El pasado 15 de marzo se celebró en París la conferencia Finanzas-Clima: ¿Y si Europa decidiese poner las finanzas al servicio del clima? Esta iniciativa, liderada por el Premio Nobel de la Paz Jean Jouzel y el economista francés Pierre Larrouturou, fue inaugurada por la directora general de la UNESCO Audrey Azoulay y reunió a más de cincuenta personalidades europeas.
El debate fue intenso y productivo y de él se extrajeron varias conclusiones. Todos señalamos la urgencia de actuar de forma inmediata. Los expertos del GIEC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático), reunidos en paralelo en la sede de la UNESCO, nos advirtieron de que quizás llegamos demasiado tarde. Sin embargo, eso no es excusa para no ponernos en marcha de forma inmediata. En diciembre de 2015, la COP 21 en París alcanzó un acuerdo político suscrito por los 193 países de Naciones Unidas. En sus conclusiones los dirigentes políticos mundiales se comprometieron a poner en marcha todas las medidas y políticas necesarias para reducir el calentamiento del planeta y que la temperatura de este no superase más del 2%. Sin embargo, casi tres años más tarde, seguimos constatando la insuficiencia de las acciones emprendidas y es cada vez más patente el sentimiento de que no se podrán alcanzar los objetivos suscritos en la capital francesa. Tanto por razones éticas, como por razones existenciales se necesita una cultura en favor de la lucha contra el cambio climático y la adopción de una agenda de sostenibilidad. Es necesario que la transición energética se acelere y que las energías renovables constituyan la mejor respuesta para reducir las emisiones de gas invernadero.
Pero no basta con que exista una voluntad política declarada si esta no se lleva a la práctica. Para ello es necesario contar con los recursos financieros suficientes para facilitar la aplicación de todas esas políticas de lucha contra el cambio climático. Se constató durante el debate que el mundo financiero parece haber comprendido que no hay alternativa y que existen múltiples mecanismos e instrumentos dentro del mundo de las finanzas que pueden acompañar este proceso. Todo un arsenal de iniciativas puede reivindicarse. Desde la actuación del Banco Central Europeo hasta la conversión del Banco Europeo de Inversiones en un Banco de Desarrollo Sostenible, pasando por el establecimiento de garantías públicas para proyectos de inversión en materia de clima como también la reforma en profundidad del mercado de cuotas de carbono. Todas estas actuaciones podrían quedar englobadas de forma más eficaz dentro de un Pacto Finanzas-Clima que solicitaría la puesta a disposición de mil millones de euros al año para este objetivo.
Es el momento y la oportunidad para Europa de demostrar su liderazgo. No solamente como potencia política que responde de forma decidida a uno de los retos globales de mayor relevancia en estos momentos frente al ensimismamiento de la Administración Trump, sino también como elemento regenerador de su propia agenda. La ciudadanía europea necesita una nueva Europa. Los europeos necesitamos una nueva frontera, similar a la que nos indicaron los padres fundadores de la Unión, y la lucha contra el cambio climático puede ser el catalizador más apropiado para ilusionar de nuevo a las distintas sociedades del continente, decepcionadas tras las recientes políticas de austeridad dictadas por Bruselas durante los últimos años.
Pero para alcanzar estos objetivos todos debemos movilizarnos y, en particular, las instituciones más cercanas a los ciudadanos. He aquí el papel fundamental de las ciudades. Los Ayuntamientos y las entidades locales asumen desde hace cierto tiempo un protagonismo esencial en la lucha contra el cambio climático. Son ellos, como bien demuestran las políticas del Ayuntamiento madrileño a través del Plan A de Calidad del Aire, los primeros en desarrollar en la práctica una serie de programas y medidas permanentes y estructurales, encaminadas a lograr un ambiente limpio y sano, y una movilidad más activa y de menores emisiones.
Es por ello por lo que es de justicia reclamar un fondo específico directamente gestionado por las propias ciudades. Este ha sido uno de los llamamientos fundamentales en París, para que tanto NN.UU como la UE otorguen los recursos financieros suficientes de forma directa a las entidades locales y que sean ellas las que inviertan estos fondos en los proyectos relacionados con esta causa.
Por todo esto, los organizadores han propuesto que sea Madrid quien acoja una segunda conferencia Pacto clima-finanzas, en paralelo al II Foro Internacional sobre Violencias Urbanas y Educación para la Convivencia y la Paz que tendrá lugar en nuestra capital en la primera semana de noviembre de este año.
La conclusión es clara: no tenemos otra alternativa. Todos debemos implicarnos en ganar esta batalla contra el cambio climático y para ello necesitamos este pacto europeo entre las finanzas y el clima.