen de Asad sin que haya reacciones de condena entre quienes respaldan a sus responsables. Personas como el reconocido Yassin Haj-Saleh y Riad Al-Turk, que pasó 18 años en las cárceles de Asad por pertenecer al partido comunista de la oposición - no el aprobado por Asad con el que Couso se reunió en Líbano - el Partido Comunista Sirio (Buró Político), ahora llamado Partido del Pueblo Democrático Sirio, que se escindió del partido comunista por el apoyo de este último al baazismo. Haj-Saleh pasó 16 años en prisión por pertenecer a ese mismo partido. Ambos fueron torturados, ambos perdieron amigos y seres queridos, o esperan su retorno, y ambos se encuentran hoy en el exilio. Qué atronador es sin duda el silencio de esta izquierda “callada ante la tumba hecha de los escombros del edificio que colapsó por el peso de un barril bomba, que aplastó la cabeza de un sirio de Homs, demasiado pobre para escapar cuando hubo ocasión”.

Como dice Alba Rico, se ha vuelto cada vez más difícil distinguir entre la derecha que festejaba la invasión de Irak en 2003, y la izquierda que celebra cada victoria rusa o iraní. Opuesta a esta visión del mundo en dos ejes, queda la solidaridad de quienes continúan desafiando las visiones dogmáticas del mundo, quienes apoyan el derecho legítimo de autodeterminación de los pueblos y su libertad frente a la represión, ya venga en forma de invasiones extranjeras o de tiranías domésticas.

Leila Nachawati (profesora de comunicación y escritora hispanosiria) y Joey Ayoub (escritor libanés, autor en Global Voices y Hummus for Thought).