Con esta comparación abrió un turno de palabra en el Pleno de la Asamblea de Madrid el Consejero de Políticas sociales y Familia del Partido Popular, Carlos Izquierdo, hace tres semanas. Al día siguiente pedimos su reprobación, que será efectiva hoy. Podría pensarse que es exagerada una acción así por un exceso verbal, y sería cierto si no fuera por su desempeño en los dos últimos años.
En este tiempo ha conseguido estar en los medios recurrentemente por su mala gestión. Porque ha sido incapaz de esconder la degradación que sufren las residencias de mayores desde hace años -los familiares se han cansado y se han organizado-. Porque no ha sido capaz de tapar que los menores no acompañados duermen en las calles desatendidos por la falta de recursos en los centros de acogida. Porque se ha sabido que en el año 2017 en Madrid el número de mujeres asesinadas por violencia machista se incrementó un 400% pero fue incapaz de gastar el 30% de del presupuesto que disponía para prevenirlo; sin embargo, se hicieron recortes en la Red de Centros que tenían que acoger a las víctimas, precarizando las condiciones laborales de las trabajadoras que los atienden. Incompresible aplicar austeridad en un problema de este calado, especialmente teniendo fondos para abordarlo.
La última portada se la ha llevado por ser incapaz de gestionar la subvención del IRPF de las ONGs madrileñas, dejando a muchas sin ayudas. Han sido de cierres de proyectos, personas que se han quedado sin cuidar, despidos. Tal ha sido el malestar que ha tenido que cambiar la decisión y ampliar la resolución. Y se podría seguir con el aumento de la lista de espera para las ayudas a la dependencia, el endurecimiento de las condiciones para acceder a la Renta Mínima de Inserción, tener bloqueadas las ayudas contra la pobreza energética,…
Tapar, esconder, ocultar, en lugar de resolver, invertir o gestionar. Es aquí donde está la cuestión, en cómo entiende el ejercicio de la política. Carlos Izquierdo es ejemplo claro de una forma política que se ha instalado durante años en las administraciones. Persona de “partido” que lleva ocupando cargos institucionales más de veinte años. Ha sido de todo, desde concejal a tesorero del PP. Conocer la realidad no forma parte de lo que entiende necesario para hacer política. Se trata más bien de un ejercicio de esgrima cuyo fin es mantener la imagen para mantener el poder. El único objetivo, el electoral. La comunicación, por encima de la gestión real. Tres ejemplos son clarificadores:
- Las características de la pobreza han cambiado mucho en Madrid con la crisis. La vivienda, el acceso a la renta o a la energía son ahora las necesidades que antes estaban en segundo plano. El Consejero ha presentado un Plan de Inclusión que ya estaba redactado hace años por el gobierno de Esperanza Aguirre y le ha cambiado las portadas. Respuestas a preguntas que nadie hace. Las organizaciones sociales no lo entienden, pero hay fotos, reparto de libros y rueda de prensa.
- Es, con diferencia, el Consejero que más centros visita y que pasa por más ONGs. Ha visitado entidades a las que al día les ha quitado las ayudas; organizaciones que al siguiente día han despedido gente porque no les llegaban las subvenciones. Hay fotos, notas de prensa y tuits.
- Vota en contra en la Asamblea de todas las iniciativas de política social que no vengan de su grupo. Ha rechazado dos leyes importantes, la de pobreza energética y la de organización de Puntos de Encuentro Familiar. No importa si son interesantes para resolver problemas, la cuestión es que la oposición no se “apunte un tanto”-textual-. El hecho es que en la semana más fría de la última década las ayudas para poner la calefacción todavía no existen.
Todo esto pasa en comunidad autónoma más rica –con mayor PIB- y también la más desigual, donde más está creciendo la pobreza. En una situación así, poner a la gente que peor lo está pasando en el eje de la actuación es un deber. En una situación así, el juego político es indolencia.
Entendemos que hay distintas escalas para priorizar los problemas, diferentes planteamientos ideológicos; pero aquí estamos hablando de incapacidad e incompetencia para resolver problemas que están haciendo sufrir a un millón y medio de personas.
Desde que se aprobó el Estatuto de Autonomía en 1983 sólo se ha reprobado a dos Consejeros y ambos han sido en esta legislatura. El anterior fue Jesús Sánchez-Martos, Consejero de Sanidad, y las razones fueron exactamente las mismas.
Al Consejero le parece que hay niños “normales” y niños “pobres”. Lo que no es normal es ejercer así la política; lo que no es normal es que se extienda la pobreza en la región más rica; no es normal.