Poco más de dos años después de que Esperanza Aguirre presentara su dimisión como concejala del Ayuntamiento de Madrid tras la detención y entrada en prisión del que fuera su mano derecha en el gobierno regional, Ignacio González, el Partido Popular recupera la alcaldía. Transcurrido apenas un año desde que Cristina Cifuentes tuviera que dimitir al conocerse el “caso Máster” y hacerse público un video en el que era interceptada por un guardia de seguridad mientras intentaba, presuntamente, llevarse un par de botes de crema sin pasar por caja. Cuando no han pasado ni seis meses desde que el tribunal del Tribunal de Cuentas condenara a Ana Botella y a todo su ejecutivo a devolver 23 millones de euros a las arcas públicas por malvender 1860 viviendas municipales a un fondo buitre, tenemos de nuevo al PP a los mandos del ayuntamiento. Pese a no haber ganado las elecciones y haber obtenido el peor resultado de su historia en la capital. Por eso esta vez no viene solo. Lo hace acompañado de un partido que se decía «regenerador» como Ciudadanos y de otro como Vox, una fuerza de extrema derecha que afirma que no existe la violencia machista y que considera al colectivo LGTB un lobby deprivilegiados a los que quiere mandar a la Casa de Campo.
Sin estos apoyos, el PP no habría alcanzado el gobierno de la ciudad. Pero sabíamos que se pondrían de acuerdo. Lo sabíamos desde que los resultados de la noche electoral del 26M otorgaran mayoría absoluta a la suma de estos tres partidos. Todo lo que hemos visto y oído desde entonces no ha sido más que un patético vodevil cuyo final estaba escrito de antemano. Los tres han formado gobierno. De momento, con políticas y medidas pactadas (y enmendadas) y en poco tiempo con cargos y responsabilidades compartidas (el PP y Vox se han dado 20 días para cerrar el acuerdo). Por mucho que Ciudadanos se esfuerce en repetir que su pacto es solo con los populares, los decretos de competencias y los nombramientos tanto en las presidencias de los distritos como en los niveles intermedios de las áreas gubernamentales, que se irán sucediendo en las próximas semanas, revelarán que no nos lo habían contado todo.
La ultraderecha forma ya parte del gobierno de Madrid y sus votos serán decisivos para sacar adelante los presupuestos o aprobar aquellos expedientes que requieran mayoría absoluta. Porque sin los cuatro concejales de Vox, los escaños de Más Madrid y PSOE (27) superan a la suma de PP y Ciudadanos (26). La aritmética no engaña.
Al finalizar la sesión de investidura, mientras abandonábamos el salón de plenos, se escuchó decir «vuelven las corbatas». La expresión resultaba muy clarificadora de lo que supone la vuelta del PP al frente del consistorio. No se trataba de una crítica a la prenda en sí, que también era utilizada habitualmente por algunos miembros de nuestro equipo, sino a lo que esta representa. Los ayuntamientos del Partido Popular se caracterizaron por un modelo de gestión basado en el «ordeno y mando»que no se limitaba al Palacio de Cibeles sino que se trasladaba al conjunto de la ciudad y de sus barrios. Una manera de gobernar que no compartimos y que nos hemos esforzado en corregir durante estos cuatro años.
Pero con los gestores del pasado volverán las formas y las políticas del pasado. Volverán las corbatas. Azules, naranjas o verde neón. Aunque el color pueda variar, las tres van con el mismo traje y huelen a naftalina. Las tres se anudarán para tratar de poner freno los avances que hemos iniciado. En materia de sostenibilidad, mejora de la calidad del aire, participación y transparencia, rehabilitación, cohesión social y un largo etcétera. Aun así, nada está perdido. Más Madrid es la primera fuerza de la ciudad y lo vamos a demostrar protegiendo el Madrid que queremos. Ese Madrid solidario, creativo, abierto e inclusivo. El Madrid de Manuela.