Todavía hoy son incalculables los efectos que dejará consigo la pandemia. A las consecuencias sociales, económicas y sanitarias, se suma un impacto psicológico de gran calado. Entre los grupos más desprotegidos se encuentran, sin duda, las mujeres migrantes y racializadas, muchas de las cuales han visto considerablemente afectados sus ingresos o han perdido sus empleos, sin tener acceso a prestaciones para cubrir sus necesidades básicas. Sin embargo, lejos de paralizarse por el miedo o victimizarse por las opresiones estructurales que les afectan, han sabido buscar estrategias colectivas para cuidarse y subsistir de forma resiliente y solidaria. En definitiva, han mostrado una enorme fuerza creativa y un gran poder de liderazgo. Se trata de grupos de mujeres que se auto-organizan para defender sus derechos en cuestiones como la precariedad que viven las trabajadoras del hogar y los cuidados, los derechos del colectivo LGTBIQ+, la derogación de la Ley de Extranjería, la denuncia del racismo, la eliminación de la violencia machista o el feminismo decolonial.
Hemos trabajado con estos grupos de mujeres migrantes y racializadas para buscar la forma de fortalecer sus capacidades y potenciar el alcance de sus articulaciones y redes. Por medio de un proceso participativo, estos colectivos han definido como ejes prioritarios a trabajar: el acceso a recursos, el autocuidado y los cuidados colectivos, y los liderazgos. Así, en plural. Porque el objetivo consiste en reflexionar, desde nuestras diversas experiencias, sobre cómo debe ser la gestión del poder colectivo y de los liderazgos que queremos desarrollar, contribuyendo a deconstruir ideas hegemónicas sobre liderazgo y poder. Como responsable de Programas en Calala Fondo de Mujeres y como mujer migrante, he podido acompañar a grupos en este proceso y llevarme algunos aprendizajes a compartir.
¿Qué hemos aprendido?
Para hablar de liderazgos desde la perspectiva de mujeres migrantes, lo primero que debemos hacer es confrontar la concepción jerárquica, individualista y patriarcal con la que muchas hemos sido socializadas. Aun cuando nos sintamos ya lejos de ella y hayamos integrado maneras más actuales de entender el liderazgo, guiadas por el empoderamiento, la motivación o la responsabilidad, veremos que éstas siguen teniendo aproximaciones individualistas y eurocéntricas. Nos toca, pues, re-pensar y re-definir los liderazgos desde nuestra propia historia, conocimientos y experiencias como mujeres del Sur global: desde nuestros saberes situados.
Queremos construir liderazgos horizontales, inclusivos, diversos y sinérgicos. Liderazgos colectivos que identifiquen y busquen resolver necesidades individuales y grupales, desde una perspectiva feminista y comunitaria. La construcción de estos requiere consenso sobre unos principios y valores de la ética feminista, como son la empatía, el antirracismo, la sororidad y la diversidad. Es fundamental también adoptar una mirada decolonial, a través de la cual se reconoce y valora la multiplicidad de saberes y capacidades de cada cual, en vez de asumir, por ejemplo, que la que más formación tiene, más idiomas conoce, o más ha viajado, es la que mejor podría desempeñar un papel de representación en ciertos espacios.
La construcción de estos liderazgos no es ajena a los conflictos, pues es un reto y, como tal, un proceso de aprendizaje continuo. Pero estamos aprendiendo el valor de la disensión y la importancia de gestionarla de una forma empática, asertiva y honesta, como parte del proceso de crecimiento colectivo para fortalecer estrategias y el sentido de pertenencia a organizaciones, redes y movimientos.
En los últimos tiempos, a pesar, o incluso a causa, del aumento de la precariedad debida a la pandemia, las mujeres migrantes y racializadas en nuestro país han estado muy activas. Han creado cajas de resistencia para ayudar a mujeres en situación de vulnerabilidad para cubrir sus necesidades básicas; han acompañado a mujeres supervivientes de violencia machista; y se han coordinado para movilizarse públicamente y hacer incidencia política para exigir una solución a la extrema situación que viven. Ante este contexto de crisis, es más importante que nunca que este movimiento de mujeres sea fuerte y que sus voces sean escuchadas. Sus experiencias y saberes nos dan claves valiosas para la construcción de liderazgos colectivos, antirracistas, empáticos y diversos. Tal vez los únicos que puedan salvarnos de las consecuencias de esta pandemia.