Ir a elecciones otra vez y en el turbio momento que vivimos es una temeridad. Aunque tampoco cabían alternativas cuando se puede hacer pero no se quiere hacer porque influyen pesados condicionantes. Una idea básica a no olvidar es que tenemos en España una democracia lamentable; llegados a este punto, el único objetivo sensato es ya minimizar los daños. Toca apechugar porque no hay otra. No sirve de nada lamentarse. Y, abandonar, obra a la contra. Habrá que seguir buscando vías para evitar la bolsonarización del país. La suprema locura de la involución capitaneada por idiotas en el más estricto sentido de la palabra: los que no se ocupan ni de lo suyo, los que se dejan embaucar.
No está escrito el resultado de las elecciones. Las encuestas son desde hace tiempo inductoras de opinión, aunque les ampare en algunos casos la buena fe. Los Ciudadanos naranjas de Albert Rivera gozaron del mismo favor que hoy la ultraderecha nata. Ciudadanos se quedaba, a la hora de la verdad, a un tercio escaso de lo pronosticado. Tanta demoscopia enamorada y no sacaron más que 32 diputados en la legislatura que termina. No está garantizado, pues, el ascenso del partido de la innombrable desvergüenza que nos colaron 400.000 andaluces, exquisitos abstencionistas y medios de comunicación con la caja registradora a pleno funcionamiento.
La promoción va a ser intensa, sus mensajes capciosos también. El principal, ya en funcionamiento, es: yo votaré a X porque prefiero el original. Se trata de trabajar en los Guasaps y las redes como ellos. Distribuyendo mensajes sencillos, fáciles de captar, como esta maravilla de portada de El Jueves. Cada vez que les manden un bulo, cada vez que suelten un “pues para esto –lo que sea- yo votaré a X”. O lo del original y las copias. Ya se diferencian bien poco: son todos el original.
No le faltaba al PP más que un Pablo Casado. Hoy añadimos datos al conocimiento de su personalidad. Gracias a la exclusiva de lamarea.com, vemos que fue criado en el universo de la religión más integrista para despreciar a las mujeres y tratarlas como cosas. Y a todo ser que salga de la supremacía de clase. De esa misma casta endogámica que se casa con sus iguales sin dejar que entre savia nueva. Curtidos en la mentira y en la trampa, como el propio Casado de los máster de favor y las carreras exprés por ser quién es. Capaces de todo, sin el mejor escrúpulo. Envíen este texto a sus amistades más tibias y se explicarán el triunfo de “las manadas”, las formas de estos señoritos.
Casado podría beneficiarse del pacto de las tres derechas -de dar la suma- como en Andalucía y ser presidente del gobierno bajo la ideología común. U ocupar la plaza Rivera. Un notable sembrador de odio, giro de cabeza, izquierda, derecha, e inamovible discurso con grandes espacios para la manipulación. El mimado por el establishment. Los sueños húmedos gustarían de un gobierno de Rivera y Sánchez más domesticado. Atentos.
Catalunya y el autoritarismo, claves
La triple derecha se propone acabar con la autonomía catalana e implantar el Estado de Excepción permanente. Allí y donde surja. En España entera. Como Bolsonaro, creen que hay que educar en los valores de la regresión. Uno de sus principales ideólogos se ha pronunciado claramente sobre los planes que desean. Alejo Vidal Quadras fue candidato de Vox al parlamento europeo, tras dejar -por moderado- al PP anterior a Casado. Vean su propio texto.
Luego se quejó de las críticas a su “comentario razonado y respetuoso”. Otro colega ha señalado los límites a la libertad de expresión que se proponen aplicar. Bien pensado quieren dejar a Bolsonaro en mantillas de bautizo.
Este pensamiento lo comparten el ya conocido como “trifachito” y la derecha del PSOE. Las viejas glorias y aquellos de quienes son en la práctica caciques territoriales y sin duda periodistas de su ámbito. A ellos debemos el adelanto electoral. Porque todos ellos comparten su oposición al diálogo para solucionar el contencioso en Catalunya. Y no se puede gobernar con ellos en casa poniendo zancadillas.
El anticatalanismo de toda esta gente es tan feroz que el PP valenciano acusa a Ciudadanos de no ser “suficientemente anticatalanista”. El mismo día que se conocen nuevas corrupciones de los Cotino y de un Zaplana que, gravemente enfermo en un hospital, buscaba cauces a cómo seguir trincando millones.
Cierto que los independentistas han jugado sus cartas perdiendo mejoras para los propios catalanes y para los españoles en su conjunto. No consiguieron el menor avance en las negociaciones. “El PSOE no se ha dejado chantajear por los independentistas”, dicen desde una seria ceguera. Ninguno de los dos nacionalismos –catalán y español- comprenden las prioridades del otro. La pifia lleva la firma de muchos autores.
La peor derecha desde la dictadura
Hay personas en este país que prefieren todo atraso, todo abuso, a la unidad de una bandera. A los que usan esa bandera, mintiendo sin empacho, para despojarles y con ellos a toda la sociedad. El catálogo de la inmundicia lo resumía este mismo viernes Carlos Hernández aquí: “Dejemos que nos roben en paz”. Dos dedos de frente bastarían para verlo, pero o no los tienen o no los usan.
El anticipo de las elecciones generales deja a estos votantes sin aprender de las hazañas del nuevo gobierno andaluz. Ha entregado la cultura, la igualdad, la memoria histórica a la ultraderecha. Su concepto de la familia es exacto al de Bolsonaro en Brasil, parecen de la secta Amish, aunque aquellos no mienten. Pero lo más reciente es esto: prometieron 600.000 puestos de trabajo y bajada de impuestos, ahora dicen que es una forma de expresarse en la campaña electoral y que no van a poder por “la herencia recibida”. Pablo Casado ha hecho lo mismo: “Lo primero que vamos a hacer es bajar todos los impuestos”. Marca de la Casa. No se cansan de insultar la inteligencia de los electores.
Votar, priorizando objetivos
Sin duda las soluciones que requiere España pasan por acometer sus graves problemas estructurales. Y eso no va a suceder sino por un milagro. Hubiera requerido tiempo de estudio y reparación. Demasiados daños y demasiados cómplices. El Régimen del 78 los resume. Cuesta tener un jefe de Estado que se apuntó a la crispación con Catalunya en aquel nefasto discurso del 3 de octubre. Hemos quedado muy a la intemperie internacionalmente. “No es solo un juicio a los separatistas, la democracia también está en juicio en España”, escribe el Washington Post. No se pueden seguir aferrando a la excepción española. O negándola. Como hace toda la derecha española, cada vez más falta de talento y escrúpulos.
Pedro Sánchez no cumplió todo como suele hacer el PSOE, nadando y guardando la ropa, especialmente en las costas de la vieja guardia. Cuando hay socialistas de verdad en sus equipos. El gobierno de Sánchez ha sido, pese a todo, un soplo de oxígeno por ver la corrupción del PP fuera de la Moncloa y el programa de lo que se podía hacer.
Las cargas contra Unidos Podemos funcionaron también. Y las niñerías en las cúpulas que su electorado no perdona, tan purista como para entregar el país a la ultraderecha. Torpe idea desgajarse cuando se veía con toda claridad lo que llegaba. Es importante, aun así, no perder el norte y saber que la izquierda es necesaria, y que las figuras que no están a la altura son una mínima parte de los colectivos que luchan por el progreso y la agenda social. En Unidos Podemos y en el PSOE y otros partidos progresistas.
Sabemos cómo es España, dónde nos duele, hasta tumbarnos a veces. Cuanto peor, mejor es una falacia. Cuanto peor, peor y peor y mil veces peor como vemos. Más injusticia, más desigualdad, más corrupción, más mentiras. Habrá que priorizar poner freno a la ultraderecha, como han hecho tantas veces los franceses, y otros pueblos que saben que ningún demócrata pacta con el fascismo en sus diferentes caras. Para las mujeres, es una cuestión de supervivencia. Sin paliativos.
Volvamos a las urnas, con pinza en la nariz si es preciso, para sentar las bases de un futuro en el que hay que sanar de verdad a esta sociedad enferma y cautiva que tendría tanto que hacer y decir.