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Cuerda: Total… nada

Parecía un señor mayor de esos que salen en las tele comedias. No hablaba sin ser brillante. Aún se le notaba el disgusto cuando contaba una de las primeras críticas que recibió. Era sobre 'Total', una película para televisión, predecesora de 'Amanece, que no es poco', a la que, al menos en hilaridad, tenía poco que envidiar. Al día siguiente un crítico en El País tituló “Total… nada”. Lo recordaba muchas veces. Creo que también porque admiraba la malicia del titular. Los críticos antes también eran mejores.

Los que tuvimos la suerte de trabajar con él en su última película pudimos ver el milagro. El making-of de 'Tiempo después' bien podía haberse titulado 'El curioso caso de Benjamin Button'.

José Luis, desde la lectura del guion al rodaje, había rejuvenecido. No exagero, lo vimos todos porque estábamos rodando una de aquellas escenas en las que había mucha gente, cada uno con su frase, con su propia película, representando ese gran barullo español, tan de Berlanga y tan de Cuerda.

Le vimos subir una colina para dar instrucciones perseguido por el productor llevándole el bastón. Mientras dirigía no lo necesitaba. Nos asustamos por si rejuvenecía demasiado y volvía aquel carácter… dicen que lo tenía, yo nunca se lo vi. Supongo que porque me tenía mimado, según mis compañeros. Un día le pregunté y me respondió: “¿Para qué me voy a enfadar si ya no puedo gritar, que es lo mejor?”.

Era un hombre de cine de los de siempre, de los que dirigía lo que le echaran. Pero también era el último bastión del surrealismo. Cuerda nos unía con Jardiel, con Tono, con Mihura… Con un humor imaginativo que hoy ha dado un paso de gigante hacia la extinción.

El guion de 'Tiempo después', su última película, llevaba en el cajón más de 10 años. No digo en el suyo. En el de todas las personas que tuvieron una mínima relación con el cine. No voy a contar la misma película de siempre. A José Luis quizás le faltaba salud, pero el cine le salía por las orejas. Al final, mucho tiempo después, se hizo. Y le quedó estupenda.

En fin, taciturno, triste y enfadado me lo estoy imaginando mirándome por encima de las gafas: tenía algo de Santa Claus: “No te lo tomes así, que no es para tanto”. Como un día que me felicitó por algo y yo emocionado le abracé. Él, impertérrito, me preguntó: “¿Te vas?”.