Pocas figuras tan importantes y al mismo tiempo tan desconocidas ha habido en la historia cultural española del siglo XX como Rafael Giménez Siles. Fue uno de los editores más influyentes durante la Segunda República, la guerra civil y el exilio mexicano. Su figura representa al editor moderno por excelencia y resume la trayectoria vital de tantos intelectuales de la Edad de Plata. Fue el alma mater de Cenit, que permitió a los lectores de habla hispana acceder a obras como Manhattan Transfer, Imán, El lobo estepario o El Capital, y a autores de la talla de Máximo Gorki, Henri Barbusse, Eric M. Remarque, Stefan Zweig o César Vallejo. Su compromiso político y social corrió en paralelo a su labor empresarial, lo que le convirtió en un agitador cultural de primera magnitud. Fue el promotor de la Feria del Libro de Madrid en 1933, de los camiones librerías de la Agrupación de Editores Españoles, del proyecto editorial de más envergadura de la España republicana en guerra, y del mayor complejo librero del continente americano con las Librerías de Cristal.
Este farmacéutico se consagró a la edición y difusión del libro debido a su compromiso ideológico y a su oposición a la dictadura de Primo de Rivera. Durante 1928 estuvo seis meses recluido en la cárcel Modelo debido a la condena de un consejo de guerra por difusión de propaganda contraria al régimen. En 1916 se había trasladado desde su Málaga natal a Madrid para estudiar Farmacia en la Universidad Central, llegando a ser el presidente de la Asociación Oficial de Estudiantes de esa facultad. Además, fue un socio muy activo de El Ateneo madrileño. De este modo, pasó de líder estudiantil y de participar en revistas como El Estudiante y Post-Guerra a dirigir la editorial Cenit.
Giménez Siles fue un destacado protagonista del movimiento editorial de avanzada, que renovó el mundo del libro a fines de los años 20. Este fenómeno editorial surgió como respuesta al riguroso sistema de censura previa impuesto a las publicaciones periódicas, pero tolerante con el libro siempre que superase las doscientas páginas. La producción revolucionaria soviética, y la literatura social convivieron con los libros que abordaban la intensa actualidad española. Rafael Giménez participó en la aventura inicial de Ediciones Oriente, donde impulsó la publicación de Leyendas de Guatemala de Miguel Ángel Asturias. El éxito inesperado de estas publicaciones abrió un mercado de amplias posibilidades impulsando la aparición de nuevos sellos como Cenit, Jasón, Ulises, Zeus y Hoy, surgidos de las sucesivas divisiones del núcleo fundacional de Oriente. Las ideas y lecturas de estos libros influyeron en el cambio político del 14 de abril y obligaron a las casas más comerciales a incluir en sus catálogos colecciones de literatura comprometida y títulos sociopolíticos. Estas empresas tuvieron una vida breve, salvo Cenit (1928-1936) que llegó a convertirse en la editorial más importante del libro político y social en los años republicanos, gracias al empeño de Giménez Siles.
La editorial Cenit introdujo en el panorama cultural español la literatura social norteamericana y antibelicista europea de entreguerras. De su amplio y variado catálogo con vanguardistas cubiertas destacan Manhattan Transfer de Dos Passos, El lobo estepario de Herman Hesse, Babbit de Lewis Sinclair, o El fuego de Henri Barbuse. La ausencia de autores españoles fue compensada con la publicación de obras muy significativas como Imán de Ramón J. Sender sobre la guerra de Marruecos, o la novela, El tungsteno, del peruano César Vallejo. Se rodeó de profesionales como el poeta y traductor, José Quiroga Plá, y el ilustrador polaco, Mariano Rawicz. El primero fue asesor literario y corrector de estilo de la firma, y el segundo se convirtió en el director gráfico y artístico..
Además, se ocupó de traducción rigurosa de textos marxistas en ediciones críticas y populares, a cargo de su asesor literario y catedrático de Derecho Romano de Salamanca, Wenceslao Roces. Publicó los dos primeros volúmenes de El Capital (1935) en un solo tomo, que luego continuaría Roces en Fondo de Cultura Económica durante su exilio mexicano. Pero al mismo tiempo editó esta obra de Marx en treinta folletos quincenales de 32 páginas a 80 céntimos, o bien la suscripción completa a 7,60 pesetas. La respuesta del público fue masiva con mil lectores abonados y la tirada alcanzó los 5.000 ejemplares.
La pujanza de su firma editorial le llevó a ocupar cargos en la Cámara Oficial del Libro de Madrid, contribuyendo a su modernización y democratización. Asimismo, pasó a formar parte de la Escuela de Librería como profesor de “Técnica comercial del libro”, desde donde lanzará la propuesta de la Feria del Libro a sus compañeros editores. El objetivo era divulgar el libro ya que las librerías no exhibían suficientemente las publicaciones y la propaganda resultaba escasa. Además, tenían algo de recinto cerrado donde sólo acudían especialistas, intelectuales y profesionales. En un mercado preciso al aire libre coincidían productores y público, pero de forma organizada, más allá de la eventualidad y provisionalidad de los libros vendidos en carritos o en puestos callejeros. Se trataba de responder a los colectivos sociales que frecuentaban estos puntos de venta porque eran más accesibles y baratos. La feria contribuyó a socializar el libro, incorporando a distintos colectivos en la compra de publicaciones. La gran innovación e interés residía en que la mayoría de las obras que presentaban las editoriales eran novedades y libros del catálogo con un descuento del 10%. No había ni un lote ni resto de edición ya que la feria no se aprovechó para sacar libros de difícil venta, sino para mostrar la producción bibliográfica más moderna.
La primera Feria del Libro se celebró en abril de 1933 en el Paseo de Recoletos. Esta calle madrileña se transformó en un espacio de sociabilidad, donde convivieron distintos colectivos de la ciudad compartiendo su interés por el libro y la lectura. El paisaje urbano se caracterizó por las casetas, los carteles colgados entre los árboles con aforismos de escritores famosos que incitaban a la lectura, y el bullicio del público paseante y comprador. Se distinguían gorras, sombreros, sotanas, uniformes y vestidos ya que acudían gentes de toda condición social y profesional. Los niños y las mujeres se confundían con los profesionales de traje, los obreros de blusón, los militares y los religiosos. La feria puso en contacto a toda la sociedad con el libro ya que salió al encuentro del lector. Así el Paseo de Recoletos, en el tramo donde está ubicada la Biblioteca Nacional, se convirtió en capital simbólico del libro.
Pero el inquieto Rafael Giménez no se conformó con el éxito de las ferias en la capital y se embarcó en la creación de la Agrupación de Editores Españoles para la difusión y propaganda del libro en castellano en 1934. Una de las principales actividades de esta entidad fue llevar la experiencia de la feria al resto del país. De este modo pretendía fomentar el mercado interior ya que era conocedor de la débil red de distribución y puntos venta de libros. Pero la política bibliotecaria republicana había sentado las bases para ampliar el negocio cultural en España. Para poder recorrer distintas localidades y trasladar los libros se diseñaron dos camiones-librería, siguiendo el diseño de Arturo Ruiz-Castillo. El primer camión transportaba dos toneladas de libros de las veintiséis editoriales agrupadas de Madrid y Barcelona. La carrocería del vehículo se abría y en veinte minutos se convertía en una atractiva librería ambulante, donde se mostraban los diferentes títulos. Además, tenía un circuito eléctrico para iluminar los expositores, instalación radiofónica, tocadiscos y proyector de películas, alimentados por un generador eléctrico conectado al motor del automóvil. Los camiones realizaron varias giras provinciales, recorriendo Badajoz, Málaga, Cádiz, Huelva, Ávila, Segovia, Guadalajara y Guipúzcoa. La visita del camión a los pueblos representaba todo un acontecimiento en la vida cultural y social. De este modo se convirtió en un instrumento eficaz de propaganda del libro y de promoción de la lectura. Giménez Siles se implicó tanto en este proyecto que participó en todos los recorridos, vestido con un mono blanco con el logotipo de la Agrupación de Editores Españoles, emulando a la compañía teatral La Barraca de Federico García Lorca.
Otra actividad desarrollada fue la organización de una cabalgata de Reyes de Madrid en enero de 1935 con el camión librería como carroza y con la colaboración de los autores Ramón Gómez de la Serna, Salvador Bartolozzi y Antoniorrobles, que se disfrazaron de Reyes Magos. El objetivo era difundir el libro infantil y derivar parte de las compras de juguetes de Navidades en la adquisición de libros. Los camiones fueron requisados por el célebre Quinto Regimiento y acabaron sus días en la Sierra de Guadarrama durante la guerra civil, llevando lecturas a los soldados del frente hasta que fueron destrozados por la metralla enemiga.
Durante la contienda Rafael Giménez desplegó uno de los mayores proyectos editoriales de la España republicana, aparte de convertirse en presidente de la Cámara del Libro de Madrid. Fue reclamado por el equipo del Ministerio de Instrucción Pública, dirigido por el comunista Jesús Hernández, y en particular por el subsecretario Wenceslao Roces, estrecho colaborador de Cenit, que conocía bien su capacidad organizadora y su experiencia. En este sentido se puso al frente de la Distribuidora de Publicaciones S. A., vinculada al Partido Comunista, que contaba con delegaciones en Madrid, Valencia y Barcelona, más 10 librerías propias y unos 5.000 corresponsales. Además, puso en marcha dos editoriales satélites de la Distribuidora: la Editorial Nuestro Pueblo, S. A., creada en Valencia y con un capital de 100.000 pesetas, y Estrella, Editorial para la Juventud, que suministraban lecturas a las bibliotecas públicas incluidas las de los hogares del soldado, las de los hospitales y cuarteles. En pocos meses publicó libros de Galdós, Sender, Herrera Petere, Valle-Inclán, Machado, el Romancero Gitano de García Lorca a 80 céntimos con introducción de Alberti, el Teatro en la guerra o El labrador de más aire: teatro de Miguel Hernández, llegando a alcanzar tiradas de 100.000 ejemplares. Los títulos de Nuestro Pueblo y Estrella fueron impresos en los talleres de Espasa-Calpe en Madrid y en la empresa colectivizada Ramón Sopena de Barcelona. En la Editorial Estrella aparecieron libros infantiles adaptados a la situación bélica como Palomitas de “Botón” de paz y de guerra son; Cierto niño, en cierta guerra con tigres labró la tierra; o Automóviles audaces que de morir son capaces de Antoniorrobles al precio de 1 peseta. Además, fue el encargado de organizar la representación editorial española en la Exposición Internacional de París en 1937.
Con este bagaje profesional cruzó el Atlántico en mayo de 1939, tras un breve paso por el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Mientras la dictadura franquista quemaba libros, depuraba bibliotecas y prohibía títulos, Giménez Siles emprendió diferentes aventuras editoriales en México. Era un ilustre ejemplo de la España peregrina, pero pronto asumió que el exilio iba a ser largo y se nacionalizó en una fecha tan temprana como el verano de 1940. En julio de 1939 creó el consorcio EDIAPSA (Edición y Distribución Ibero Americana de Publicaciones, S. A.) con capital mexicano junto con el diplomático y escritor Martín Luis Guzmán. Asimismo, contribuyó a la creación de numerosos sellos como Colón, Colección Málaga, Compañía General de Ediciones Empresas o Diógenes, entre otras. Incluso participó en la fundación de la Editorial Siglo XXI que creó en 1965 Arnaldo Orfila Reynal. Además, promovió la revista literaria Romance, la publicación femenina Amiga, y la infantil Rompetacones.
Tras abrir la primera librería de EDIAPSA en 1939 con el nombre de Juárez, inauguró en 1940 la Librería de Cristal de la Pérgola en la Alameda Central, en un costado del Palacio de Bellas Artes. Este establecimiento representó un concepto muy moderno del comercio de libros ya que era muy amplio y luminoso, contaba con más de 40 metros de escaparate con rótulos de neón para anunciar a los escritores, carecía de mostradores para facilitar la libre consulta de ejemplares, y amenizaba a los clientes con música. Además, abría los siete días de la semana desde las ocho de la mañana hasta altas horas de la noche, y en la parte de arriba disponía de una sala de exposiciones y un café literario. Por este motivo fue calificada por el New York Times en 1946 como la librería más extraordinaria del mundo. Giménez Siles consiguió establecer 18 sucursales en la capital y otras 11 en diferentes estados mexicanos, llegando a convertirse en el mayor complejo librero del continente americano.
Todas estas iniciativas editoriales y libreras contribuyeron al desarrollo cultural de México y da cuenta de lo mucho que España perdió con su obligada marcha, huyendo de la represión franquista. Pero en el país azteca tuvo un gran reconocimiento social y cultural por su labor. Recibió el Premio Nacional Juan Pablos al mérito editorial en 1978 y el Premio Amoxhua Huehuetzin al mérito librero en 1980. Rafael Giménez Siles es un personaje fascinante que merecería un gran reconocimiento en su país de origen, aparte de una calle en Madrid ya que una de sus iniciativas más brillantes sigue celebrándose anualmente con gran éxito en el parque del Retiro.
Edición y compromiso. Rafael Giménez Siles: un agitador cultural, Sevilla, Renacimiento, 2022, 634 pp.