Me llamo Ucrania, señor Sánchez

Refugiada ucraniana en Madrid —

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Borodianka: ¿os suena el nombre? Es una de las ciudades ucranianas donde los crímenes cometidos por las tropas rusas han sido más aterradores. Cuerpos mutilados, cadáveres maniatados, brazos y piernas calcinados, centenares de niñas y adolescentes violadas. Niños también: de 1 año, de 5, de 12... Les hacen esto por ser ucranianas y ucranianos, por amar a su patria, por desear quedarse en sus casas y vivir sus vidas, como lo hacéis las españolas y los españoles.

Tras pasear por las calles ensangrentadas de Borodianka, el presidente español Pedro Sánchez se declaró “conmovido por el horror y las atrocidades” del ejército ruso en Ucrania, según publicó en su Twitter. “Conmovido al comprobar en las calles de Borodianka el horror y las atrocidades de la guerra de Putin. No dejaremos solo al pueblo ucraniano”, escribió.

En posterior rueda de prensa, Sánchez aseguró que esas monstruosidades no pueden permanecer sin castigo y que España enviará un equipo de profesionales para investigar y perseguir a los responsables de “crímenes de guerra, genocidio y lesa humanidad”. Sánchez abrió la puerta a la posibilidad de que los crímenes de Putin sean considerados como genocidio, ya que, según él, “no cabe hablar solamente de crímenes de lesa humanidad”.

Tiene razón, señor Sánchez: no cabe hablar solamente de crímenes de lesa humanidad, teniendo en cuenta la gravedad de los delitos que está cometiendo Rusia en Ucrania. Examinemos los datos, aunque ningún dato puede describir los horrores que las ucranianas y los ucranianos estamos viviendo.

Desde que comenzó la guerra a gran escala, Naciones Unidas ya ha verificado la muerte de 3.309 civiles. En concreto, entre el 24 de febrero y la noche del 4 de mayo, han muerto 1.194 hombres, 761 mujeres, 73 niñas y 88 niños, así como 1.193 personas cuyo sexo no ha podido ser identificado. Pero dicha organización advierte también que las cifras reales pueden ser mucho mayores porque todavía falta información de las zonas con fuertes enfrentamientos.

Prestad atención a este hecho: no se trata de pérdidas del ejército ucraniano sino de las vidas de gente civil. Imaginad los ojos de esa mujer que está llorando por su hija de tres meses que no sobrevivió a una bomba. Imaginad el temblor de ese niño que tenía que mirar cómo a su madre la violaban soldados rusos, uno tras otro. Imaginad cómo le duele el corazón a ese soldado que ha perdido a su familia en una explosión y ahora está luchando por lo único que le sigue importando: su patria. Imaginad el dolor, el miedo, la valentía. Esta es la realidad de mi país.

Los datos no describen el terror ni la pena, pero nos dan a entender el abismo de lo que está pasando. Miles de vidas perdidas, millones de corazones rotos. No existe otra palabra que “genocidio” para referirse a lo que están haciendo. Y no es solo obra de Putin, sino de todos los que matan, roban y violan. También, de quienes lo apoyan.

Según el Ministro de Defensa de Ucrania, en Bucha —otra ciudad conocida por los infames crímenes cometidos por el ejército ruso— el número de personas asesinadas supera al de la masacre de croatas en Vukovar, donde paramilitares serbios llevaron a cabo el peor crimen de guerra en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. A su vez, el alcalde de Mariúpol ha confirmado que, en los últimos dos meses, los rusos ya han asesinado a más de 20.000 ciudadanos civiles, muchos más de los que mataron los nazis durante la ocupación bienal de la ciudad en la Segunda Guerra Mundial.

Por su parte, fuentes del Kremlin admiten haber “desplazado” a Rusia a casi un millón de personas ucranianas, entre ellas 180.000 niñas y niños. Una vez trasladadas a los “campos de filtración”, les interrogan y despojan de sus móviles, documentos y demás pertenencias. Luego son conducidas a localidades económicamente empobrecidas —como la isla de Sajalín— donde son empleadas como mano de obra barata, y se les prohíbe salir del país durante dos años.

Y, mientras el horror se apodera cada día de las calles de Ucrania, en Madrid decenas de rusos desfilaban el domingo pasado por el Paseo del Prado, con permiso de la autoridad competente, exhibiendo banderas y estandartes de guerra y cantando las “gloriosas” hazañas de su ejército. La Delegación del Gobierno en la Comunidad de Madrid, que depende orgánicamente del Presidente del Gobierno, ha tenido a bien autorizar una manifestación conmemorativa del 9 de mayo, el Día de la Victoria de Moscú.

Señor Presidente del Gobierno: como refugiada en España, le agradezco su hospitalidad. Tuve que escapar de la barbarie rusa, como tantas otras personas, y dejar a mi gente querida y el país al que amo. Pero ¿no debería tener derecho a no sentirme invadida en su país, señor Sánchez? ¿A no tener que soportar aquí marchas militares rusas que cantan a quienes están asesinando todo lo que amo y violando todo lo que quiero?

¿Por qué seguimos tolerándolo? ¿Toleraría la Europa de los años 40 los campos de concentración o las marchas de los nazis en las capitales?

Hace una semana, Ud. se sintió conmovido por el horror que se vive en Ucrania. “No dejaremos solo al pueblo ucraniano”, afirmó entonces... Su forma de no abandonarnos ¿consiste en autorizar a organizaciones paramilitares rusas, como la Legión Inmortal, que desfilen por Madrid blanqueando la masacre de Ucrania? ¿En proteger a la Embajada rusa con policías pagados con el dinero de las españolas y los españoles? ¿Es así como va Ud. a “investigar y perseguir” el genocidio que están cometiendo los rusos?

¿Es esa su manera, señor Sánchez, de no dejar solo al pueblo ucraniano: permitiendo que quienes ensalzan a Putin se burlen de nuestros muertos y del dolor de nuestras familias? ¿Deteniendo y haciendo daño a mujeres ucranianas que expresan su repulsa por esta manifestación gritando: “por qué los rusos nos estáis matando”?

Me llamo Ucrania”, son las palabras que repetía la mujer ucraniana detenida ayer por la policía, una mujer que había venido a expresar su dolor y su desesperación por la autorización de la marcha rusa. “¿Por qué nos estáis matando?” preguntaba esa mujer que pierde a decenas de compatriotas cada día, mientras quienes glorifican al ejército ruso se pasean a cuerpo por Madrid.

Yo también soy Ucrania. Lo somos todas y todos. Y con cada muerte, con cada mujer y niño violados, yo muero por dentro. Y con cada decisión que toma su Gobierno, pierdo más y más esperanza en la humanidad.

¿Cuál es su postura, señor Presidente? Su política ¿es tan solo un juego de palabras huecas, aunque se trate de la vida de miles de seres humanos?

Me llamo Ucrania, señor Sánchez. Míreme a los ojos y dígame: ¿está Ud. apoyándome a mí o a mis asesinos?