A lo largo de la historia, las imágenes han ejercido una enorme poder e influencia en la conformación de los imaginarios colectivos. Imágenes icónicas que se convierten en poderosas herramienta de comunicación, algo que es especialmente relevante en la era de la comunicación digital y de las redes sociales. En apenas unos minutos, una imagen o una noticia se viraliza y constituye la imagen del día. Eso es precisamente lo que ha conseguido la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, bañándose en el mítico rio Sena. Ataviada con un neopreno y unas gafas de buceo, cumplió su promesa y se bañó durante unos minutos en un río que en el que estaba prohibido hacerlo durante el último siglo por razones sanitarias. Una zambullida que es un hito simbólicamente muy relevante para el relato olímpico verde y sostenible de la capital francesa.
En los Juegos Olímpicos de verano de París 2024 se compite por mucho más que por medallas deportivas en sus 32 disciplinas. Los Juegos son el evento deportivo más importante del mundo, y la ciudad que lo acoge se convierte en la gran capital global de referencia. Constituye un stress test organizativo y financiero, pero es una gran oportunidad de posicionamiento y reputación global tanto para el país y como para la ciudad anfitriona. Los Juegos de París eran una gran operación de diplomacia deportiva para Francia con su presidente Emmanuel Macron a la cabeza, pero se celebran en un momento de grave crisis política y polarización social.
La cita de París llega precedida de unas elecciones legislativas que dejan una gobernabilidad incierta y una importante pujanza electoral de la extrema derecha, y que ponen de manifiesto la grave crisis política de la V República francesa. En vísperas de la ceremonia inaugural, han supuesto un duro golpe para la imagen de Francia y su presidente. Los JJOO son –quizás–, por ello, una oportunidad perdida para la promoción de la imagen-país de Francia. Sin embargo, la alcaldesa Anne Hidalgo intenta aprovecharlo para desplegar una audaz estrategia de comunicación política en torno a unos Juegos Olímpicos verdes.
La ciudad promueve un relato en el que pretende conseguir proyectarse como el primer gran evento deportivo con una contribución positiva al clima. Con la proclama de unos Juegos Olímpicos con ‘el corazón verde’, París quiere mostrar su liderazgo como ciudad global de referencia en la lucha contra la crisis climática, reforzando su imagen casi veinte años después de la célebre Cumbre del Clima de diciembre de 2015, la COP21, donde se alcanzó un acuerdo histórico para combatir el cambio climático y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Por ello, una ambiciosa promesa de valor requería igualmente una imagen icónica que se insertara en el imaginario colectivo en la ciudad y en el mundo. Si “París bien vale una misa” es la expresión atribuida a Enrique de Borbón o de Navarra (el pretendiente hugonote –protestante– al reino de Francia que eligió convertirse al catolicismo para poder reinar) e instalada como tópico cultural para referirse a un gesto o sacrificio para conseguir algo altamente valioso, la alcalde Anne Hidalgo habrá pensado que “París bien vale un chapuzón (en el Sena)”. Con el objetivo de fijar en nuestras retinas los progresos de París para recuperar el rio Sena para el baño como icono del nuevo París verde. No en vano, las administraciones han invertido 1.400 millones de euros en un ambicioso plan para recuperar y descontaminar el río tras un siglo de degradación.
El gesto de la alcaldesa de París no es un acto menor. La imagen que proyecta París está en las antípodas de los valores que proclama la extrema derecha, aderezado con una estrategia de comunicación política que defiende el relato de unos Juegos Olímpicos basados en valores progresistas y de ciudad verde. Un relato que es probable que salga reforzado por la necesidad que tenemos en Europa y en el mundo de proyectar una idea de progreso alternativo al futuro distópico que dibujan las fuerzas, movimientos y líderes iliberales y autoritarios.
Así pues, en los Juegos Olímpicos de París 2024 se juega y compite por mucho más que por medallas deportivas. También están en juego la preeminencia de los valores republicanos sustentados en los principios de la libertad, fraternidad y solidaridad, frente a aquellos que quieren volver a un mundo cerrado y de confrontación que está en las antípodas del espíritu olímpico. El reto está ahora en convertir esa promesa de valor en una realidad durante y después de los Juegos.
De hecho, el propio Comité Olímpico Internacional ya ha adoptado entre sus exigencias para futuras candidaturas olímpicas prácticas e inversiones mucho más sostenibles como la apuesta por el transporte eléctrico, el reciclaje, el ahorro de agua, o la utilización de escenarios con materiales reciclados en los diferentes eventos. Así como los JJOO de Barcelona dejaron como gran legado las grandes ceremonias de inauguración y clausura, los Juegos de París deberían suponer el inicio de una era olímpica mucho más verde y sostenible. Las turbias aguas del Sena presidirán de cualquier modo la celebración de los Juegos Olímpicos de París, y la calidad de sus aguas quizás no permitan celebrar algunas de las pruebas acuáticas previstas, pero ese primer baño de la alcaldesa ha fijado una imagen para la historia.