Los últimos datos publicados por Eurostat muestran que la recuperación de la crisis económica en la Unión Europea no ha sido homogénea en todas sus regiones. Según las estadísticas, la brecha entre aquellas grandes urbes europeas con una buena red de telecomunicaciones y las regiones más aisladas y peor comunicadas no ha hecho más que aumentar en los últimos años. Además, la ralentización de la economía amenaza con seguir agrandando estas diferencias entre las regiones europeas.
El PIB per cápita de la región más rica de Europa es 18 veces superior al de la más pobre. En total, en toda la Unión Europea 113 millones de personas, que representan al 22% de nuestros ciudadanos, viven en hogares en riesgo de pobreza o exclusión social. Es decir, viven con unos ingresos inferiores al 60% de la renta mediana nacional, lo cual les impide hacer frente a cualquier gasto imprevisto.
La situación se agrava si nos detenemos a mirar el panorama en las zonas rurales europeas, y es que el 25% de las personas en riesgo de exclusión social de la UE vive en ellas. En ocho países, entre los que se incluye España, junto con Grecia, Lituania, Letonia, Croacia, Chipre, Hungría e Italia, el porcentaje se incrementa y se sitúa entre el 30 y el 40%. Lo que pone de manifiesto, de nuevo, la necesidad de invertir en las zonas rurales para tratar de reducir esta brecha que hace que la desigualdad se concentre en estas regiones alejadas de las grandes ciudades.
Se trata de una realidad que día a día padecen millones de europeos y europeas para quienes la salida de la crisis económica no se ha hecho aún realidad. Pero aún estamos a tiempo de poner remedio a esta desigualdad y conseguir una Unión Europea en la que la riqueza se redistribuya de forma equitativa entre todas sus regiones. Esta oportunidad nos llega a través de un presupuesto europeo post-2020 que logre que ningún ciudadano de la UE quede atrás y que el crecimiento económico se traduzca en una mejora de las condiciones de vida de todas las personas.
Los fondos europeos, especialmente los de cohesión, son y han sido una herramienta fundamental para la ciudadanía, impulsando y mejorando las infraestructuras y servicios de las regiones más desfavorecidas. Es por ello que debemos seguir apostando por estas partidas presupuestarias destinadas al desarrollo regional. Por este motivo desde el Parlamento Europeo ya hemos exigido a la Comisión Europea que no se reduzca el dinero destinado a programas como el Fondo de Cohesión o el Fondo Europeo de Desarrollo Regional.
El presupuesto europeo para el próximo periodo 2021-2027 nos brinda una excelente oportunidad para aprovechar los instrumentos que la Unión Europea posee al servicio de sus ciudadanos y ciudadanas. Es posible revertir cifras y porcentajes y conseguir una mayor igualdad en las condiciones de vida, independientemente de dónde se viva.