Vivimos una situación política excepcional, con un juicio sumarísimo en el Tribunal Supremo, una amenaza de coalición de las tres derechas con blanqueo de la ultraderecha y bajo la persistencia de la crisis social con terribles consecuencias en la vida material de la gente. El cambio que auguramos en el 2014 y 2015 puede truncarse por el ascenso de la derecha, puede frustrarse si PSOE y C's suman como desea el IBEX-35 y los grandes poderes del Estado, puede desandarse si se impone la represión hacia el movimiento soberanista catalán.
Ante ello no podemos resignarnos a seguir enganchados a fórmulas que se han demostrado agotadas, a pesar de que ese agotamiento se haya producido en un tiempo récord. Nunca habíamos observado como partes de la nueva política adquirían los vicios de la institucionalización y del rechazo a gestionar la pluralidad en tan poco tiempo, reproduciendo velozmente los errores que la izquierda acumuló en decenios en nuestro país.
Por eso toca responder con eficacia y rapidez, para rechazar la involución y proponer alternativas, y hoy la alternativa no pasa por parapetarse en segmentos pequeños y puros de nuestra sociedad, sino por librar la batalla de las ideas y generar de nuevo amplias mayorías que debemos ganar para la democracia y el cambio. Las ideas de democracia, repúblicas, soberanías, derechos fundamentales y justicia social deben ser organizadas con transversalidad para derrotar a la reacción y para ello requerimos de nuevos instrumentos, una vez agotados algunos de los que tenemos.
La coalición entre Esquerra Republicana de Catalunya y los Comunes Soberanistas para este 28A es un nuevo camino en esta dirección. Los resultados y el tiempo demostrarán si es una idea acertada que pueda abrir nuevas rutas de cambio, porque el Régimen del 78 resiste y las derechas y el PSOE planifican constantemente su regeneración. Por eso muchos nos hemos soliviantado ante la idea de contemplar como única perspectiva ser los acompañantes de un PSOE que votó el 155 contra Catalunya, pero que también protagonizó la reforma del 135 como origen de la crisis y las desigualdades que nos golpean diariamente.
Solo los votos de la impugnación republicana pueden equilibrar de nuevo la partida para que una mayoría progresista sea digna de ese nombre y no nos lleve inexorablemente a blanquear los techos de gasto, los recortes sociales y los de libertades y derechos políticos.
No podemos consentir que una parte de la izquierda menosprecie la aportación que el independentismo de izquierdas ha venido haciendo a la impugnación del Régimen del 78. Solo el desconocimiento o el tacticismo de apostar por una colaboración acrítica con el PSOE pueden justificar esa posición. Y no nos referimos a apostar por modelos neoliberales que el nacionalismo conservador ha practicado y aún atesora en Catalunya, nos referimos precisamente a romper definitivamente esa posible asociación, ese vínculo del pasado para, mediante la unidad republicana, recuperar las sensaciones de los frentes populares o de izquierdas que vivimos hace 80 años.