Desde el 15M, la ciudadanía madrileña, en sus diferentes expresiones y formas organizadas, venía reclamando la necesidad de un cambio tanto en el gobierno municipal como en las formas de hacer política. Se adivinaba una fragmentación del arco parlamentario municipal que auguraba que ninguna fuerza política podría ganar Madrid por separado. Los diferentes agentes políticos que se sentían apelados por esta demanda dudaban de las posibilidades reales de erigir un proyecto político unitario que sumase un número de votos suficiente para arrebatarle el ayuntamiento al PP y/o a una posible coalición de este con el PSOE u otros partidos.
Madrid tiene fama de ser el lugar más difícil para poner de acuerdo a los diferentes actores políticos y sociales. El hecho de ser “capital del Estado” incrementa las perspectivas y conflictos de intereses derivados de las diferencias ideológicas y territoriales de las personas que interaccionan en nuestra ciudad. La política municipal no ha contado con autonomía, siempre se ha visto constantemente subordinada a otras estrategias y prioridades. Sin embargo, en el último año de legislatura, la exigencia por entenderse se torna histórica y toma forma en una propuesta de confluencia que cobra sentido como única alternativa posible para afrontar la emergencia social y política que sufre esta ciudad. En ese momento se hace imprescindible asumir la responsabilidad demandada por la ciudadanía y por la bases de las diferentes organizaciones y encarar un proceso de negociación multilateral que cristalizase en una forma de confluencia capaz de articular la tremenda complejidad de las iniciativas políticas de corte anticapitalista de esta ciudad proyectándola más allá de sus propios corsés y etiquetas.
La búsqueda de la confluencia se da en una situación en la que las dos fuerzas políticas principales (IU y Podemos) se encuentran en sendos procesos internos, diferentes y complejos en su dimensión política y organizativa y que de algún modo impregnan al resto de personas y fuerzas presentes; procesos que se complican además por una agenda y unos ritmos que dificultan pararse a pensar con sentido estratégico de medio plazo.
Por otra parte, los movimientos sociales que, al calor del 15M, con sus secuelas y sus limitaciones, apuestan por lo institucional, lo hacen sin las herramientas suficientes para relacionarse cómodamente con las principales fuerzas políticas implicadas en este proceso, a las que deben pasar a tratar como aliadas y compañeras de luchas.
En este contexto, a lo largo de enero de 2015, se desarrolla la negociación que entiende la suma de actores como un acto de multiplicación de las posibilidades de todos ellos. Para ello, fue preciso apelar a la generosidad y al realismo, separar el debate de los y las candidatas del debate de los problemas, centrarse en el abordaje de intereses (necesidades, deseos, esperanzas, temores…) y no de posiciones, insistir en la determinación de criterios objetivos tanto en el análisis como en la toma de decisiones, definir una estrategia conjunta e inventar opciones de mutuo beneficio.
Este proceso de diálogo, análisis y reflexión conjunta ha dado como resultado el acuerdo entre Podemos Madrid y Ganemos Madrid (siendo éste, a su vez, un espacio de confluencia entre ciudadanos y ciudadanas, organizaciones sociales y partidos políticos como Izquierda Unida y Equo entre otros) para encarar los comicios de mayo con una candidatura y un programa a la altura del crucial contexto que la ha propiciado.
Ser capaces de dejar a un lado los prejuicios de cada cual para ir creando las bases de un nuevo instrumento-sujeto político para el cambio ha sido todo un aprendizaje aún no concluido.
Ahora Madrid debe servir de herramienta útil en la génesis de una iniciativa política de consenso, reconocible como alternativa real de gobierno para una mayoría social en Madrid, que permita hacer las cosas de otra manera, democratice la democracia, amplíe los niveles de transparencia y posibilite el protagonismo ciudadano en su propio devenir. La diversidad ideológica, de prácticas organizativas y de formas de lucha y participación que conforman 'Ahora Madrid', sitúa en el mismo espacio a diferentes planteamientos e intereses, legítimos casi siempre, pero que hay que aprender a gestionar con nuevas formas de hacer política. Asumir y aplicar esta máxima está costando no sólo a los viejos actores institucionales sino también a los nuevos, llegados con vicios de la práctica activista en todos los ámbitos y sectores.
Cuesta aceptar el “consenso” y el “acuerdo” como una metodología compleja, en la que todos ceden y buscan el bien común, para encontrar un resultado políticamente compartido y orgánicamente representativo. Se oscila entre entender el consenso con lo que más se acerca a lo mío y la apelación a la confrontación directa como mecanismo superador de las diferencias justificada en procesos formalmente democráticos.
Planteamientos que son legítimos y positivos a veces, pero que también propician un tacticismo identitario cortoplacista que puede llegar a impedir pensar la candidatura de unidad popular como un proyecto de medio-largo plazo con mucha más relevancia que lo meramente institucional, en el sentido de crear las condiciones para reconfigurar orgánicamente a las fuerzas transformadoras.
En lo inmediato, Ahora Madrid tiene mucho por hacer. De aquí al 24 de mayo, pueden identificarse dos momentos que determinan tanto su objeto como su acción.
El primer momento, el actual, se centra en el proceso de primarias que permitirá identificar la lista con la que 'Ahora Madrid' concurrirá a las elecciones municipales. Este momento se complementa además con la puesta a disposición de la ciudadanía del programa de la candidatura para su priorización y validación.
Ambos asuntos coinciden en el tiempo de forma consciente, lo que supone una innovación política en términos democráticos. Por un lado, permite poner el peso en un programa elaborado durante meses de forma conjunta por los partidos políticos que se incluyen en la candidatura, las muchas y diversas organizaciones sociales que también dan vida a esta ciudad y la propia ciudadanía con sus propuestas trasladadas tanto de forma directa como a través de los diversos espacios organizados existentes en los barrios y distritos de Madrid. Por otro lado, posibilita la ligazón de los y las candidatas para con su contenido y propuestas a través de un compromiso de desarrollo que trascienda posibles personalismos e intereses de parte.
Este primer momento, delimitado al mes de marzo, supone potenciar la apertura del proceso de forma que el índice de participación de los y las vecinas de Madrid sea el más alto posible y cuidar que la democrática competencia interna no merme la ilusión, la confianza y la cohesión que una iniciativa de este tipo precisa para asegurar su éxito.
El segundo momento, que transcurrirá desde primeros de abril hasta la cita electoral, se centrará en el desarrollo de la campaña que permitirá fijarse en el adversario natural a batir y desplegar lo que mejor saben hacer quienes componen esta candidatura: cuestionar y proponer.
Cuestionar implica evidenciar las debilidades del PP y de su ideario político ultra-liberal, el que ha hecho tanto daño a esta ciudad, el que ha dejado a Madrid endeudado, el que ha privatizado los servicios públicos, el que condena a sus habitantes a un aire contaminado fruto de una movilidad insostenible, el que ha convertido los derechos ciudadanos en privilegios de unos pocos, el que niega a la ciudadanía de esta ciudad y la somete al poder del capital y los mercados.
Proponer implica pedagogía y acción. Pedagogía para hacer ver al mayor número posible de habitantes de esta ciudad que es posible vivir Madrid más allá de sobrevivir a lo que nos quieren vender como inevitable; para hacer entender el modelo de ciudad que Ahora Madrid pretende de acuerdo a su programa; para que los y las vecinas de esta villa no tengan miedo al cambio.
Un cambio que será a mejor y que se realizará con la precaución, la responsabilidad y la secuencia necesarias. Acción para desarrollar todo el trabajo que una apuesta de este tipo implica considerando el poco tiempo disponible para ello; para movilizar deseos, conciencias, ideas y recursos poniendo todo ello al servicio del cambio; para asentar las bases de un proyecto político municipalista que, más allá de los resultados cosechados en mayo, permita la continuidad de una alianza esencial para el desarrollo de propuestas transformadoras que sitúen en el centro a la ciudadanía.
Este proceso de confluencia, con sus dificultades y sus altibajos, está siendo lo suficientemente positivo como para esperar que, una vez pasados los momentos de vernos como actores diferentes en negociación, pasemos a trabajar en lo cotidiano de manera sinérgica y coordinada, generando las confianzas y complicidades que permitirán compartir éxitos y fracasos, dialogar y debatir, criticarnos con mayor complicidad, cercanía y sinceridad.
En este sentido, los próximos meses van a ser clave para comprobar si somos capaces de construir una fuerza político-social que dispute la hegemonía cultural, económica, social y política de la ciudad y que realmente posibilite cambiar el modelo actual más allá del acceso a parcelas de poder institucional.
Lo que hagamos en este tiempo determinará nuestras posibilidades de hacer en el futuro.
Es la hora de recuperar Madrid para su gente. El momento es ahora. ¡Ahora Madrid!