El Papa bendice a las parejas homosexuales como a los coches, los gatos o las plantas

26 de diciembre de 2023 22:23 h

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Al poco de iniciar su mandato, el papa Francisco se negó a condenar a las parejas homosexuales ¿Quién soy yo para hacer eso?, se preguntó. Ahora, años después, ha dado un paso más y ha permitido que sean bendecidas, no como un matrimonio, precisó, sino como personas. La primera bendición la impartió él mismo. Avanzaría así por la senda progresista hacia una importante renovación de la Iglesia. 

Desde posiciones más agnósticas las cosas se ven de otra manera. Nos recuerdan que lo único que hace el Papa con esta concesión es colocar a los colectivos LGTB al mismo nivel que a los animales de compañía, a las plantas o incluso a los coches y a las motos, a los que sus sacerdotes bendicen determinados días al año y por debajo del agua bendita que puede ser usada cualquier día del año con tal de entrar en una iglesia que disponga de ella y mojarse los dedos . Nos recuerdan también que en su última reunión con los obispos españoles se olvidó de hablar de los abusos a menores en los colegios religiosos.

Cada 17 de enero se celebra en todo el mundo católico el día de San Antonio Abad, patrón de los animales. En numerosos lugares de culto, incluido el Vaticano, los feligreses llevan a sus mascotas para que sean bendecidas por el cura local. El horario se coloca en los tablones de anuncios de las parroquias. 

La Iglesia también bendice a los vehículos a motor para que sean protegidos por San Cristóbal. Cada 10 de julio el presbítero de la basílica de la Purísima Concepción en Barcelona bendice a todos los vehículos que pasan por delante. Algunos feligreses aseguran que les hace sentirse más seguros. En América Latina es una costumbre extendida. La Iglesia de Sumalao, en Salta, noroeste de Argentina, cobraba entre los 80 pesos por moto y los 120 por automóvil. Bueno, eso era antes de Milei, pronto empezaran a pedir el pago en dólares. En Bojacá, en la preciosa –de paisaje y de nombre– región colombiana de Cundinamarca, la parroquia tiene marcada una franja horaria todos los sábados para esta función. En los años 80, durante una visita al lago Titicaca, cruzamos desde Bolivia a Puno en Perú. Al borde del lago un cura, ataviado con todos sus ornamentos, iba bendiciendo con su hisopo a los numerosos automóviles allí aparcados, cuyos propietarios, vestidos de domingo, los habían adornado para la ocasión con todo tipo de guirlandas, tras haberlos limpiado pulcramente. Se palpaba la devoción. Un espectáculo casi extraterrestre a más de 4000 metros de altura.

Para bendecir las plantas no hace falta ser sacerdote, cualquier persona puede hacerlo rezando una plegaria con el objetivo lógico de que fructifiquen.

Cuando con 11 o 12 años le comenté al padre prefecto en el colegio de la Compañía de Jesús, en el que estaba interno, que creía que había perdido la fe, esperando quizás apoyo, me miró despreocupadamente y me contestó que me dejara de gilipolleces y me dedicara a lo importante, a sacar el curso. Las prioridades tienen que estar claras. Se lo conté a  Fidel Castro cuando, en una reunión en su despacho en el Palacio de la Revolución, me dijo que él estaba agradecido a los jesuitas, con los que había estudiado, ya que gracias a ellos se había hecho ateo. Yo también. Con ellos aprendí orden, disciplina y puntualidad e incluso a ducharme con agua fría en el invierno si hace falta y a dejarme de gilipolleces.

Esas disquisiciones me vinieron a la mente con motivo de una charla nocturna en el Parador de Alarcón, excesivamente regada de ginebra con campari, con el gran Luis Buñuel, que, en una sola frase consiguió resumir lo que otros teníamos que justificar con largas parrafadas: gracias a Dios soy ateo.

Como estos jesuitas, y Bergoglio lo es, y además el primer Papa de esa orden, saben mucho de los medios y los fines, a lo mejor antes de abandonarnos reconocerá el derecho de los homosexuales católicos a un matrimonio como el de cualquier hetero, pero, para llegar a esa meta, el fin, tiene que recorrer un via crucis, una de cuyas estaciones es la bendición, porque “los designios de Dios son inescrutables” para todo el mundo menos para él, que por algo es su representante en la tierra. Pero al final hay que centrarse en lo importante y dejarse de gilipolleces.