Mucho se tienen que equivocar los sondeos, y ningún analista lo cree posible, para que los socialdemócratas alemanes no sufran un duro revés en las elecciones generales de este domingo. El último, el de la cadena televisiva ARD, les pronostica un 20% de los votos, 17 puntos menos que los que irían al bloque de centro derecha CDU/CSU que encabeza Angela Merkel. Sería el peor desastre en mucho tiempo. La derrota del SPD parece ya tan inevitable que dentro y fuera del partido de lo que ahora se habla es de las causas de la misma, más que de la posibilidad de remontar a última hora. Cuando aún faltan cinco días para que se abran las urnas.
Muchos creen que Martin Schultz no ha sido un candidato a la altura de las circunstancias. Se dice que empezó bien y, en efecto, hace 8 meses los sondeos le daban un 30% de los votos, casi empatado con la primera ministra. Pero desde entonces el viento se le ha puesto de cara. Empezando por las tres derrotas de su partido en las elecciones regionales de otros tantos länder, entre ellos el de Renania del Norte-Wesfalia, tradicional feudo socialdemócrata y patria chica de Schultz. Prosiguiendo por el anuncio de que Gerhard Schröder, el antiguo líder del SPD, entraba a formar parte del consejo directivo de Rosnet, el gigante energético ruso controlado por el Kremlin.
Y terminando, no sin otros errores y patinazos de por medio, con el lamentable papel que Schultz hizo en el único debate televisivo que ha mantenido con Angela Merkel durante la campaña y sobre el cual un comentarista ha escrito que el candidato socialdemócrata más parecía el ayudante de la canciller que su rival.
Pero otros analistas van más allá. Y sugieren que el problema no está tanto en el candidato, que también, sino en que la propuesta política de la socialdemocracia le incapacita para competir con la señora Merkel. Porque aunque eso le haya hecho perder ya tres elecciones, el SPD sigue apostando por estar en el centro. Porque sigue creyendo que su única opción es un programa neoliberal como el que propició, pero hace ya mucho tiempo, el éxito de Tony Blair y el del propio Schröder.
“Los socialdemócratas hablan mucho de justicia social”-ha escrito esta semana Wolfgang Munchau en el Financial Times- pero no han modificado un ápice su política económica desde los últimos años 90 y primeros del 2000. Apoyan sin reservas las reglas fiscales de la UE y siguen creyendo que los gobiernos deben aprobar presupuestos equilibrados. Hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados distintos es una forma de locura“.
Durante los últimos cuatros años -y al igual que les ocurrió en el periodo 2005-2009- el SPD ha sido incapaz de tener un perfil propio dentro de los gobiernos de coalición con el CDU/CSU. No han levantado la mano en ninguno de los momentos en los que la política de Angela Merkel ha estado en cuestión -y si lo han hecho la han bajado enseguida- y a la postre no han dejado de prestar un fiel y continuado apoyo a sus decisiones. Eso, la buena marcha de la economía y del empleo, la seguridad con que ha gobernado en los momentos de tensión -como el de la polémica en torno a los refugiados- y su estilo convincente le van a dar la cuarta victoria consecutiva a la canciller. La señora Merkel está a punto de demostrar de nuevo que el centro el suyo, que es imbatible en ese terreno.
¿Están dispuestos los socialdemócratas a jugar el papel de casi comparsas una vez más? Los resultados, que pueden no ser tan catastróficos como los que pronostica la ARD, condicionarán el debate. Pero ya en este momento son muchas voces en el interior del partido opinan con firmeza que no se debe repetir el experimento, que hay que pasar a la oposición. ¿Para dar un giro a la izquierda como el de Jeremy Corbin en el Partido Laborista británico? A más de un cuadro del SPD le gustaría, y lo dice abiertamente, pero por el momento no hay indicios de que ese vaya a ser el debate que se abra tras el domingo que viene. Habrá que ver qué ocurre más adelante.
En todo caso, si el SPD no quiere entrar en el futuro gobierno de coalición, la canciller -que no va a obtener la mayoría para formar uno monocolor- tendrá otros candidatos para sustituirlo. 4 partidos -los verdes, los liberales, el izquierdista Die Link, y los ultraderechistas de la AFD- se disputan el tercer puesto. Como cabe descartar que Angela Merkel quiera gobernar con ningunos de los dos últimos, quedan los verdes y el liberal FDP, también conocido como el partido de los empresarios.
Si los primeros fueran los elegidos, el nuevo gobierno probablemente mantendría, en mayor o menor medida, su política humanitaria hacia los refugiados, optaría por la sostenibilidad energética e industrial y reforzaría el estado de bienestar. Con el FPD como socio las cosas podrían ser muy distintas. Porque los liberales quieren más desregulación y flexibilidad en el mercado laboral, que se apliquen reglas más estrictas para los inmigrantes y una política “más realista” hacia Europa, Estados Unidos y Rusia. Su líder Christian Lindner ha llegado a decir que aceptaría la anexión de Crimea por parte de Moscú “porque la seguridad y el bienestar de Europa dependen de nuestras relaciones con Rusia”.
Habrá que ver qué ocurre. Lo que ya se sabe es que el lunes que viene mismo, el presidente francés Emmanuel Macron desvelará con toda suerte de detalles la propuesta que quiere hacer a Alemania, es decir, a Angela Merkel, para que la UE emprenda un nuevo rumbo que la saque del agujero político en que se encuentra, aunque ahora con algo menos de apuros que hace un año, particularmente gracias a la mejora de la economía. Macron quiere que sus ideas para crear un nuevo eje franco-alemán estén presentes en el debate político germano.