Suma y sigue

Abogado y escritor —
11 de abril de 2023 22:34 h

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I.– Sumar viene del latín “summare” e indica los actos de recopilar, compendiar, reunir, componer, agregar uno a un grupo o adherirse a una doctrina u opinión. Como pude observarse son significados parecidos, pero no exactamente iguales. Si trasladamos este concepto a la acción política la complejidad aumenta, pues según se haga o realice la operación, la suma puede mutarse en resta, o una resta, en suma. Simplificando, en política dos más dos no siempre son cuatro, pueden transformase en cinco o quedar reducidos a tres. 

Este breve exordio viene a cuento ante el lanzamiento del proyecto Sumar, celebrado el pasado 2 de abril, que lidera la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Una iniciativa de muy considerable trascendencia para el futuro de “este país”, es decir España, que es como se llama “este país”. Hay que reconocer que la articulación de un espacio político estable, a la izquierda del PSOE, no ha sido fácil desde la crisis de los partidos comunistas –incluido el PCE– de los años ochenta del siglo pasado. Una vez constatada la no idoneidad o inadecuación, por lo menos para Europa occidental, de la opción partidos comunistas, una parte de la llamada izquierda alternativa, en el caso de España y otros países, se lanzó a la construcción de un nuevo instrumento o herramienta que, en nuestro caso, denominamos Izquierda Unida. Una experiencia interesante y provechosa, todavía vigente, pero que en mi opinión no acabó, en su momento, de dar el paso para convertirse en un nuevo partido con todas sus consecuencias y superar así la fase, siempre procelosa, de coalición. Un partido de los que habla el art. 6 de la Constitución –como “instrumento fundamental para la participación política”–, con una teoría clara, de la que emane un programa reformador –que no es igual que “reformista”–, organizado capilarmente en todo el territorio nacional, capaz de convertirse en una opción de gobierno. La obsesión, en una época, de lograr el sorpaso del PSOE, la teoría de las “dos orillas” y posiciones poco claras sobre cuestiones centrales de la gobernanza de un país europeo –la cohesión territorial, la validez esencial de la Constitución, la construcción de la UE– fueron mermando sus posibilidades y conduciendo a un cierto estancamiento. Hasta el punto de que no estuvo en condiciones de recoger y liderar el profundo malestar que ocasionó la crisis del 2008, y el subsiguiente fracaso estrepitoso de las políticas neoliberales.

II.– El surgimiento del fenómeno Podemos supuso un revulsivo, en principio positivo, dentro de este sector de la izquierda y del propio mapa político de España. Creo que conectaba con nuevas fuerzas jóvenes, de diferentes sensibilidades –feministas, ecologistas, LGTBI, etc.–, muy críticas con unos adormecidos partidos tradicionales y alejados, también, de un movimiento sindical en horas bajas, aunque no exento de toques populistas de variado origen. Sin embargo, después de un fuerte impulso inicial, empezaron a surgir diferencias en su seno que terminaron, como suele suceder cual maldición bíblica, en escisiones y rupturas, en este caso dando lugar a Más Madrid/Más País y otras expresiones. Por desgracia, es una constante en este espacio de la izquierda, cuya causa denuncié hace más de 30 años y que consiste en la incapacidad de “normalizar y gestionar la discrepancia”. El hecho es que el proyecto Podemos se ha ido construyendo en los diferentes territorios con características propias, dando lugar a formaciones bastante heterogéneas en forma de “franquicias” o delegaciones territoriales con diferentes nombres. Su importante labor en el actual gobierno de coalición y en otras instituciones, junto con cierta rigidez en los liderazgos, quizá ha ido en detrimento de su arraigo organizativo y en la formación de un partido sólido. Por otra parte, ha dado la impresión de que ponía en cuestión esos elementos centrales mencionados anteriormente –el despectivo “régimen del 78”; un cierto euroescepticismo, “recuperación de soberanía”; la cohesión territorial con el “derecho de autodeterminación”, etc. El resultado, por estas u otras causas, ha sido la paulatina pérdida de pulso electoral y la aparición de una constelación de siglas, se habla de quince, que reconozco soy incapaz de identificar todas. Lo que tengo claro es la conveniencia de que, por lo menos las principales, actúen juntas, pues de lo contrario su destino será ir todas juntas al hoyo.

III. Y aquí surge Sumar, que se erige en la esperanza, por lo menos, del futuro electoral de una componente de la izquierda. Sin embargo, en mi modesta opinión, creo que no se trata solamente de una fórmula electoral. Más bien consiste en poner en pie un proyecto político para España y Europa capaz de ir ganando apoyos, en un amplio espacio de las izquierdas y lograr así, en conjunción con la fuerza que representa el PSOE, una gran mayoría apta para gobernar durante los próximos años. Única manera, por otra parte, de poder culminar las reformas democráticas, ecológicas e igualitarias que España y Europa necesitan.

En el lanzamiento del proyecto del dos de abril en Madrid, la dirección de Podemos decidió no acudir, aduciendo que no le habían dado garantías de celebrar unas “primarias abiertas a todo el mundo”. Un motivo que, con todos los respetos, no tiene consistencia, si se piensa por un momento lo que está en juego. En un proyecto en el que tienen que confluir tantas personas, colectivos y formaciones políticas no se puede pretender imponer, desde el principio, fórmulas cerradas que más que sumar pueden acabar restando. El interés legítimo de Podemos por ocupar una posición acorde con su trayectoria no tiene por qué depender de que las primarias se celebren de una u otra forma. La inteligencia en estos proyectos complejos consiste en ser capaces de que sus plurales componentes encuentren su acomodo, mediante diferentes fórmulas de conformidad, integración o agrupamiento, sin eludir el sistema de primarias. Pero siendo siempre conscientes de que lo esencial no es ganar las “primarias internas”, sino más bien las “secundarias externas”–es decir, las elecciones generales–.

IV.– El otro día, en el acto de inauguración de la Exposición, en la Biblioteca Nacional, sobre el proceso 1001 contra la dirección de CCOO, recordé que los derechos, políticos y sociales, no se heredan. Por el contrario, se conquistan, se mejoran, se empeoran o se pierden, al igual que la propia democracia. Estamos en un momento en que esta lección de la historia es más real que nunca. Asistimos a una corriente de fondo, abiertamente reaccionaria que, de nuevo, como en los años setenta del siglo pasado, pretende liquidar los avances logrados, en algunos países, entre ellos el nuestro. Mientras escribo estas líneas, en una nación europea, tan avanzada como Finlandia, han ganado las elecciones los conservadores, necesitados de la ultraderecha para gobernar. Un ejemplo más de lo que viene sucediendo a nuestro alrededor. Una distracción, por nuestra parte, podría llevar al gobierno de España al tándem PP / Vox, cuyas intenciones no las han ocultado. Se trata de derogar, abolir, revocar o desbaratar la inmensa mayoría de las leyes, decretos leyes o múltiples medidas que se han aprobado durante la actual Legislatura dirigidas a crear, ampliar o mejorar derechos sociales o políticos. Esto es exactamente lo que nos jugamos. Y para que este retroceso o culatazo de la historia no suceda, sino que podamos seguir avanzando y mejorando la vida del personal mayoritario, o de las “clases medias y trabajadoras”, el proyecto Sumar, que encabeza Yolanda Diaz, tiene que ser un éxito. Por la clara y sencilla razón de que en las próximas elecciones generales la única opción real que tenemos las fuerzas progresistas, para seguir haciendo cosas útiles para la ciudadanía, es que la coalición PSOE/Sumar obtengan una mayoría suficiente, la más amplia posible para no tener que depender de los que, a la primera de cambio, te dejan en la estacada. Logro que podría verse desbaratado si una de las izquierdas se marginara y se presenta en competición, diluyendo el voto y los escaños.

Hay tiempo para enderezar el entuerto de las ausencias del día dos de abril. Quizá las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo sirvan para clarificar la situación y contribuyan a que la clarividencia se imponga. Sin embargo, como oigo a unos y otros afirmar que seguro se llegará a un acuerdo, me gustaría recordar que no es la primera vez que partidos, incluso de larga trayectoria, sufren pulsiones “suicidas” cuando el diablo de las irracionales pasiones de los “errores de cálculo” se imponen a las virtuosas deidades de la racionalidad, que inspiran el “principio de realidad”. Solo me queda observar, desde la poca experiencia que dan los años, que sería una lástima fracasar tan pronto, con todo lo que nos ha costado llegar hasta aquí.