Cuando ustedes lean este artículo, estarán ya confinados distintos barrios de Puente de Vallecas, junto con otros de Carabanchel, Usera, Villaverde, Villa de Vallecas, Ciudad Lineal en la ciudad de Madrid. También otros barrios de Getafe, Fuenlabrada, Parla, San Sebastián de los Reyes, Alcobendas, Humanes y Moraleja de Enmedio.
Son de sobra conocidas las cifras del distrito de Puente de Vallecas en lo referente a la COVID: la tasa de incidencia en los últimos 14 días se eleva a 1.240 casos por cada 100.000 habitantes. Cifras alarmantes que preocupan en primer lugar a los vallecanos y vallecanas, que ya vivieron una primera ola especialmente dura en el distrito, con muchos vecinos y vecinas que no debían haberse ido y de los que además no pudimos despedirnos. Hemos visto la angustia campar por nuestros barrios en forma de neveras vacías, imposibilidad de pagar el alquiler o los recibos, o la conexión a internet como lujo que hacía de la educación digital una entelequia. Un distrito en el que tener trabajo es ya un privilegio, y el teletrabajo una utopía.
Isabel Díaz Ayuso habla de “formas de vida” de las personas inmigrantes, cuando lo que hay son unas condiciones de vida precarias y generalizadas que los gobiernos del Partido Popular no han hecho más que acrecentar. Esas declaraciones sólo se entienden si parten de alguien que vive aislada de la realidad en su burbuja, que no conoce qué Comunidad tiene entre sus manos, y cuya frivolidad nos ha llevado a recordar aquello tan prerrevolucionario de “el pueblo tiene hambre…. pues que les den pizzas”.
Ayuso pretende poner el foco en una supuesta irresponsabilidad individual intrincada en estos barrios, cuando lo que hay es una irresponsabilidad institucional de largo recorrido por parte de una Comunidad y Ayuntamiento que llevan años dando la espalda a este territorio. Dando la espalda, casualmente, a un barrio dignamente dibujado por migrantes de distintas épocas y realidades, que siempre apoyaron opciones políticas de transformación social y nunca olvidaron que, en su hambre, mandaban ellos.
Puente de Vallecas tiene una población de 240.000 habitantes, a la altura de ciudades como San Sebastián o Burgos, con la notable diferencia de que estas últimas son extensas, y Puente de Vallecas, un distrito de apenas 15 kilómetros cuadrados. El distrito 13 de Madrid presenta la tasa de paro más alta de todos los distritos de Madrid, con más de 19.000 parados registrados, de los cuales el 54% son mujeres, un paro femenino 4 puntos más alto que la media de la ciudad. La esperanza de vida es la más baja de los 21 distritos de la ciudad de Madrid, con una diferencia de hasta 4 años con algún distrito. Hay graves problemas de desigualdad, abandono de personas mayores, pobreza infantil, precariedad, absentismo escolar, inseguridad.
No hay que ser extremadamente inteligente para inferir rápidamente que esta coyuntura estructural deriva en vivienda o infravivienda sobreocupada, mal ventilada, traslados obligados en transporte público masificado para acudir a puestos de trabajo precarizados, pero, eso sí, esenciales. También deriva en una saturación de los servicios públicos que ya traían la mochila de la esquilmación constante. Hablamos de centros de salud, hospitales, servicios sociales de base. Éstos son los problemas que nos abocan a una mayor incidencia del virus, no un supuesto comportamiento irresponsable de un enemigo inventado. La pobreza mata, el COVID sólo lo desvela.
Pero Vallecas, por suerte, no es sólo eso. Estamos hablando de un barrio rebelde, vivo, contracultural; estamos hablando del barrio más conocido de Madrid fuera de Madrid, fruto del orgullo de barrio de los vallecanos y vallecanas. Vallecas es también su tejido asociativo, que durante los peores momentos de la pandemia fue el primero que dio respuestas a las necesidades de sus vecinos creando redes de solidaridad que hacían que nadie se quedase atrás.
Vallecas necesita para combatir la pandemia que las PCR se hagan y resuelvan rápido, que nuestros centros de salud tengan medios que estén a la altura de los profesionales que los componen, que los servicios sociales sean una prioridad presupuestaria del ayuntamiento, que la inversión en la educación pública reconozca el trabajo que hace la comunidad educativa, servicios de limpieza que gasten 76 euros por habitante al año como en otros distritos y no 40. Que el reequilibrio territorial sea una realidad, no un lema. Que no se busque sólo redoblar el despliegue policial por miedo a un barrio que contesta. Porque la seguridad la dan los servicios públicos dignos, los gobernantes serios, y las presidencias de Comunidad que se comprometen con la Ciencia y no con las fake news; que se ocupan y no preocupan; que empatizan con los desposeídos, y no abrazan el discurso de fobia a los pobres de los excluyentes.