OBITUARIO

Jorge Lozano, un explorador en la selva de los signos

Grupo GESC/ Pablo Francescutti, Marcello Serra, Rayco González, Oscar Gómez y Miguel Martín

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La semiótica española ha perdido una de sus figuras fundacionales. Jorge Lozano, canario de origen, madrileño de crianza e italiano de espíritu, ha fallecido este lunes en Madrid como consecuencia del Covid. 

Los libros que cruzaban los Pirineos a principios de los 70 provocaron su flechazo con la joven ciencia de los signos. Esa pasión lo llevó a Bolonia, a estudiar con Umberto Eco, de quien sería fiel discípulo y leal amigo. Retornó a España para iniciar una carrera académica al servicio de la enseñanza y promoción de la semiótica. Fue, con Cristina Peña Marín y Gonzalo Abril, pionero en la introducción del análisis del discurso. En El Discurso Histórico -prologado por Eco- mostró que no hay nada neutro ni objetivo en los modos de narrar el pasado, desnudando la retórica de la historiografía y sus estrategias de decir verdad. Y en su último libro, Persuasión, insistió en la importancia clave de la confianza, la confidencia, la credibilidad y la credulidad en la aldea digital.

Fue secretario de redacción de Revista de Occidente, director de la Academia de España en Roma, presidente de la Asociación Española de Semiótica, y catedrático de Teoría de la Información en la Universidad Complutense. Cultivó la columna periodística con análisis agudos de la actualidad, desde el 15-M a la moda, del secreto al lujo y el camuflaje. Nexo imprescindible entre la academia española y la europea, alternaba las clases en Madrid con cursos y seminarios en las universidades de Bolonia y de Venecia; y tanto participaba en los congresos de sus colegas franceses e italianos como traía a Eco, su gran amigo Paolo Fabbri, Jean Baudrillard y Omar Calabrese, entre otros. 

En los años 90, hizo de sus cursos de verano en El Escorial un punto de encuentro de los más reputados estudiosos de la significación, junto con pensadores de las más variadas disciplinas, a los que consideraba “compañeros de viaje” de la semiótica. Compaginó su magisterio con una actividad de agitador cultural que desplegó en incontables cursos, eventos y conferencias impartidas en el Círculo de Bellas Artes y en la Fundación Ortega y Gasset, entre tantas instituciones. 

En sus 40 años de docencia, inspiró a gran número de estudiantes que aprovecharon sus enseñanzas en el ejercicio del periodismo, la investigación o el arte. Profesor de una generosidad excepcional, dedicó horas y horas de su tiempo a sus discípulos y alumnos con un empeño por momentos quijotesco. Buena parte de sus esfuerzos se centraron en el Grupo de Estudios de Semiótica de la Cultura (GESC), adscrito a la Fundación Ortega y Gasset. Mediante sucesivos proyectos de investigación, impulsó el enfoque de la Escuela de Tartu, que al entendimiento estructural de la cultura aportó el dinamismo y la historicidad cuya falta se reprochaba a la semiótica tradicional. 

Se jubilaba en setiembre, y ni por asomo pensaba en retirarse de sus pasiones: el análisis de los signos, de las interacciones comunicativas, de la moda del año que viene… No pudo ser; eso sí: se ha convertido en una de esas personas que, como explicaba su admirado Iuri Lotman, se ganaron el derecho a una biografía. 

Grupo de Estudios de Semiótica de la Cultura (GESC)