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África muere: Capítulo segundo

En el capítulo anterior intentaba explicar hasta qué punto las teorías del fundador del sionismo, Theodor Herzl, sobre la posibilidad de crear en África territorios a los que enviar a los judíos que corrían peligro en Europa, constituían un precedente a la hora de buscar soluciones al problema de la emigración que, un siglo más tarde, ha dado un giro de ciento ochenta grados debido a que ahora son los africanos los que mueren ante nuestros ojos.

Pido disculpas si cuanto expongo a continuación puede parecer demasiado personal, pero se debe a que llegue a África cuando aún no había cumplido un año y he dedicado gran parte de los ochenta siguientes a conocerla a fondo, estudiar sus problemas, denunciar sus injusticias y ser testigo de sus guerras.

Coltán, fue el primer libro en contar las atrocidades que se están cometiendo en el Congo, donde se masacra a niños a base de obligarles a que extraigan el mineral que necesitamos para nuestros teléfonos móviles. Sin embargo, no es el sistemático expolio de minerales estratégicos o de todo tipo de recursos lo que está consiguiendo que el continente agonice y sus habitantes huyan; su peor enemigo es la imparable sequía que afectado a los países subsaharianos.

A principios de los años veinte, una terrible sequía asoló el Medio Oeste americano con lo que la tierra de las grandes praderas, muy ligera y carente de humedad, comenzó a levantarse por efectos del viento, formando, una gigantesca nube de polvo que giró sobre si misma aumentando de tamaño hasta llegar casi desde el Golfo de México hasta las Grandes Lagos, y desde las Montañas Rocosas hasta las orillas del Missisippi.

Fue la peor catástrofe natural de la historia americana y en su novela Las uvas de las Ira John Steinbeck describió de forma magistral cómo llevo a la ruina a unos desesperados agricultores que se vieron obligados a emigrar en masa.

Esa emigración constituyó el principio del desastre debido a que abandonaban sus granjas sin pagar las hipotecas lo que llevó a los bancos agrícolas a encontrarse dueños de inmensas cantidades de tierras que nadie quería y a una absoluta carencia de liquidez. Fueron quebrando uno tras otro y en su caída arrastraron a los bancos comerciales e industriales.

Los desconcertados ahorristas invirtieron en una bolsa cuyos títulos comenzaron a aumentar de valor de forma injustificada en lo que no era mas que un juego de especulación sin la menor base económica.

Lógicamente la burbuja estalló dando origen a La Gran Depresión que llevó a los norteamericanos a la ruina reduciendo su producto interior bruto a la tercera parte en menos de cuatro años.

Sorprende que la debacle de la primera potencia económica mundial fuera el resultado de una simple sequía, pero lo cierto es que las sequías nunca son simples. El ser humano puede resistir dos semanas sin comer, pero no sobrevive tres días sin beber y de igual modo los países e incluso las civilizaciones pueden soportar muy duras pruebas excepto una falta de agua cuyos nocivos efectos siempre perduran aunque no se adviertan a simple vista.

Consciente de ello hace veinticuatro años diseñé un sistema de desalar agua por presión natural que reducía los costes a la décima parte debido a que apenas consumía energía eléctrica.

Poco después ocurrió algo muy curioso; me telefoneó Ignacio González, quien más tarde sería presidente de la Comunidad de Madrid -y al que no conocía- para invitarme a comer con Esperanza Aguirre, a la que tampoco conocía.

Durante la comida, Esperanza Aguirre me indicó que había sido elegida por Aznar como futura ministra de Medio Ambiente, y que lo primero que haría sería desarrollar mi sistema porque estaba convencida de que era la forma de resolver los problemas del agua en España.

- “Qué lista es esta señora” -me dije- Y que fácil está resultando todo.

No obstante quiso el destino -y el recién nombrado presidente Aznar- que a última hora Isabel Tocino fuera nombrada Ministra de Medio Ambiente y Esperanza Aguirre de Cultura.

Meses después me la encontré en una cena y me comentó:

-Te he hecho un flaco favor; le he dicho a Isabel Tocino que si quiere resolver el problema del agua recurra a ti y me ha respondido que me ocupe de mi ministerio que ella no se mete en el mío. Y conociéndola como la conozco me consta que serás el último a quien recurra.

Me quedó el consuelo de saber que mi primer gran fracaso no se debía a fallos técnicos o intereses económicos sino al carácter de una ministra que duraría muy poco en el cargo.

No me costó demasiado asimilarlo debido a que la empresa gubernamental Tragsa se interesó por el tema, firmé un acuerdo con su Director General, Miguel Cavero, y tras siete años de trabajo y con un coste de casi seis millones de euros, se realizaron los estudios que demostraron la idoneidad del sistema.

Consiste en elevar agua de mar a una montaña cercana que tenga unos quinientos metros de altura puesto que mientras las desaladoras tradicionales consumen energía durante todo el día, las de presión natural sólo la consume en horas valle para subir el agua al depósito de la montaña.

También se puede subir con molinos de viento tradicionales que son más baratos y prácticos que los aerogeneradores.

Agua que sube con viento es energía potencial gratuita.

Cuando el agua se encuentra en lo alto de la montaña se pueden hacer dos cosas; la primera es desalarla mediante “ósmosis inversa” aprovechando la diferencia de altura.

La segunda es dejarla caer devolviendo energía en hora punta, tal como hacen actualmente las centrales hidráulicas reversibles en ríos y pantanos. Se devuelve un 6% menos que la energía que se utilizó pero en las horas que más se necesita.

Proyecto Mar Rojo- Mar Muerto

En enero de mil novecientos noventa y cinco el gobierno jordano me pidió construir una planta desaladora de presión natural en el golfo de Acaba con el fin de llevar agua a la capital Amman.

Me pareció que resultaría poco práctico, pero pusieron a mi disposición un helicóptero y al recorrer el país advertí que se podía hacer un trasvase entre el Mar Rojo y el Mar Muerto y que aprovechando los cuatrocientos metros de diferencia de nivel entre ambas cuencas desalaría a coste mínimo dos millones de metros cúbicos diarios, suficientes para convertir Israel, Jordania, Siria y Palestina en un vergel.

Tragsa colaboró en el desarrollo, me concedieron la patente internacional y al poco tiempo un alto cargo del gobierno israelí -Gustavo Kronemberg- vino a Madrid con intención de comprar los derechos aunque puntualizando que solo proporcionarían agua a Israel, nunca a Jordania y mucho menos a Siria o Palestina.

Le hice ver que resultaba inaceptable puesto que todo había partido de una iniciativa jordana y que lo que ofrecía ni siquiera cubría los gastos.

Meses después regresó con idéntica propuesta y cuando le eché en cara que fuera tan intransigente me respondió:

-Es que soy judío.

-Siempre creí que los judíos tenían fama de negociadores- dije.

-Los que somos de origen uruguayo, no.

Así quedaron las cosas pero al poco Sir Edmund Rothschild, presidente de la Banca Rothschild, me invitó a Londres con el fin de comunicarme que estaba en total desacuerdo con la actitud israelí ya que el agua debía ser para todos, judíos o no.

Su bisabuelo había financiado a Theodor Kerzl pero Sir Edmund opinaba que Israel no podía seguir acogiendo a cuantos deseaban instalarse en su territorio ya que su necesidad de expansión provocaba sangrientos conflictos entre colonos y palestinos. Según él había llegado el momento de volver a buscar nuevos asentamientos tanto para judíos como para gentiles.

El 23 de abril de 1998 le escribió al Primer Ministro Inglés, Tony Blair, pidiéndole que se implicase en un proyecto que denominó “El río de la vida” ya que salvaría millones de ellas y frenaría una avalancha de refugiados que empezaba a ser preocupante.

El 17 de mayo, Blair le respondió que su Ministro de Asuntos Exteriores, Robin Cook, se pondría en contacto con los gobiernos de Jordania, Siria, e Israel.

El 2 de octubre del 2002 Sir Edmund le envió una carta al entonces Ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, solicitando que continuara colaborando en el proyecto y el 14 de noviembre Arias Cañete le confirmó que Tragsa seguiría financiándolo.

Lo hizo y además consiguió que la Oficina Española de Expansión Exterior corriera con los gastos de mis viajes tanto a Jordania como a Siria y Dubái. En los tres países mantuve reuniones con sus primeros ministros y durante mi estancia en Damasco también ocurrió un hecho curioso.

Tras la muerte de Hafez al-Asad y hasta la llegada de su hijo, Bashar, el poder quedó en manos del general Tlass quien una noche me invitó a su casa. Yo iba escoltado por motoristas que hacían sonar sus sirenas imaginando que acudía a un palacio de Las Mil y Una Noches, pero me encontré con que el hombre más poderoso y temido del país vivía en un sencillo apartamento en cuyo comedor podía verse un cartucho con dos barras de pan.

Me pareció un personaje encantador y entusiasmado por la idea de resolver el tema del agua en su país.

Al poco apareció su hija, una criatura realmente fascinante y el general nos invitó a cenar a un famoso restaurante en el que bailaban los “derviches”.

Por desgracia acudió también el novio de su hija.

Tlass ordenó que al día siguiente me recibieran cuatro de sus ministros, que ocupaban, eso sí, auténticos palacios.

Me disgusté mucho cuando años después descubrí que ese mismo general Tlass era el encargado de masacrar a los rebeldes sirios.

Electrocutando gaviotas

Durante un almuerzo en Lanzarote al que asistíamos, cada cual con sus respectivas esposas, José Saramago, Premio Nobel de Literatura, Bernardo Bertolucci, “Oscar” por su película El último emperador, el eurodiputado Manuel Medina, el futuro Ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, y Jose Luis Rodríguez Zapatero, éste último le prometió a Bertolucci que si llegaba a la presidencia respaldaría mi proyecto.

Cumplió su palabra, una nueva empresa gubernamental Acuamed sustituyó a Tragsa, y tras dos años de trabajo y otros tres millones de euros se diseñó la primera Desaladora de Presión Natural que proporcionaría agua al poniente de Almería a un coste de once céntimos por metro cúbico.

El proyecto final consta de casi mil páginas.

No obstante en julio del 2006 la ministra de Medio Ambiente Cristina Narbona, ordenó archivarlo. Parecer ser que los ministros que duran poco en el cargo son los que más daño hacen, no se sabe muy bien si por ignorancia, por avaricia o porque astutos funcionarios saben cómo manipular su ego.

La disculpa que se puso en este caso -y que salió publicada en el Boletín Oficial del Estado- fue “que se podían electrocutar las gaviotas”.

Como técnicamente no se podía atacar el sistema se alegó tamaño disparate pese a que una gaviota no se puede electrocutar si no existen cables eléctricos.

A continuación Cristina Narbona ordenó la construcción de cincuenta y tres desaladoras convencionales en las que se invirtieron casi tres mil millones, pero solo se terminaron seis que funcionan al diez por ciento de su capacidad.

La Comunidad Europea reclamó los mil millones que había adelantado pero nadie sabía dónde estaba ese dinero.

Que una ministra -actual Presidenta de Honor de un partido socialista que mi abuelo ayudó a fundar en Canarias- firmara algo que era falso en el Boletín Oficial del Estado me obligó a rendirme.

Ahora se están haciendo muchas preguntas sobre las desaladoras que nunca funcionan pero por aquel entonces yo ya estaba arruinado y Sir Edmund Rothschild había muerto sin ver cumplido su sueño de ver correr un Río de la vida.

Han pasado doce años y aún no he conseguido recuperarme, pero al ver cómo los niños se ahogan en nuestros mares he decidido intentarlo de nuevo pese a que tenga que volver enfrentarme a quienes lo permiten y a quienes siguen vendiendo agua tres veces más cara que la gasolina.

¿Qué más pueden hacerme?

FIN DEL CAPITULO SEGUNDO

Pd. Estas son algunas muestras de los documentos de los que se habla en el informe:

Pd. Estas son algunas muestras de los documentos de los que se habla en el informe: