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La liberación LGTBI va de no dejar a nadie atrás

João França

Periodista y director del documental ‘El Fil Rosa’ —

El 26 de junio de 1977, pocos días después de las primeras elecciones generales, el Front d’Alliberament Gai de Catalunya, arropado por muchas más gente y organizaciones, salió a la calle para reclamar libertad para las personas homosexuales, todavía perseguidas por la ley, por primera vez en España. Más allá del hito histórico, es especialmente destacable que desde aquel año en Barcelona se ha celebrado ininterrumpidamente a final de junio la manifestación por la liberación LGTBI. Y es “por la liberación” porque los derechos y libertades se conquistan día a día.

En la organización de esa manifestación no han sido bienvenidas las empresas destinadas al público homosexual, porque sus convocantes entienden que la lucha por los derechos y libertades es eminentemente anticapitalista. De ahí que en 2008 surgiera en paralelo el Pride de Barcelona, como ya existía en otras grandes ciudades, de manos de la Asociación Catalana de Empresas para Gays y Lesbianas (Acegal), la patronal del “ambiente”, una celebración que ha ido ganando adeptos año tras año, hasta el punto que la mayoría de organizaciones que convocan la manifestación histórica también participan en el Pride. Pero sigue habiendo una resistencia crítica, que pretende plantar cara al capitalismo rosa.

Por capitalismo rosa se entiende la integración a través del consumo de las disidencias sexuales y de género, que parte de una necesidad básica: espacios propios, de seguridad, de socialización… Cuando la propia comunidad no tiene capacidad de proveerse estos espacios es el mercado quien lo hace, porque de ahí puede sacar un beneficio. Jordi Barceloneta era un militante gay en la transición que en 1981 fundó el primer gay shop de España, la Sestienda, que todavía resiste en el centro de Barcelona. Hoy podría ser un sexshop como otro cualquiera, pero al principio, recuerda, lo puso en marcha por la necesidad de referentes, y donde ahora hay películas porno había montones de libros que no se podían encontrar fácilmente. Ahí nos recibió para hablar en el documental El Fil Rosa y nos contó que él ha vivido de su tienda, pero la abrió con ese objetivo, en cambio para otros “el negocio estaba ante todo”. “El que tenía un bar que no le funcionaba lo ponía en un ambiente gay porque recogía una cantidad de gente que no podía ir a otro sitio, entonces automáticamente funcionaba”, rememora.

A través de esta libertad vinculada al consumo se va construyendo también un imaginario, de qué es ser gay, que es tener un poder adquisitivo determinado, unos cuerpos normativos, unos gustos similares… y se van invisibilizando otras realidades presentes en las luchas y vivencias LGTBI. Lo gay es central, y difícilmente tienen cabida las mujeres lesbianas y bisexuales o las personas trans en este modelo, que reproduce el machismo imperante en la sociedad. Mientras, muchas empresas (o también estados) aprovechan para lavarse la imagen, y sacar del foco prácticas no muy bien vistas, gracias a la bandera del arcoiris, lo que se conoce como pinkwashing, un lavado de imagen rosa.

El Pride ha ido poniendo sobre la mesa reivindicaciones sociales, que sirven para mostrar el compromiso de las empresas implicadas. Este año se dedica a dar visibilidad a las personas refugiadas LGTBI, y lo hace de la mano de ACATHI, la principal entidad dedicada al tema en Catalunya. De forma muy oportuna, este año han cambiado la imagen corporativa del Pride. Hasta el año pasado tenía como elemento central una silueta rosa de Cristóbal Colón, que poco debe agradar a personas que llegan aquí viniendo de países empobrecidos por un expolio colonial.

Esta edición iba a contar con el apoyo de Airbnb, que patrocinaba las conferencias sobre refugio LGTBI como parte de su despliegue publicitario en Barcelona. No es que la empresa tenga una imagen especialmente buena en una ciudad donde hay una guerra abierta ante el modelo turístico y la subida de los alquileres. Tampoco es la primera campaña que impulsan focalizada en las personas LGTBI. Finalmente, tras las críticas recibidas el festival ha desistido de la colaboración con la compañía de alquiler turístico, pero de todas formas Acegal tiene un objetivo muy claro, y el Pride es su punta de lanza: “mejorar la rentabilidad de las empresas del sector, potenciando Catalunya como destino turístico LGBT”. De cara al 2022 pretenden postular Barcelona como sede del EuroPride. Mientras tanto, en mi escalera hay un Airbnb (sin licencia) que seguramente acogerá ese esperado turismo gay mientras a mi me suben un 40% el alquiler. ¿No debería un ayuntamiento que pretende cambiar este modelo de explotación turística cuestionarse su apoyo a una iniciativa de estas características?

Otra empresa sorprendente en el programa de actividades que tiene como núcleo el derecho al refugio es B The Travel Brand, la antigua Barceló Viajes, que hizo el pasado viernes un acto de presentación de sus viajes LGTBI a Punta Cana o la Riviera Maya. Sorprendente porque durante el último año dos compañías del mismo grupo, Evelop Airlines y Orbest, han estado efectuando los macrovuelos de deportación contratados por el Estado español, que ahora volverán a manos de Air Europa y Swiftair. En esos vuelos también habrá habido muchas personas LGTBI y también personas solicitantes de asilo que lo hayan tenido denegado. Ahí se plantaron personas del Encierro Migrante que lleva desde abril dando guerra en el centro de Barcelona para denunciarlo.

Hace pocas semanas se deportaba desde el Centro de Internamiento de Extranjeros de Barcelona a Mohamed, un chico marroquí gay que solicitaba asilo en España porque en su país estaba amenazado de muerte por miembros de su propia familia. El Encierro Migrante intentó generar una movilización que parara la deportación de Mohamed, pero no fue posible. Ahora nos ponen encima de la mesa que no es posible defender a las personas refugiadas LGTBI sin cuestionar las políticas que menosprecian a personas migradas, refugiadas y racializadas.

Decía Paco Vidarte en su Ética Marica que “la lucha contra la homofobia sólo es posible y realmente eficaz dentro de una constelación de luchas conjuntas solidarias en contra de cualquier forma de opresión marginación y persecución”. “No por caridad”, añadía, “sino porque la homofobia, como forma sistémica de opresión, está imbricada con ellas, articulada con ellas de tal modo que, si tiras de un extremo, el nudo se aprieta por el otro, y si aflojas un cabo, tensas otro”.

Tenemos mucho que celebrar, sí, pero también mucho que luchar. Si celebramos olvidándonos del racismo, de la precariedad, del capacitismo, del machismo y de tantas otras opresiones presentes en nuestra sociedad, estaremos dejando atrás a muchas personas y celebrando unas conquistas sólo para unas pocas. El 30 de junio a las 18:30 nos convocan a salir a la calle a reivindicar nuestros derechos y libertades como cada año desde 1977. Aprovechemos para poner todo esto sobre la mesa.