Hace unos días, la noticia provocó sorpresa y hasta incomodidad. Los ministros alemanes habían decidido subir sus salarios en un 5,7%, un incremento que se produciría en tres fases hasta culminar en agosto de 2013. La canciller Merkel cobrará al final 950 euros más al mes. ¿Esta es la idea de control del gasto que tienen los profetas de la austeridad?
En realidad, esta subida es el inicio de una tendencia que debería ser recibida con satisfacción por los países del sur de Europa. En vez de continuar atados a un objetivo de inflación absurdo por bajo, las autoridades alemanas por fin han comprendido que tienen margen de sobra para dar un impulso a la demanda interna a través de incrementos salariales desconocidos desde hace años y desde luego muy por encima del hasta ahora sacrosanto objetivo de inflación.
Este fin de semana, el sindicato IG Metall pactó con las empresas del sector un aumento salarial del 4,3%. Si los trabajadores alemanes comienzan a ganar más dinero y a gastarlo, quizá haya alguna manera de empezar a corregir los desequilibrios financieros que han causado la crisis de la eurozona.more
3,6 millones de trabajadores se beneficiarán de la mejora. Este convenio suele servir como referencia en muchas otras negociaciones salariales en el sector industrial. La negociación no fue fácil. Los sindicatos solicitaron un 6,5%, mientras que la oferta de la patronal se limitaba al 2,6%. Es la mayor subida pactada en el sector desde 1992.
El acuerdo se aplicará con efectos retroactivos desde el 1 de abril y se pondrá en práctica de forma progresiva durante los próximos 13 meses.
También ha habido aumentos por encima de la inflación en el sector público. Dos millones de funcionarios supieron en marzo que habían amarrado un pacto de subida salarial del 6,3% para su aplicación en un periodo de 24 meses.
Si bien en años anteriores el Gobierno se había mantenido a distancia de las conversaciones, a pesar de que todo el mundo sabía que la moderación salarial era uno de los puntos básicos del modelo alemán, esta vez el ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble, admitió hace unas semanas que los salarios tenían que crecer por encima de la media europea.
En otra época, y con una inflación del 2,1%, esta clase de subidas hubieran sido rechazadas como inconcebibles por la patronal y la clase política alemanas. El diario sensacionalista Bild lanzó este mes una “alarma de inflación” en portada, con la exuberancia tipográfica que le caracteriza, cuando las autoridades dieron a entender que un aumento de los precios hasta el 3% no sería preocupante, sino tan sólo la consecuencia lógica de contar con una de las pocas economías europeas que registra tasas de crecimiento relevantes. En esta ocasión, el poderoso Bild no marcó la pauta.
El discurso de las empresas no ha cambiado mucho. Para ellos, nunca hay suficiente moderación salarial. No importa que Volkswagen obtuviera en 2011 un récord de beneficios. Su jefe de recursos humanos sigue diciendo que una subida moderada es este año “más necesaria que nunca”.
En la última década, la diferencia en costes laborales entre Alemania y muchos países europeos, en especial en la periferia mediterránea, salta a la vista. Volskwagen no es una excepción. Las empresas se han visto bendecidas con beneficios récord. Sus altos directivos han traducido esas cifras en sistemas de remuneración para ellos en los que no hay mucha austeridad. Rupert Stadler, consejero delegado de Audi, ganó el año pasado 7,6 millones de euros.
En mitad de una crisis terrible en media Europa, Alemania puede presumir de una tasa de paro del 7,2%.
En realidad, ni ese éxito es uniforme ni todos los trabajadores se benefician por igual. Muchos no están desempleados porque tienen contratos a tiempo parcial cuando ellos querrían trabajar a tiempo completo. La dualidad del mercado laboral es un hecho. En la misma empresa, comparten espacio y función trabajadores fijos con otros contratados por empresas de trabajo temporal. La diferencia de ingresos es evidente con independencia del nivel de formación.
Desde las reformas aprobadas en 2003, el número de trabajadores con contrato temporal casi se ha triplicado, según Der Spiegel, pasando de 300.000 a más de 900.000. Muchas veces, realizan el mismo trabajo que los fijos, pero con la mitad de sueldo y sin ninguna estabilidad laboral, cuenta la revista alemana.
Los incrementos salariales aprobados llegarán a todo el personal con contratos fijos en muchas compañías. Resulta difícil de creer que vaya a ocurrir lo mismo con los trabajadores temporales, y lo cierto es que estos son cada vez más.
La economía alemana ha mantenido niveles altos de empleo gracias a esta dualidad y al progresivo descenso de las personas con contrato a jornada completa. Su número descendió un 19% entre 1991 y 2011 (de 29,4 a 23 millones). Los contratados a tiempo parcial subieron un 117% (de 5,8 a 12,6 millones).
La falta de un salario mínimo nacional ha contribuido a aumentar la desigualdad. Tras años de dudas, la CDU de Angela Merkel aceptó iniciar el proceso para ponerlo en marcha, aunque con una gran lentitud. La comisión parlamentaria que se ocupa del tema está cerca de llegar al final, por lo que la ley podría salir adelante antes del verano.
Los problemas estructurales de la UE no se solucionarán con aumentos salariales en Alemania, pero al menos reducirán una ventaja competitiva que en parte se ha basado en un empobrecimiento de la clase trabajadora. Combinado con una reducción de costes laborales en la Europa periférica, podría servir para restaurar un cierto equilibrio en la eurozona.