Seguramente no existan personas valientes en abstracto, aunque es evidente que hay cobardes concretos. La cobardía y la valentía siempre son coyunturales y se manifiestan en los momentos difíciles. No se es valiente o cobarde en esencia, se demuestra valor o cobardía ante una situación determinada.
Igualmente hay que asumir que la traición es siempre individual, pero la política es siempre colectiva. Todas y todos somos capaces de ofrecer lo mejor y lo peor de nosotros mismos, de comportamientos tan heroicos como miserables, la problemática no es tanto de carácter ético individual, como de condiciones sociales de posibilidad. En ese sentido, las lógicas políticas dominantes son un territorio que incentiva permanentemente comportamientos mezquinos, que tritura los afectos y penaliza la inteligencia, un teatro de operaciones perfecto para los mediocres y los oportunistas, siempre disponibles para colaborar en maniobras turbias al servicio de objetivos inconfesables.
No hay que perder de vista esa debilidad estructural, ni subestimar el hervidero de bajos instintos inevitables en cualquier grupo humano. Por eso es esencial protegernos como organización y cuidarnos entre compañeros, entendiendo que nadie es inmune a los actos de violencia simbólica, ni indiferente a los ataques personales, más cuando estamos sumergidos, sin duda a demasiada profundidad, en debates internos.
Posiblemente por todo esto, estas semanas están siendo tan desconcertantes y tan dolorosas para la mayoría de nosotras y nosotros. Hoy resulta difícil reconocer a Podemos y reconocerse en Podemos. Parece como si las estructuras orgánicas se hubieran enajenado, independizado y aislado de las bases. Como si nos hubiéramos contagiado del síndrome de la “ley de hierro de la oligarquía” y una minoría se pensase a sí misma como una élite incuestionable, designada para guiar a Podemos al margen de la propia voluntad de las bases del partido.
Es normal que la intensidad del debate político aumente durante un proceso de primarias, lo irracional es la puesta en marcha de verdaderas “cazas de brujas” contra compañeros y compañeras dentro de Podemos. Es incomprensible la actual escalada de tensión y más que preocupante nuestra incapacidad para dirimir las diferencias políticas de forma fraternal, sin acusaciones personales infundadas y sin hacerle el juego a nuestros adversarios políticos.
Es posible que este espectáculo tenga un alto coste social del que todos y todas seremos responsables. Habrá que asumirlo y aprender para rectificar de inmediato. De momento, sería importante recordar que nuestra hipótesis organizativa siempre ha sido radicalmente diferente a la de los partidos viejos, entre otras cosas, porque se basaba más en la colaboración que en la competición, en construir redes de participación y solidaridad, cadenas de apoyo mutuo y equipos de trabajo, en función de afinidades, para conformar una inteligencia colectiva que guiara nuestra acción. Nunca se ha tratado de buscar heroicos hipermilitantes, ni tampoco de generar un aparato burocrático de “funcionarios de partido”, profesionales de la política aferrados a sus cargos e incapaces de separar sus puestos de trabajo de sus planteamientos políticos.
Queríamos –y la mayoría todavía queremos– organizarnos mejor para ser más eficaces, más fuertes y más útiles a nuestro pueblo. Siempre pensamos que toda nuestra estrategia organizativa se debía dibujar desde ahí; desde la lógica de un Podemos útil como herramienta de politización, al servicio de un gran movimiento popular, que nos permita ser valientes juntos y juntas. Un Podemos donde la cobardía fuera una debilidad individual y el valor una fortaleza colectiva.
Siempre hemos creído que para poder afrontar situaciones difíciles necesitamos estar unidos, porque sabemos que sólo podremos ser realmente valientes si estamos juntos y juntas, dispuestas a pelear hasta el final, codo con codo con el compañero. No hace falta ser doctor en ciencias políticas para comprender la obviedad de la máxima popular “la unión hace la fuerza”. Hay cientos de ejemplos de acciones y actitudes valientes que lo demuestran claramente, desde la rebelión de los esclavos liderada por Espartaco, hasta la actual lucha de las “espartanas” de Coca-Cola. Es esa valentía concreta, la que demuestra que es posible rebelarse rebelándose, la que debe seguir inspirándonos para continuar con nuestro proyecto de empoderamiento popular e impugnación del régimen, asumiendo que se puede perder mucho, casi todo, desafiando al poder establecido. A esa actitud la denominamos coherencia.
También hay muchos ejemplos de cobardía personal. Pero hay uno especialmente significativo para los momentos que vivimos. Àudax, Ditalco y Minurus fueron enviados por Viriato a negociar la paz con el Imperio romano. A su regreso de las negociaciones asesinaron a Viriato. Marco Pompilio les había ofrecido su salvación personal a cambio de la muerte del líder incorruptible. Lo que no calcularon los asesinos fue que, una vez muerto Viriato, dejaban de ser útiles y, por tanto, su destino estaba decidido. Escipión mandó que fueran ejecutados por traidores, bajo la sentencia, tan históricamente dudosa como popularmente célebre: “Roma no paga traidores”. La traición fue irresistible para ellos, se acobardaron ante la posibilidad de la derrota y buscaron una salida individual antes que una apuesta colectiva.
Como apunta Josep Maria Esquirol, en la Resistencia íntima: “Otra característica que merece la pena subrayar es que la resistencia política suele ser un fenómeno espontáneo que surge a partir de la base y es fruto de la toma de conciencia de lo que de verdad está en juego. Ese 'darse cuenta' individual no conduce a buscar una 'salida' o una 'salvación individual', sino comunitaria, social. El resistente no sólo, ni prioritariamente, piensa en sí mismo”. Y esa es la clave, ese es el elemento central de toda acción colectiva, comprender que sólo hay una salida: la salvación colectiva. Que lo que está en juego no se puede resolver individualmente.
Nosotros y nosotras siempre hemos hecho política de verdad, a cuerpo descubierto, porque nunca hemos pensado en nuestro interés individual. Por eso en Podemos somos tan diferentes, porque estamos buscando una “salvación” colectiva, no individual. Porque hemos perdido el miedo juntos, luchando con audacia por nuestra dignidad como pueblo. Porque dejamos de ser débiles cuando nos unimos, y empezamos a ser valientes cuando entendimos que no estábamos solos, que éramos mayoría y teníamos el poder, ese inmenso poder, de ser los que ya no tenían miedo, ni al Imperio romano ni a Coca-Cola… ese día nos dimos cuenta de cuál era el Podemos que le daba miedo a los poderosos. Ese día fue el primer día que fuimos realmente valientes.