Los niños deben volver a la escuela, pero no se puede seguir como si no hubiera pasado nada

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“Un niño, un profesor, un libro, una pluma pueden cambiar el mundo”. Estas palabras de Malala Yousafzai, galardonada con el premio Nobel de la Paz, no pueden ser más justas. Velar por que las niñas y los niños de todo el mundo reciban una educación de calidad es la manera de construir un mundo más sostenible, más igualitario y más pacífico.

Los cierres de centros escolares en respuesta a la pandemia de COVID-19 han dado lugar a una perturbación sin precedentes de la educación infantil, con más de mil millones de alumnos afectados. 

Los que han vuelto a la escuela se enfrentan a nuevos retos: mascarillas, distanciamiento social, falta de instalaciones de lavado de manos y temor a caer enfermos. A medida que se agudiza la brecha digital, la mayor parte habrá perdido la oportunidad de aprender desde casa en los últimos meses. Como consecuencia de ello, habrán quedado rezagados, lo que hará que el regreso a las aulas sea más desalentador para ellos y para sus profesores. 

Sin embargo, son afortunados en muchos sentidos. Las nuevas dificultades a las que se enfrentan no son casi nada en comparación con el catastrófico efecto a largo plazo de perder por completo la escuela, especialmente en los países más pobres y en los afectados por conflictos o crisis. 

Sabemos por crisis anteriores que, cuanto más tiempo están sin poder ir a la escuela, menos probabilidades tienen de volver a ella. También sabemos que, cuando los niños no van a la escuela, corren un mayor riesgo de sufrir violencia, abusos y explotación. Las niñas se enfrentan a un riesgo añadido de matrimonio precoz y embarazo. Ahora, con la COVID y con servicios esenciales de salud, nutrición, inmunización y protección de la infancia paralizados, los niños también están expuestos a desnutrición, enfermedades, problemas de salud mental y abusos. 

En estas circunstancias más difíciles, ¿podemos ganar la batalla por educar a nuestros hijos? La respuesta es un “sí” rotundo. Pero para ello, como buenos estudiantes, tendremos que trabajar aún más para conseguir las notas que queremos. 

En respuesta a la pandemia mundial, la Unión Europea y sus Estados miembros (el Equipo Europa) han demostrado su capacidad de trabajar juntos para obtener mejores resultados. En vista de nuestro historial demostrado de conseguir resultados de nuestra cooperación, la UE y UNICEF pueden, juntos, marcar una diferencia duradera en los resultados en materia educativa en todo el mundo.

Hay medidas concretas que podemos adoptar para proteger el futuro de los niños, medidas que se basarán en el trabajo realizado y que se desarrollarán en nuevas direcciones innovadoras. Esto supone invertir ahora para que los niños más vulnerables puedan reincorporarse a la educación. Supone garantizar que sus escuelas sean seguras y que sus profesores puedan responder a sus necesidades. Supone reconfigurar los sistemas educativos de modo que los niños acaben sus estudios con competencias propias del siglo XXI, como las capacidades digitales y la formación en materia de emprendimiento, listos para el nuevo mundo que se abre ante ellos. 

Hemos vivido hace poco un cambio impresionante, ya que muchos Gobiernos ofrecen educación en línea, a través de la televisión, la radio y el teléfono móvil. Por ejemplo, en Somalia, las lecciones grabadas fuera de línea se están cargando en tabletas alimentadas con energía solar y se ponen a disposición de los niños. En Kirguistán, los niños pueden acceder gratuitamente al aprendizaje a distancia a través de plataformas en línea, tres canales de televisión nacionales y dos aplicaciones de redes móviles. En Vietnam, varios exámenes y módulos se han suprimido del plan de estudios, mientras que otros se han aplazado al año escolar siguiente para permitir a los estudiantes ponerse al día a lo largo del año que viene en lo que dejaron de aprender y reducir así la presión académica y el estrés psicosocial.

Así pues, los brotes verdes de recuperación están ahí. Ahora hay que cuidarlos. Es el momento de reinventar los sistemas educativos, abrazar la tecnología, eliminar barreras y ofrecer a todos los niños el mismo acceso a sistemas educativos modernos. 

Esto debe incluir colmar la brecha educativa en línea. Debemos abrazar la promesa de la enseñanza en línea e invertir en ella, no solo en materia de competencias básicas como la lectura y las matemáticas, sino también de capacidades digitales, empresariales y laborales, para que los jóvenes puedan incorporarse al mercado laboral. 

Ante todo, los presupuestos de educación deben protegerse de los recortes en este momento de crisis económica mundial. La educación debe considerarse parte del plan de recuperación de la COVID-19. En consecuencia, en vez de retirar dinero de la educación, debe invertirse más para reforzar los sistemas educativos. La educación es esencial para el desarrollo humano, subyace a todas las inversiones de la UE en cooperación internacional y se fomentará en el marco de la financiación del desarrollo de la UE durante el próximo período. Reconstruir mejor se aplica tanto a la educación como a todo lo demás.

La magnitud de esta crisis requiere una respuesta global y coordinada; la UE y UNICEF tienen la intención de liderar esta respuesta. La comunidad educativa debe elaborar conjuntamente un plan de acción global para allanar el camino hacia una educación equitativa y de calidad para todos. 

Tenemos una oportunidad histórica única para salir de esta crisis histórica también única haciendo las cosas de manera distinta, atacando las desigualdades mediante sistemas sociales más sostenibles. 

Acometer esta inmensa empresa significa que no podemos hacer como si no hubiera pasado nada. Si ahora extraemos las enseñanzas adecuadas, podremos reinventar y ofrecer mejores sistemas educativos, tanto para esta generación como para las siguientes.