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Matteo Salvini y cultura política patriarcal

Patricia Caro

Psicóloga, investiga sobre el sexismo —

La cultura política patriarcal aglutina un conjunto de instituciones, conocimientos y prácticas que mantienen a una élite dominante masculina, paya, adulta, heterosexual, de alta clase social, nacional-católica, irrespetuosa con el medioambiente y sin diversidad funcional aparente. Para evitar cualquier riesgo que ponga en peligro el statu quo del grupo dominante, esta cultura garantiza la estratificación social a través del establecimiento de estereotipos y prejuicios. Con este fin, despliega ideologías que justifican la desigualdad y expolia los recursos aportados por las mujeres, las diferentes culturas, el medioambiente e incluso de aquellos hombres que no pertenecen a su élite. Por ello, una cultura política patriarcal necesita establecerse sobre la dominancia social para llevar a cabo políticas conservadoras que fomenten el racismo, el sexismo o la falta de respeto al medioambiente.

En este contexto, Mateo Salvini es buen representante de este paradigma cultural: varón payo, heterosexual, adulto, sin diversidad funcional aparente y nacional-católico. Es dirigente de la Liga Norte, vicepresidente de la República italiana y Ministro de Interior. Recientemente ha anunciado públicamente su propósito de censar a toda la comunidad romaní con la intención de expulsar a aquellas personas que no tengan la nacionalidad (aunque para su desgracia la mayoría provienen de estados comunitarios, lo que debería imposibilitar su expulsión). Para intentar “suavizar” la hostilidad, Salvini ha matizado que tendría que quedarse a las personas italianas e impediría que las familias romaníes continuaran destinando a sus hijas e hijos a la delincuencia.

Es decir, un ejercicio de ultra conservadurismo y antigitanismo de género paradigmático. Ultraconservador por mantener las mismas prácticas antigitanas que han dado lugar a genocidios y violaciones de derechos humanos durante siglos. Antigitanismo de género por nacer de un hombre payo con poder político patriarcal, aplicarlo sobre un grupo que considera inferior y tener un impacto de género diferencial sobre las mujeres y hombres romaníes.

¿Cuánto daño puede hacer un censo étnico? Los datos desagregados aportan información sobre la situación de diferentes sectores poblacionales en torno a una misma categoría de análisis y sirven para mejorar las condiciones de vida a través de las políticas públicas. Incluir datos desagregados por edad, etnia o género dentro de un estudio general sobre el acceso a la vivienda, la violencia de género o la brecha educativa, influye sobre las políticas públicas positivamente. Sin embargo, un censo étnico es una lista de personas pertenecientes a un grupo étnico que incluye datos como su nombre completo o huellas dactilares. En este caso, nuestra historia ha demostrado que sólo sirven para gestionar la discriminación burocráticamente en una gama que va desde la exclusión hasta el genocidio. España, Alemania o Suecia rinden cuenta de ello.

¿Qué podemos esperar cuando unos datos tan sensibles están en manos de un gobierno ultraderechista? Teniendo en cuenta que cualquier medida dirigida a las personas romaníes surge de la Unión Europea ¿Qué representación tienen allí las ideologías antigitanas?

Si echamos un vistazo a la composición actual del parlamento europeo encontramos que la cultura política patriarcal es la tendencia dominante. De los 751 escaños (incluyendo la presidencia) sólo uno representa a un partido feminista, representado por una mujer romaní. La presidencia del Parlamento está ocupada por Antonio Tajani, fundador de Forza Italia, un partido de la derecha italiana dirigido por Silvio Berlusconi. Silvio es un Donald Trump italiano famoso por ser putero de Estado con predilección por las adolescentes y dueño de Mediaset (esa cadena que antes se dedicaba a enseñar los pechos de las mujeres para subir la audiencia y ahora se enfrenta a las quejas de la sociedad civil por fomentar los estereotipos y prejuicios contra la cultura romaní). Si miramos el resto de asientos, 101 están ocupados por grupos de extrema derecha provenientes de 14 países y 287 escaños están asignados a grupos de derecha, entre los que se encuentra el Partido Popular o Fidesz. Por tanto, tenemos un Parlamento Europeo donde un total de 388 escaños están ocupados por grupos parlamentarios de ideología (ultra)conservadora inclinada abiertamente hacia la cultura política patriarcal y con un marcado carácter antigitano.

En este contexto ¿Cómo vamos a extrañarnos cuando los estados proponen censos con fines antigitanos, permiten que se quemen viviendas, asesinen niñas, esterilicen a mujeres, confinen a la infancia en escuelas segregadas o la policía detenga a las niñas delante de toda la clase para ser deportadas?

Europa necesita una izquierda fuerte que promueva la alianza entre la emancipación efectiva de los grupos oprimidos y la garantía de sus derechos desde una óptica que incluya a todas las mujeres y el respeto a la naturaleza. Necesitamos que esta izquierda demuestre al socialismo que urge abandonar los brazos del neoliberalismo progresista. Ya sabemos que sus tácticas de externalización de los derechos humanos a través de las ONG´s, las políticas austericidas y su protección de los sectores financieros han asfixiado a las clases medias y sepultados a las más pobres. Sabemos que esto traslada el voto a la ultraderecha. Sabemos que ya ha ocurrido en EEUU con Donald Trump, en Inglaterra con el Brexit y en Francia con el Frente Nacional.

De esta manera, los representantes la cultura política patriarcal podrán liberarse de la pesada carga que supone el paternalismo sexista, racista e irrespetuoso con el medio ambiente. Podremos desarrollarnos como seres humanos capaces de convivir en las sociedades del  siglo XXI . Europa podrá ser ejemplo sobre cómo desarrollarse democráticamente en tiempos donde los flashbacks de la barbarie están más presentes que nunca.