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Ultraderecha, feminismo y lesbianas

Kika Fumero

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En las elecciones del 28M, la ultraderecha consiguió entrar en 17 comunidades autónomas. De la mano del PP, gobernará durante los próximos cuatros años en 140 ayuntamientos en nuestro país.

Estos números, que a priori pudieran parecer meras cifras, se traducen en una de las mayores amenazas a nuestros derechos humanos fundamentales desde la muerte de Franco y la posterior transición hacia una democracia que aún sufre las secuelas de los 40 años de dictadura franquista. Legitimar un discurso negacionista –que niega la mayor– supone camuflar violencias y recuperar privilegios de aquel sistema fascista que, desgraciadamente, aún habita nuestra sociedad. 

Por eso el feminismo debe entender que necesitamos unidad, porque nuestros derechos, incluso nuestras vidas, están en riesgo. Por supuesto, la vida de las mujeres LBT, también. Una parte del feminismo más rancio se atreve aún hoy a decir que la diversidad sexual y de género no forma parte de la agenda feminista. Las mujeres estamos en todas partes y el feminismo se reduciría a tres –y, por tanto, perdería su esencia– si obviamos la perspectiva interseccional que como seres humanos nos atraviesa. Las mujeres somos rurales, urbanas, mayores o jóvenes, negras, gitanas, judías, lesbianas, bisexuales, trans, con o sin discapacidad… Por tanto, somos sujetos políticos del feminismo, porque, como mujeres, el patriarcado nos amenaza. 

Siempre me gusta recordar un ejemplo muy ilustrativo: cuando una mujer camina por las calles de la mano de su pareja hombre, está infinitamente más a salvo que cuando dos mujeres caminan por la calle mostrando abiertamente que son pareja. El motivo no es que unas suframos más que otras (esto no va de “y yo más”), el motivo es, simplemente, que la sociedad lee a la mujer que va con un hombre como una mujer que ya tiene dueño, y se respeta el pacto entre hombres; mientras que en el caso de las lesbianas somos leídas como “dos mujeres solas y disponibles”, acusado por la erotización simbólica del lesbianismo en la pornografía. Pero la base de la violencia es la misma en uno y otro caso.

Las lesbianas transgredimos el sistema heteropatriarcal, ese que le dice a los hombres que las mujeres somos de su propiedad y estamos al servicio de sus deseos. Las bolleras venimos a decirles a los hombres hijos del patriarcado que jamás los desearemos y jamás los amaremos como compañeros de vida. Esto enfada al 'macho alfa', a todos aquellos que tantas veces vienen a demostrarnos que sí pueden poseernos: es lo que sucede cuando nos agreden sexualmente al vernos de la mano con nuestras parejas o cuando se enteran de nuestra homosexualidad en los espacios de trabajo o en las escuelas. Se llama acoso, agresión, bullying. Y todas las lesbianas del mundo saben de lo que estoy hablando. ¿Por lesbianas? Sí, por el mero hecho de ser mujeres lesbianas y osar desviarnos de las normas de su deseo. 

El amor, la sexualidad y la identidad son aspectos políticos. En ella se basan los pilares de nuestra sociedad, sobre los que se construye todo un sistema familiar, económico y social. Por tanto, sí, las mujeres LBT somos sujetos políticos del feminismo y nuestras vidas están en peligro. ¿De muerte? Sí. La ultraderecha ya ha demostrado a lo largo y ancho del mundo que nuestras vidas no valen nada. 

La lesbofobia aumenta conforme avanza la ultraderecha y la derecha que pacta con ella. El odio hacia las personas LGBTI se ha convertido en un arma arrojadiza constante (diaria) en las redes sociales y en las calles, en las familias y en el trabajo. Pero la diferencia hoy es muy grande, porque ya conocemos la libertad y no tenemos miedo. Calladas, nunca. Esto no va tanto de amor (que, por supuesto, también), esto va de derechos humanos, constitucionales, y no vamos a permitir que nos los arrebaten. 

La ultraderecha está avanzando a nivel internacional. En Italia, un país tan cercano, europeo y vecino, ya han atacado a nuestras familias por no asumir que pueda haber dos mamás y han dejado a criaturas indefensas al arrebatarles legalmente la figura de una de sus madres. En nuestro país ya lo han dicho alto y claro: derogarán las leyes que nos protegen y nos otorgan dignidad como seres humanos, derogarán aquellas que, como mujeres, nos protegen de las violencias machistas, condenándolas como delitos que son. Quieren acabar con las comunidades autónomas, sacarnos de Europa y reducirnos a una España negra cuyas cenizas aún arden, removiendo heridas. Lo que nos saben quizá es que esas heridas nos han hecho más fuertes. 

Tan fuertes que seguimos en la lucha: de frente, con orgullo, reivindicando nuestros derechos, celebrando los conquistados, brindando por la vida, bailando y besándonos a cara descubierta: hasta que nuestros besos dejen de ser motivo de insulto, hasta que nuestros derechos dejen de molestar. Como decía Alba Flores en la Plaza Zerolo de Madrid durante el pregón de este Orgullo 2023: no hay cunetas donde puedan meternos a todas. Así que aquí estamos, abrazando la diversidad que nos enriquece como sociedad. Y desde el feminismo, que no lo duden.