Se acabaron las relajantes vacaciones en el centro para Ciudadanos. Adiós al presentarse como una especie de Adolfo Suarez 2.0 para Albert Rivera. Su sueño de ser el Konrad Adenauer español y pasar a la historia como el gran arquitecto de centro reformista hispano habrá de esperar. Pablo Iglesias se ha cansado, por fin, de hacer de malo y ha constatado, por fin, que su ambición de superar al PSOE en unas nuevas elecciones iba camino del infierno, que está empedrado de grandes sueños y buenas intenciones como todo el mundo sabe.
A día de hoy unas nuevas elecciones parecen conducir de cabeza a un nuevo gobierno del PP que Ciudadanos no tendrá más remedio que apoyar. Ahora es el momento para quien quiera un gobierno de cambio y regeneración para revertir cuatro años de políticas de sufrimiento masivo del PP.
No han pasado ni una semana desde la reunión entre Pedro Sánchez e Iglesias y no amanece un día que no salga un portavoz de Ciudadanos al borde del ataque de nervios a poner un ultimátum, repintar otra línea roja o enumerar todas las cosas que no están dispuesto a apoyar ¿Qué fue de aquella formación donde todo era talante, pasión por el consenso y consejos a los demás para que pensasen en los españoles y dejasen atrás la política de vetos y rojos o azules?
Escuchar ahora a Albert Rivera invocando la incompatibilidad genética con Podemos resulta tan irritante como lo fue oír antes a Iglesias parapetándose tras la misma excusa para no asumir su responsabilidad y comportarse como verdaderos líderes, no como adolescentes estrellas del pop. Querían el poder y ahora que lo tienen resulta que descubrimos que no saben que hacer con él y ya no lo quieren.
Su segundo argumento favorito para eludir su responsabilidad de favorecer un gobierno de cambio, invocar el apoyo del PP, resulta aún más patético. Mariano Rajoy tiene razón en una cosa: los diputados de Ciudadanos ni hacen falta, ni sirven para mucho en un gobierno de gran coalición PP-PSOE. Reclamar que los populares cambien de líder sólo revela ignorancia respecto al funcionamiento de un partido político de verdad como el PP. Si los populares cambian de líder será para ir a elecciones, no para convertir al cuarto partido en el juez de la política española.
Así pues, por mucho que corra, Albert Rivera a día de hoy sólo tiene tres opciones y antes o después le alcanzarán. O acepta entrar o apoyar alguna fórmula tripartita, o hace presidente a Rajoy o hay nuevas elecciones por su culpa. Ser el bueno resulta fácil. Convertirse en el malo y soportarlo requiere verdadero aguante.